Algunos habitantes de Los Cabos, decidieron armarse con pistolas, machetes y palos este jueves para ahuyentar a saqueadores, mientras las autoridades batallan para restablecer el orden y el abasto de víveres.
18 de septiembre de 2014.-El gobierno desplegó centenares de policías federales y soldados a la península de Baja California para contener la ola de saqueos que se detonó ante el desabastecimiento de combustible, electricidad, agua potable y víveres, después de que Odile tocara tierra la noche del domingo con la fuerza de huracán categoría 3.
«Odile» dejó dos personas muertas y otras tres desaparecidas, según informaron este jueves las autoridades.
Un coreano de 62 años y gerente de una empresa minera falleció cuando la fuerte corriente de un río crecido arrastró su automóvil, y la persona que lo acompañaba no ha podido ser localizada.
Además, un alemán fue hallado muerto por infarto en el interior del camarote de una embarcación, mientras que la Marina busca a otras dos personas que desaparecieron mientras tripulaban un velero.
Por su parte, la embajada de Estados Unidos urgió a sus ciudadanos que aún se encuentran varados en Los Cabos a dirigirse al aeropuerto local, «en horario diurno», para atrapar alguno de los vuelos del puente aéreo organizado por las autoridades, que desde el miércoles han evacuado a 15.000 de los 30.000 turistas atrapados.
Se van a «restablecer las condiciones de normalidad», prometió Enrique Peña Nieto en un encuentro con habitantes de barrios marginales, muchos de los cuales perdieron su casa y se quedaron sin alimentos ni agua.
Cunde el caos
Tras la tormenta, cientos de personas, lugareños y turistas irrumpieron en tiendas de autoservicio para saquear agua, comida y artículos de primera necesidad, pero también bebidas alcohólicas y electrodomésticos.
Ahora que las tiendas están prácticamente desvalijadas, algunos habitantes de barrios lujosos temen que sus casas sean el próximo blanco de los robos, por lo que construyeron barricadas y realizan patrullajes uniformados de blanco y armados con palos, machetes y hasta armas de fuego.
«Estamos haciendo guardia desde el segundo piso, calles en tinieblas, cientos de luces de lámparas de vecinos alumbran de un lado a otro en busca del enemigo», dijo a la AFP Juan Antonio Carbajal, de la colonia residencial Lomas de San José.
Por su parte, Rodrigo Sánchez Villa, abogado de un grupo hotelero del estado de Baja California Sur, aseguró a una radio local que comandos fuertemente armados y encapuchados están asaltando hoteles y casas.
«La situación está cada vez más grave. Al problema de desabasto, de inexistencia de las autoridades locales, se está sumando el de la inseguridad pública», dijo.
Hasta el momento se han detenido a al menos siete personas por estos delitos, dijo a la AFP una fuente de la Comisión Nacional de Seguridad.
Para evitar que esta situación se replique en La Paz, capital estatal, el gobierno de Baja California Sur instalará puestos de control alrededor de la urbe.
Sin embargo, el secretario (ministro) de Gobernación del país, Miguel Ángel Osorio Chong, asegura que «hay control absoluto en materia de seguridad» y que el ejército está llevando a la zona toneladas de víveres, incluyendo agua potable.
Por su parte, el fiscal de Baja California, Adonai Carreón, dijo que al menos 1.000 miembros de la gendarmería federal y el ejército fueron desplegados para apoyar a las autoridades locales, pero reconoció que en una quincena de barrios los habitantes están ejerciendo la seguridad por su propia mano.
Odile, del que ya solo quedan remanentes en la frontera con Estados Unidos, dejó daños que ascienden a cerca de 1.000 millones de dólares, según la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros.
Mientras tanto, Polo, otro huracán que se formó en el Pacífico mexicano pero que se debilitó a tormenta tropical, se mantiene frente a Guerrero, una zona gravemente afectada por las tormentas del año pasado que dejaron más de un centenar de muertos.
(AFP)