Luego de sufrir acoso sexual de su jefe, una becaria de la Universidad de Guanajuato hizo una queja; ahora la llaman a su casa para amenazarla y regañarla por seguir denunciando justicia.
Por Fabiola Rocha
Regeneración 2 de febrero del 2016.- Este caso podría parecerse al de muchas mujeres: luego de ser golpeadas y acosadas sexualmente, sus denuncias son desestimadas y a veces obligadas a renunciar.
Una abogada de 26 años quien el año pasado trabajaba como becaria junto al catedrático Julio César Kala, profesor e investigador de la División de de Derecho, Política y Gobierno de la Universidad de Guanajuato.
En agosto del año pasado, la becaria y Kala acudieron a la clausura de un doctorado en Aguascalientes, al concluir en evento, Kala le pidió que hablaron un momento a solas.
La estudiante llevaba alrededor de dos años trabajando para el profesor, además de conocerlo hace más de ocho años, por lo que la petición no era extraordinaria.
Fue entonces cuando él le dijo que le gustaba y se le insinuó, ella le pidió que se retirara, pero en vez de irse se acercó, intentó meter las manos debajo de su ropa, pero ella se defendió provocando la ira del catedrático quien la pateó, la jaló y le bajó los pantalones. En el forcejeo, se cayó una mesa de cristal lo que hizo un estruendo e hizo que la gente del entorno supiera lo que estaba pasando y huyó.
De regreso a la Universidad, María presentó una queja verbal sobre lo que había pasado a una de las personas cercanas al entonces aspirante a Rector, Luis Felipe Guerrero Agripino.
“Yo le enseñé mis moretones y me dijo ‘tú no tienes porqué decirle esto a nadie’, me regañó, me dijo que la gente iba a hablar de mi, que era mi culpa, que estaba muy mal lo que hice, que no tenía porque levantar ninguna denuncia, que yo era una mujer fuerte y que no perdía nada”, contó.
Poco después, la UG la obligó la renunciar pues no se podía parar el trabajo del Kala y era un hecho que ya no podían trabajar juntos.
«Él me golpea, me toca y además, me corren», lamentó.
“Me exigieron que quitara la denuncia, que me quedara callada, a nombre del doctor Guerrero Agripino. Por un lado, el doctor Kala me hablaba y me decía te voy a dar un súper trabajo, yo ya se lo pedí a Luis Felipe… y por otro lado, gente cercana al doctor Guerrero le insistía “es que tú ya sabes que las cosas no deberían ser así, pero así son. No eres ni la primera ni la última a la que le sucede algo así”.
La indiferencia de las autoridades universitarias obligó a que María actuara presentando una queja en la Procuraduría de Derechos Humanos del Estado de Guanajuato (PDHEG), donde actualmente se lleva un proceso contra el catedrático.
Pese al tortuguismo de las instanticias, María quiere sentar un precedente que propicie la elaboración de protocolos de acción en esos casos.
«Muchachos que están levantando la voz me han llamado de otros lugares preguntándome qué hacer en esa situación y es importante sentar un precedente para elaborar un protocolo de acción y que esto no vuelva a suceder», dijo.
Hasta la fecha, personas llaman a su casa para amenazarla y regañarla por continuar con su denuncia, pero no dará marcha atrás.
A finales del año pasado, la ONU compartió que una de cada tres mujeres ha sido abusada sexualmente, en muchas ocasiones también son violentadas después pues son obligadas a callar el abuso o estigmatizadas por ello.
Con información de ZonaFranca