Por Miguel Martín Felipe
RegeneraciónMx.- En días recientes, un amasijo de partidos políticos que no terminan por asumirse de derecha, anunciaba un proceso que imitaba casi al pie de la letra lo hecho por Morena para definir al candidato con miras a 2024, con la diferencia de supuestamente integrar una especie de instituto electoral alternativo integrado por “ciudadanos” que validaría la designación de los aspirantes en las distintas etapas, bajo el nombre pomposo de Consejo Electoral Ciudadano.
Ya desde ese momento la cosa iba mal, pues, de entrada, no se trataba precisamente de ciudadanos comunes que llegaran ahí por insaculación o voluntad desinteresada, sino que obviamente eran personas del ámbito empresarial, electoral, académico y meramente político, todos ellos relacionados con la derecha. Entre los integrantes del consejo, hoy disuelto por diversos desacuerdos internos, destacaban: Sergio Aguayo, María Elena Morera y Guillermo Sheridan, entre otros.
Quien vio venir el desastre y un día antes decidió salir de la contienda fue Lilly Téllez. La senadora del PAN por Sonora que originalmente llegó bajo los colores de Morena consideró que el dichoso método no ofrecía garantías, por lo que emitió uno de sus famosos comunicados audiovisuales por redes sociales para informar sobre su decisión.
Esto es sumamente afortunado para nuestro país, independientemente de que quienes quedan dentro del proceso son cualquier cosa menos “ciudadanos”, pues, aunque la oligarquía pretendió en algún momento adoptar la anti política como bandera para atraer a quienes se dicen desencantados de los personajes de siempre, a fin de cuentas, terminarán echando mano de personajes que se han hecho ricos gracias al prolífico amasiato entre los poderes político y económico durante el periodo neoliberal.
Pero bueno, volviendo a que resulta muy afortunado que Lilly Téllez se haya bajado de la contienda, abundaré un poco más en ello. Cuando la histriónica funcionaria se mostraba resuelta a ser la próxima presidenta de México, se le permitió asistir a cuanto espacio en medios corporativos había disponible, que para algo deben servir los conectes dentro del gremio.
Las entrevistas que se le realizaron eran francamente tersas en comparación con las que tuvo que padecer AMLO en su momento. Y pese a que fue tratada con la mayor de las deferencias, sobre todo por Joaquín López-Dóriga. En esa serie de entrevistas, o bien no respondía concretamente a los cuestionamientos, o no daba muchos detalles sobre un proyecto de gobierno que decía tener muy claro; mientras que ocupaba la mayor parte del tiempo en señalar cuan “malvados” y “destructores”, según ella, son AMLO y toda la cúpula de Morena.
Bien se dice que la forma es fondo. Aquí debemos darnos cuenta de que toda la articulación del discurso de Lilly Téllez apuntaba hacia la ideología de ultraderecha, y con esto me refiero no solo a los postulados, que resultaban muy obvios, sino que, además, un rasgo muy distintivo de los nuevos voceros de la derecha alrededor del mundo es una tendencia cada vez más descarada hacia la adjetivación del adversario.
Se podría decir que esto no es una práctica propia de la derecha y que está presente en ambos bandos. Sin embargo, es sumamente notorio en aquellos actores que dicen haber emprendido lo que ellos llaman “la batalla cultural”, pues consideran que la izquierda se apodera del mundo irremisiblemente y hay que combatirla.
Escuchamos a Lilly Téllez llamar los miembros de Morena “cobardes”, “léperos”, “asesinos”, “cínicos”, de la misma manera que Gilberto Lozano habla de “sátrapas”, “imbéciles”, “pendejos” o “castro-chavistas”. Y qué decir de Agustín Laje, quien, ante la tibieza y pragmatismo del PAN, llama a dicho partido “derechita cobarde”. O qué tal una de las frases insignia de Javier Milei, una figura de esta derecha académica nacida en los think tanks y magnificada por las redes sociales, quien no para de vituperar por todos lados a quienes llama “zurditos de mierda”.
Al parecer el cúmulo de poderes fácticos que jamás pudo derrocar a AMLO durante su mandato y que ahora se regodea en que el presidente “ya se va”, no tuvo el arrojo suficiente para poner a uno de estos personajes osadamente radicalizados como abanderado para 2024.
Prefirió comenzar a fraguar un timo de las dimensiones de Vicente Fox; una candidatura que parezca atractiva a las masas con promesas que, si fueran enunciadas por la izquierda, serían escandalizantes, pero que, enunciadas por alguien como Xóchitl Gálvez, se presentan como novedosas, aprovechando la falta de información de aquellos que todo el tiempo se han mostrado inconformes sin tomarse la molestia de indagar realmente sobre las acciones de la 4T.
En este punto solo hay que recordar que el grueso de la población mexicana está ya en un proceso irrefrenable de politización y sabe exactamente quién es Gálvez en términos políticos y no está dispuesto a otorgarle el voto, porque ahora sabe lo valioso que realmente es.
Y ya para cerrar, solo un apunte que, al menos en este proceso, pasará como anécdota, pero que nos debe poner en alerta con miras al futuro. Al momento hay tres precandidaturas de ultraderecha identificables. A saber:
Gilberto Lozano, el estridente y desequilibrado líder del fallido grupo cuyo nombre lleva un chiste que se cuenta solo: Frente Nacional Anti AMLO. Lozano creyó que podía aplicar las doctrinas del finado Gene Sharp para movilizar a la población en contra del presidente, cosa que evidentemente no le salió. Ahora pretende construir una candidatura independiente enarbolando la bandera de la anti política para erigirse en una especie de Donald Trump región 7.
Eduardo Verástegui, un ex actor que tuvo gran cercanía con el régimen de Peña Nieto, donde disfrutó las mieles de la opulencia, ahora convertido en predicador católico que simpatiza con el ala más conservadora del partido republicano, puesto que se la vive haciendo activismo en Estados Unidos. Ah, pero quiere gobernar México.
Jaime Duarte, internacionalista dedicado a la asesoría empresarial desde una perspectiva católica. Como conductor frecuentemente exhibe su fanatismo llorando en vivo ante las prédicas, misas y rosarios que se suscitan en Cisne Radio, su canal de YouTube donde se dan cita otros ultraderechistas como Juan Bosco Abascal y Mario Gallardo Mendiolea, junto a quienes fundó el grupo Viva Cristo Rey en 2021. De los tres, Duarte es el único que se registró ante el Frente Amplio de Claudio X. González.
Así pues, el panorama pinta muy interesante, porque el fenómeno social del obradorismo hizo despertar a antiguas fuerzas que dormitaban en la conveniencia del gatopardismo y que ahora comienzan a defender de manera más férrea sus intereses.
Me despido con un norte que podemos adoptar como mantra: cuando la derecha te habla de “orden”; en realidad se refiere a represión; cuando te habla de “la familia” se refiere a intolerancia de la diversidad sexual; cuando te habla de “progreso”, se refiere a quitarles oportunidades a los estratos más bajos y privilegiar a los empresarios. Politización, humanismo y empatía; la mezcla milagrosa que compone el elixir de la 4T. Sigamos produciéndola.
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