Militante del Partido Comunista, colaborador de Fantomas y autor de El vengador, Gerardo de la Torre fue un autor preocupado por México, un país al que amó y odió y del que logró captar sus complejidades y matices, sobretodo las preocupaciones de los obreros, de los que formó parte de la adolescencia cuando dejó la secundaria para laborar en Pemex, compaginó su oficio como mecánico con el de escritor; el luchador social falleció ayer a los 83 años
RegeneraciónMx. El escritor, traductor, periodista, guionista y exmilitante del Partido Comunista Mexicano, Gerardo de la Torre falleció este sábado 8 de enero a los 83 años de edad, informó su hija Yolanda de la Torre a través de Facebook, donde señaló el enriquecimiento que la presencia del luchador social significó en el panorama social y literario nacional.
Escritores y compañeros de Fantomas despidieron a Gerardo de la Torre, al autor de Ensayo general, La línea dura, Viejos Lobos de Marx y El vengador, una obra que lo consolidó como un de los representantes más sólidos de la narrativa hispanoamericana y un sagaz representante del cuento formado de manera autodidacta a lo largo de varios años.
Experimentado en la novela, el ensayo, el guión y por supuesto la narrativa breve demuestran su inagotable imaginación, reflexión en torno a la condición humana y su compromiso con la transformación social.
Clasificado como un maestro del realismo social y la fantasía en su narrativa se perciben los atisbos del desencanto por el mundo contemporáneo.
Fanático del béisbol, irónico como el mismo e incluso actor que construyó a partir de su experiencia, el infierno del alcoholismo una obra en la que intenta explorar los recónditos de su alma y se desligó estilísticamente de los autores de “La onda” cuya auge se produjo a inicios de la década de los 70.
“Yo lo conocí como como lector, y como, prosélito. La literatura de Gerardo de la Tore – un género en sí mismo- nos recordará el amanecer de la literatura mexicana definitivamente, la literatura de izquierda está viva. Literatura del amanecer, amanecer de la literatura.
“Las declaraciones de un autor no están por encima de su literatura, su obra es un manifiesto de la literatura de izquierda pero no una propaganda de la izquierda, en donde aboga por la transformación, la suya, era una literatura donde el pueblo era el principal personaje”, asegura el crítico literario Ricardo Sevilla, quien conoció al escritor a través de sus ensayos y novelas, a las que considera de una potencia enérgica, vívida y narrada con gran transparencia.
Admirador de Gramsci, del ruso Aleksandr Isáyevich Solzhenitsyn, y en especial de José Revueltas, Gerardo de la Torre aseguraba que a veces dejaba de beber para tomar limonadas, que era asiduo del siloprin para la gota y que su único común con Revueltas era su intento por dar “una forma literaria a la vida”.
El alcoholismo, la frustración, la corrupción, la injusticia, la ira, el dolor, la rebeldía, la crueldad, la represión, el miedo, la represión, la pasión, la fantasía y el amor constituyeron sus preocupaciones estéticas literarias, que preocuparon a un escritor proveniente de las clases populares.
“Yo estoy preocupado por los hechos, por las situaciones, por lo meramente anecdótico; Revueltas está mucho más preocupado por la reflexión que por lo hechos”, llegó a expresar en torno a su narrativa.
De la Torre heredó la vida de obrero en Pemex, una circunstancia que marcó su universo literario donde constantemente exploró los designios de los obreros, pues él mismo había sido uno.
Nació en 1938 en Oaxaca, dejó la secundaria, para trabajar como obrero en la paraestatal. En la Narvarte, colonia que habitó, conoció a José Agustín y a migos del Café San José con los que publicaría La hoja literaria.
En 1970 llegaría su primera novela Ensayo general cuyo telón de fondo son los movimientos sindicales y Línea dura, en donde un campesino se hace con una chinampa, en Xochimilco, un territorio que declara independiente de América. Continuaría su obra con Ensayo general, Muertes de Aurora, El vengador y Viejos lobos de Marx que retratan su obsesión por México país al que amó, odió y en el que falleció.