Fukushima: trabajadores de mantenimiento de planta nuclear ¿quién los recuerda?

¿Quién se preocupa de los “fogoneros”, empleados de mantenimiento?.
Fukushima o la inhumanidad capitalista

Por Pierre Rousset. En unas notas escritas después del desastre nuclear japonés, el Dr. Abraham Behar, presidente de la Asociación de Médicos franceses para la Prevención de la Guerra Nuclear (AMFPGN), se preguntaba: “¿Quién se preocupa de los empleados de mantenimiento de Fukushima?: Se alzan voces que recuerdan la suerte de los 50 técnicos que hacen lo que pueden en la central altamente radioactiva. ¿Pero quién se preocupa de los 300 empleados encargados de los trabajos sucios, al lado de los bomberos y de su ridículo chorro de agua, y que son de hecho los “liquidadores” japoneses?” /1.

“Las condiciones de trabajo son espantosas”, reconoce Thierry Charles, director del Instituto de Radioprotección y Seguridad Nuclear (IRSN), citado por Catherine Vincent en un artículo publicado el 18 de marzo /2. Todavía entonces resultaba difícil para los periodistas verificar hasta qué punto estaba justificada dicha valoración. La suerte de los “fogoneros” de la nuclear –los empleados de las empresas subcontratadas– seguía siendo muy “mal conocida”, señalaba el 23 de marzo Philippe Pons, corresponsal de Le Monde que vive desde hace décadas en el archipiélago. El sociólogo Paul Jobin, especialista en esta cuestión, sabía sin embargo lo suficiente para avisar: “Sin refuerzos, los obreros de Fukushima están condenados” /3.

¿Son tan peligrosas las dosis de radioactividad recibidas por estos trabajadores de la nuclear como lo afirma Paul Jobin, “potencialmente mortales” en palabras de la Criirad, que critica la manera como actúan las autoridades japonesas? /4 Aunque muchos “expertos” pretenden que no, apoyándose en los datos oficiales (claramente incompletos) y en los “niveles” de exposición a las radiaciones autorizados legalmente –olvidando que estos niveles han sido definidos teniendo en cuenta las necesidades de las industrias afectadas y no criterios médicos: la prueba de ello es que cambian según las urgencias y los países, como si los efectos de las radiaciones variaran según el lugar y el momento /5.


Así, el 19 de marzo, las autoridades japonesas elevaron el máximo legal hasta 250 milisieverts (mSv), para poder continuar enviando asalariados al frente de Fukushima y reducir las evacuaciones de población. Paul Jobin señala que “en período normal, en Japón el máximo legal de exposición está en 20 mSv de media al año durante cinco años, o un máximo de 100 en dos años, que de por sí ya es muy elevado, pero se puede entender esta decisión ‘de urgencia’ como un medio para legalizar su muerte próxima y evitar tener que pagar indemnizaciones a sus familias, ya que los riesgos de cáncer aumentan en proporción a la dosis encajada. Con dosis de 250 mSv, los riesgos de cánceres, mutaciones o de efectos sobre la reproducción son muy elevados” /6.

Más allá de las cifras, un poco abstractas, las condiciones impuestas a los “fogoneros” de la nuclear de Fukushima deberían convencer a quien todavía dude de que la salud de los seres humanos no es la primera preocupación de los industriales y gobernantes. Han sido descritas por el corresponsal de Le Monde Philippe Mesmer /7, de la AFP /8 o del diario nipon Asahi /9. Todos los empleados de Tepco ¬–la empresa responsable del centro–, bomberos y soldados que intervienen en la central corren grandes riesgos; pero los trabajos más peligrosos (teniendo que chapotear en charcos de agua muy radioactiva) los realizan los asalariados de las empresas subcontratadas: “Los sacrificados de Fukushima […] echan cables para restablecer la electricidad, despejan los cascotes que se amontonan por todas partes, riegan los reactores privados de sistemas de enfriamiento e intentan relanzar el funcionamiento de los equipos”.

Es cuestión de recortar los costes: ¡a pesar de la dureza de la tarea, los “trabajadores del riesgo” están mal alimentados! “Comemos dos veces al día. En el desayuno, galletas energéticas; para cenar, arroz instantáneo y alimentos en conserva”, explica Kazuma Yokota, vigilante de la central, a un equipo de la televisión nipona. No hay comida al mediodía. Durante los primeros días de la crisis, cada participante sólo recibía un litro y medio de agua embotellada. Duermen (brevemente) en condiciones precarias en el mismo emplazamiento de Fukushima, en un edificio previsto para resistir en parte a las radiaciones, sobre una estera y con una manta de plomo, que supuestamente les protege: “Los empleados duermen en grupo en las salas de reunión, los pasillos o cerca de los baños. Todos duermen directamente sobre el suelo” /10.

Los “gitanos de la nuclear”, como se les llama en Japón (se desplazan de central en central, de obra en obra, en función de las necesidades –también en Francia se habla de los “nómadas de la nuclear”), viven por tanto 24 horas al día en un entorno contaminado. Ahora bien, faltan dramáticamente equipos de protección. A veces no tenían más que un dosímetro para cada dos personas –según Tepco, tras la catástrofe del 11 de marzo sólo quedaron 320 dosímetros en condiciones, de los 5.000 que oficialmente había en almacén /11. Van calzados con botas de caucho o botines de plástico. “Como las condiciones de trabajo son cada vez más peligrosas, no creo que se pueda encontrar a otros asalariados que acepten ir allá”, ha confiado un subcontratista al diario Asahi /12.

El movimiento antinuclear –no sólo los sindicatos– debe asumir la defensa de los asalariados en peligro. Como señala Abraham Behar, “sólo los trabajadores corren un doble riesgo, el de las grandes dosis ligadas con los accidentes y el de las dosis menores como toda la población expuesta y contaminada […] Perdonad el viejo reflejo de médico que considera que la vida de cada paciente es ‘el bien más precioso’ y se pregunta: ¿qué solidaridad podemos, debemos, poner en pie con los oscuros trabajadores eventuales japoneses? El movimiento sindical ha sabido movilizarse por los eventuales de la industria nuclear y la Unión Europea ha tomado algunas disposiciones proyectivas. Y nosotros, ¿qué hacemos?”

Aunque no guste a los apologetas de la energía nuclear, la gravedad del peligro que corren los que intervienen en Fukushima no ofrece ninguna duda. El Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar Social /13 de Japón lo reconoce a su manera: “Nunca es bueno tener un tipo de trabajo que requiera poner su vida en peligro”, ha declarado al diario Asahi uno de sus altos funcionarios, “sin embargo, la importancia de resolver la situación de la central nuclear desborda el marco de la política social. No estoy seguro de que la prioridad actual sea la seguridad de los trabajadores”. Aunque en un lenguaje un tanto elíptico, no se puede hablar más claro /14.

Cuanto más precarizado está el trabajo, tanto más influye sobre los asalariados el chantaje del empleo y sobre las empresas subcontratistas el chantaje del mercado. Paul Jobin señala que en estas condiciones “estos obreros trabajan muchas veces sin respetar las normas de protección. El patrono de una pequeña empresa cercana a Fukushima 1, que había trabajado por cuenta de fabricantes de reactores nucleares (General Electric, Hitach, …), me enseñó en 2002 el sello ‘sin anomalías’ que había utilizado durante años para falsificar la tarjeta sanitaria de los obreros a su cargo, hasta que él mismo sufrió un cáncer y fue rechazado por Tepco” /15.

El riesgo nuclear es ocultado en todas partes, empezando por Francia. Dadas las circunstancias, los decretos gubernamentales del 30 de marzo sobre las condiciones para que los trabajadores se beneficien de una jubilación anticipada16 adquieren valor simbólico. Las radiaciones ionizantes (radioactividad) cancerígenas, antes mencionadas, “fueron discretamente retiradas de la lista”, aunque “figuraban en el proyecto de decreto presentado el 23 de febrero”.

“Así, el personal de la industria nuclear, y en particular los asalariados de las contratas, que son quienes sufren las mayores exposiciones, son dejados de lado por una disposición que sirve para todas las exposiciones profesionales a cancerígenos", denuncia Michel Lallier, representante de CGT en el Comité superior para la Transparencia y la Información sobre la Seguridad Nuclear. "Es un contrasentido y una injusticia flagrante" /17.

Cuando ha estallado públicamente el escándalo, los trabajadores que intervienen en la central en crisis ha obtenido mejores condiciones de protección e indemnizaciones –a la espera de que los empleados de las subcontratas se beneficien también de las nuevas medidas. Pero todo esto dice mucho sobre la falta de preparación de la industria nuclear y del gobierno ante un accidente de importancia. La Tepco ha tenido que confesar que, en cuanto a sus propios empleados, no tenía previsto un nivel de prima correspondiente a la crisis actual, y nunca había previsto “una situación en que los trabajadores deberían intervenir de forma continuada bajo un alto nivel de radiaciones” /18.

Esto muestra la inhumanidad cotidiana del capitalismo para quien la salud y la vida de los trabajadores –o de las poblaciones vecinas, víctimas de la contaminación–es sólo una variable ajustable, como el salario. En nombre del interés de los accionistas, Tepco había rechazado adoptar medidas de seguridad legalmente exigidas, y había negociado a la baja los contratos de seguros. Si le hace falta, mañana se declarará en quiebra para dejar al Estado la carga de las indemnizaciones.

Pero la Tokyo Electric Power Compagny (Tepco) no es un representante marginal en el mundo de los negocios. Fundada en 1951, esta multinacional japonesa se ha convertido en el mayor productor privado de electricidad del mundo. ¡Nada menos! La política de Tepco arroja una luz cruda sobre el reverso del decorado, sobre la naturaleza del capitalismo realmente existente.

Notas

1. Humanité, 21/03/2011. Ver en ESSF (art. 20978): ”Fukushima, manutentionnaires, radiations, seuils et désarmement”.
2. “Les ‘liquidateurs’ de la centrale travaillent dans de conditions ‘affreuses”, Le Monde, 19/03/2011.
3. Le Monde, 24/03/2011. Paul Jobin, sociólogo, es especialista en Japón, profesor titular en la Universidad de París-Diderot. Ha estudiado la situación de los obreros de la industria nuclear en el archipiélago y en particular en la central 1 de Fukushima.
4. Ciirad: Comisión independiente de Investigación y de Información sobre la Radioactividad. Ver en ESSF (art. 21101) su reciente comunicado: La autoridad de seguridad nuclear japonesa considera que los accidentes ocurridos en la central de Fukushima Daichi deben ser clasificados en el nivel 7, el más elevado.
5. Sobre las consecuencias de las radiaciones nucleares en la salud, ver sobre todo en ESSF Annie Thébaud-Mony (art. 20786), “Nucléaire: la catástrophe sanitaire”, y Paul Benkimoun (art. 20795), “Fukushima: irradiation, contamination..”, ambos aparecidos inicialmente en Le Monde.
6. op.cit.
7. “Le quotidien radioactif des ‘liquidateurs’ de Fukushima”, Le Monde, 2/04/2011.
8. Ver en EDDF (art. 21122): “Fukushima: l’ insupportable quotidien des liquidateurs de la centrale nucléaire”.
9. Ver sobre todo en ESSF (art. 20992) en su edición en lengua inglesa del 5/04/2011: “Fukushima: Worker safety takes back seat in dealing with nuclear crisis”
10. AFP, op.cit
11. Asahi, op.cit
12. AFP, op.cit
13. Ministry of Health, labor and Welfare
14. Asahi, op.cit
15. Philipe Pons, op.cit.
16. Esto es, una jubilación con el 100% a los 60 años.
17. Francine Aizicovici, “L’exposition à la radioactivité est exclue del critères pour la retraite anticipée“, Le Monde, 15/04/2011.
18. Asahi, op.cit

 

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