Desde que nos despiertan los móviles, son legión los que conectan la alarma en intervalos de 5 minutos antes de la hora necesaria. ¿Acierto o error?
Por Raquel Rivera
Regeneración 18 de enero del 2016.- Ya sea con los Beatles, con la cabecera de Juego de Tronos, la Quinta sinfonía de Beethoven, el himno de su equipo o el desagradable pipipipí piiii piii, el momento alarma es cruel ¡Una tregua! Ahí va el instinto primitivo de posponer el sonido maldito. Porque desde que los móviles cumplen la función despertadora, hay dos formas opuestas de abordar el momento: fijando el despertador a una hora exacta o avanzando ese momento en intervalos de 5 minutos durante la media hora previa, como ilustra el dibujo, sobre estas líneas, del Tumblr 2 Kinds of People. ¿Aprovechar ese margen de gloria (5 minutos más, 10, 15…) tiene consecuencias para la salud? En efecto, el botón snooze (el de retrasar la alarma) se ha vinculado, científicamente, a lo que se conoce como inercia del sueño. Esto es: un estado de somnolencia y desorientación que se produce cuando nos despertamos de forma abrupta tras un sueño profundo.
Es el mismo efecto que se produce tras una siesta larga. Según explica Juan José Ortega, vicepresidente de la Sociedad Española del Sueño (SES), cuando descansamos más de la cuenta a media tarde, somos capaces de lograr un sueño profundo, pero el problema surge cuando se pasa al estado de vigilia sin tránsito, sin pasar por ciclos que nos preparan para despertarnos.
El especialista habla de las fases del sueño: “Cuando dormimos, lo habitual es que acabemos o completemos entre cuatro y seis ciclos por la noche. En la madrugada está la fase REM, y tenemos una densidad del sueño mayor. Cuando nos despertamos, lo hacemos en el último ciclo REM o en un estado de sueño más superficial”, expone el especialista.
El ritmo circadiano, el reloj biológico, puede verse alterado por la práctica de retrasar la alarma, porque estamos engañando de alguna manera el despertador interno. “Nuestro organismo se prepara para despertarse dos horas antes de la hora. Primero, se alcanza el pico más bajo de temperatura corporal; luego desciende la melatonina hasta el nivel más bajo, que pasa a las ocho de la mañana, y sube el cortisol”, apunta el doctor Ortega.
En definitiva, si tocamos ese despertador interno que va a preparar a nuestro cuerpo para la actividad, aunque sea en los últimos minutos, su cuerpo lo notará (para mal). Robert S. Rosenberg, director médico del Centro de Trastornos del Sueño en Prescott Valley (Arizona), explica en su página web de consultas que hay dos efectos negativos en este hecho: “Por un lado, se está fragmentando un sueño adicional, que acaba siendo de poca calidad. Por otro, se incita al cuerpo a entrar en un nuevo ciclo del sueño sin tiempo suficiente para completarlo [se despierta y se vuelve a dormir para despertarse 5 minutos después]. Por ello, esto puede ocasionar somnolencia persistente durante el día”.
Una hora y media dando tumbos
El doctor Rosenberg describe el estado de alguien que ha jugado más de la cuenta con la alarma del despertador del móvil: «Se ralentiza su capacidad para tomar decisiones; hay un deterioro en la memoria y, en general, se ve perjudicado su rendimiento». Asegura que el café y la ducha fría pueden no acabar con el letargo, que no se abandonará, como pronto, «hasta pasada hora y media».
Los biólogos Mitchell Moffit y Gregory Brown se han encargado de divulgar los efectos adversos de la práctica del snooze. A través del canal en YouTube ASAP Science explican por qué no es recomendable arañar minutos al descanso, en secuencias, cuando ha sonado la alarma.
Los científicos argumentan que cuando se pulsa el botón de repetir, estamos incitando al cuerpo de forma artificial a volver a un ciclo de sueño que puede ser profundo, podemos soñar en ese intervalo, pero sin tiempo para completar ese trance. “En lugar de preparar al cuerpo para que se despierte, vamos a la dirección contraria. El resultado es que esa segunda alarma le puede hacer sentir más cansado”, señalan en el vídeo.
El uso del despertador es de por sí una forma artificial de volver al estado de vigilia. Por eso, puede hacer un poco más pesado y complicado el trance de activarse. Lo expone Diego García-Borreguero, neurólogo director del Instituto del Sueño: “La alarma anula el despertar natural. El nivel de rendimiento de la vigilia dependerá por un lado de la hora de despertarse, si es la habitual o no, y de que lo hagamos de forma natural o artificial, con estímulos acústicos”.
El doctor Borreguero considera que la alarma por lo general va a interrumpir el proceso de sueño, lo que hace que a nuestro cerebro le cueste arrancar; mientras que cuando amanecemos de forma natural, realmente es porque queremos salir de la nube plácida de la inconsciencia, y lo estamos haciendo. «Madrugar así es más agradable». El especialista no va tan lejos, sin embargo, como los biólogos de Asap Science, y afirma que ese pequeño vicio de no levantarse a la primera no tiene efectos tan extremos como la inercia del sueño. Pero tampoco lo aconseja. «Vamos a tener sueños cortos de mala calidad que no van a tener un efecto restaurador”. ¿Solución? “Acostarse antes, porque la propina del sueño de la mañana no va a solucionar el cansancio”, responde Borreguero.
Aunque hay una excepción. El doctor Ortega la expone: “En la fase REM del sueño, se produce una atonía muscular [estado muy relajado de los músculos esqueléticos]. Si el despertador suena en ese ciclo, puede costarnos mucho la adaptación a la vigilia. Hay gente que se da un par de minutos para recuperar el tono muscular”.
Original para El País