“Las generaciones venideras apenas creerán que un hombre así, de carne y hueso, anduvo sobre la tierra”(Albert Einstein).
Por Arturo Dmingo I.Barnils/VientoSur*
En enero de 1915 se cumplieron cien años del regreso de Mohandas Gandhi a India después de pasar más de veinte años en Sudáfrica luchando en favor de los derechos de los indios que trabajaban en aquella parte del imperio británico. Aquella experiencia resultó decisiva para su aprendizaje político, así como para la elaboración y experimentación de dos ideas que desarrolló posteriormente en el subcontinente indio. En Sudáfrica Gandhi forjó el concepto de satyagraha(aferrarse a la verdad) que daría nombre a sus campañas de desobediencia civil y también dotó de contenido político al concepto de ahimsa(no violencia o abstenerse de provocar daño), heredado del jainismo que absorbió a través de su madre Putlibai, una devota de esa religión o filosofía.
Gandhi regresó a India transformado en un líder reconocido y esperado por muchos seguidores y militantes del movimiento nacionalista indio, en especial por algunos dirigentes del Partido del Congreso. Regresaba también con la humildad suficiente para aceptar que necesitaba conocer mejor el inmenso subcontinente que era su país, razón por la cual se dedicó a recorrerlo en tren, casi siempre en vagones de tercera clase, para conectar mejor con las empobrecidas masas de la India.
Pasados cien años de ese retorno, parece oportuno analizar sumariamente algunos aspectos de su legado, el cual nos proporciona uno de los mensajes éticos y políticos más impresionantes de todo el siglo XX. Un legado de mayor actualidad y vigencia de lo que una superficial visión del personaje acostumbra a suponer.
En primer lugar cabe señalar que Gandhi se convirtió en un líder moral para su país, pero también fue un líder políticomuy inteligente y astuto. Su llegada revolucionó la vida política en el subcontinente. Transformó al dividido partido del Congreso, al que consideraba una organización de notables y gente adinerada, en un partido capaz de movilizar a centenares de miles de indios. Junto al Congreso, pero también en colaboración con otros muchos sectores políticos y sociales, incorporando especialmente a muchas mujeres, Gandhi promovió y orientó campañas y luchas por todo el territorio, entre las cuales destacan las movilizaciones de 1919, contra las leyes de guerra promovidas por el juez Rowlat(unas auténticas leyes de excepción, a pesar de que la guerra había terminado), que acabaron con la masacre de Amritsar, perpetrada por un general del ejército británico y que significó la matanza de centenares de indios desarmados, además de muchos heridos. Tras estos hechos comenzó su gran decepción respecto al Gobierno británico, supuestamente civilizado y democrático.
En 1930 organizó una de las campañas de desobediencia civil más brillantes y de mayor impacto mundial en la época: la marcha de la sal. Se trataba de desobedecer el monopolio sobre el comercio de este producto básico, en manos del Gobierno británico en la India, tomando él mismo y sus seguidores un puñado de sal del océano Índico y llamando a la población a realizar la misma acción, tras recorrer más de tres cientos quilómetros en veinticuatro días, desde su Ashram en Ahmedabad hasta la localidad costera de Dandi, en el Gujarat. Esta campaña, que comportó de nuevo una gran represión por parte de las autoridades, dejó claro que la única salida sería la independencia de la India,pero los británicos no cederían fácilmente. Gandhi asistió un año después, en Londres, a la Segunda Conferencia de la mesa Redonda y se llevó otra decepción al observar la intención descarada de los ingleses de dividir políticamente a los indios, basándose en las diferencias entre las diferentes castas, religiones y los Principados, regidos por los Maharajás. Gandhi dedicó gran parte de sus esfuerzos de esos años, hasta la independencia, a luchar contra estas divisiones y las lacras que manchaban la sociedad india, en especial la de la intocabilidad, la pobreza y los conflictos intercomunitarios.
Pero la particularidad de Gandhi como dirigente político es que él no disociaba la ética de cualquier actividad social y humana, ya fuera la política o la economía. En octubre de 1921 escribía en Young India: “He de confesar que no hago una distinción taxativa, ni de cualquier otro tipo, entre economía y ética”. Consecuentemente creía que un político o líder social debía ser una persona honesta y coherente entre lo que propugnaba y la forma como vivía, capaz de predicar con el ejemplo.
Se conoce de Gandhi su defensa de la no violencia, pero como él mismo escribió: “la no violencia no es cobardía” y no exime de oponerse a toda injusticia social o legal. Por esa razón fue un defensor y practicante de la desobediencia civil, que había conocido a través de Thoureau, Tolstói y algunos otros ejemplos, como el movimiento sufragista. Hay que remarcar que su no violencia no era superficial y solamente referida al uso de la fuerza física y las armas, sino que se refería también a una no violencia más profunda, que nace y se forja en el seno del individuo y trata de extenderse a todas las relaciones sociales. Pero también era un arma de lucha política muy eficaz y transformadora, que él supo usar como nadie, para infortunio de sus oponentes británicos. Consecuente con su método, en el año 1922 detuvo un potente movimiento de desobediencia civil por el uso de una feroz violencia por parte de un grupo de manifestantes, en Chauri-Chaura, que acabó con la muerte de varios policías. Esa decisión, incomprendida por otros dirigentes, era una clara expresión de su coherencia pero también de su capacidad de liderazgo.
Otro aspecto fundamental de su legado es su contenido social. Aunque inicialmente postuló el autogobierno para la India –el swaraj– dentro del Imperio Británico, posteriormente asumió abiertamente la causa de la independencia, decepcionado por la actitud de los diversos gobiernos ingleses y sus siempre incumplidas promesas de reformas. Pero para él el autogobierno o la independencia sólo tenían sentido si eran útiles para acabar con las enormes desigualdades e injusticias en el subcontinente. Desde el inicio le preocupó la situación de los millones de pobres de la India. En uno de sus primeros discursos, tras su retorno, en la inauguración de la Universidad de Benarés (Varanasi), en febrero de 1916, escandalizó a las autoridades presentes y a algunas destacadas personalidades del movimiento nacionalista, al criticar abiertamente la ostentación y exhibición de joyas y riqueza en medio de la miseria en la cual vivían millones de indios. Algunos abandonaron la sala.
Esa preocupación y compromiso se profundizaron cada vez más y se extendió a denunciar y combatir abiertamente la intocabilidad, dentro del complejo sistema de castas, así como la situación de las mujeres y otros sectores sociales oprimidos. En ese sentido, Gandhi más que un nacionalista era un crítico social y un reformador que denunciaba y proponía alternativas, por discutibles que fueran, para combatir las enormes diferencias de riqueza, puesto que afirmaba que ésta debía estar al servicio del conjunto de la sociedad. En más de una ocasión se autodefinió como un revolucionario social.
Gandhi defendió también un diálogo auténtico entre las diferentes culturas y religiones que poblaban el subcontinente, rechazando cualquier sentimiento de superioridad por parte de ninguna de ellas. Luchó hasta el final de su vida a favor de la convivencia entre todas las comunidades: hindús, musulmanes, sijs, jainistas, cristianos, judíos…Todas debían tener cabida en una India independiente, en un estado democrático que respetara todas las creencias en pie de igualdad. Algunos de sus más famosos ayunos los realizó para evitar y acabar con los enfrentamientos entre comunidades, especialmente entre hindúes y musulmanes. Y en esa tarea consiguió la complicidad de miembros de casi todasellas, entre los que cabe destacar al pastún Abdul GaffarKhan –conocido como el Gandhi de la frontera– yMaulanaAzad, destacados musulmanes que abrazaron las tesis de la no violencia. Su testimonio es un ejemplo de inmenso interés en los actuales momentos en que algunos, desde todos lados, quieren precipitarnos a un “inevitable choque”. Sin embargo, con gran pesar para él, no consiguió evitar la partición de India en dos estados, desde el momento de la independencia: la Unión India y el Pakistán.
Queda todavía otro mensaje a destacar: Gandhi no disociaba el cambio social de la transformación individual. Es éste uno de los aspectos más difíciles de comprender para la mentalidad occidental y sin embargo es, a mi entender, uno de los mensajes más profundos de su legado. Él creía que no se podía cambiar la sociedad si paralelamente no se trabajaba también para mejorar al individuo, pero esa mejora debía nacer de la voluntad de la propia persona, no impuesta por el Estado. Y esa doble transformación, social e individual, no puede realizarse separadamente, o primero una y después la otra, sino de forma combinada, en la concepción gandhiana. Esto implica fomentar capacidades como la introspección, la reflexión, la ética y la responsabilidad personal, para citar algunas, valores que configurarían una sociedad suficientemente adulta y madura para promover un cambio real y profundo. En ese sentido Gandhi fue, probablemente, el revolucionario más profundo y radical de todo el siglo XX, por lo menos.
El 30 de enero de 1948 un fanático hinduista, NaturamGodse, acabó con su vida a los 78 años, interrumpiendo su incansable lucha, incluso después de la independencia, para construir una India que pudiese vivir en paz y más justa socialmente.
Por supuesto el legado de Gandhi contiene también ideas y aspectos muy discutibles, con los que claramente se puede estar en desacuerdo. No se trata de buscar un personaje monolítico y perfecto al cual seguir o imitar como una deidad. Como bien dice la historiadora Judith Brown “Gandhi no es un santo de yeso…”, ni un personaje sin contradicciones. Muy al contrario fue un ser humano que buscó honradamente un camino para su pueblo, también para sí mismo y que a la vez fuera útil para toda la humanidad. Y en estos tiempos convulsos en que vivimos, buena parte de su legado puede suponer una contribución importante en la búsqueda de alternativas más justas para este mundo incierto.
26/02/2015
Fuente: Vientos del Sur. Este artículo fue publicado en su versión original en catalán (algo más reducida) en el suplemento dominical del diario ARA (ARA DIUMENGE), el 15 de febrero de 2015. Traducción del propio autor.