Las historias que antigüamente se contaban en torno a una fogata ayudaron con el tiempo a dar forma a las sociedades humanas actuales, porque reforzaban las tradiciones y promovían la armonía e igualdad de grupo.
22 de septiembre de 2014.-Según un estudio estadounidense realizado sobre aborígenes de Kalahari en África, los temas que se discutían de noche diferían enormemente de lo que se hablaba durante el día.
Hasta ahora, los investigadores habían estudiado el impacto que tuvo el descubrimiento del fuego en la dieta y la anatomía.
Pero «se sabía poco sobre la importancia de prolongar la jornada en torno a un fuego», explicó Polly Wiessner, profesora de antropología de la universidad de Utah y autora del estudio publicado el lunes en los anales de la academia estadounidense de la ciencias (PNAS).
Encender un fuego es una técnica que los humanos empezaron a desarrollar hace un millón de años y a utilizar regularmente desde hace 400.000 años.
Pero el fuego no sólo sirvió para cocinar alimentos y ahuyentar depredadores, sino que además permitió implementar actividades sociales al caer la noche, cuando ya habían llegado a su fin las labores de la jornada para garantizar la subsistencia.
La antropóloga comparó 174 conversaciones entre al menos cinco personas en el curso de un período de 30 años, sostenidas tanto de día como de noche en torno a un fuego.
Wiessner constató que las conversaciones diurnas se concentraron sobre todo en actividades económicas, caza y comercio. En cambio, las interacciones nocturnas se consagraban al canto, la danza, las ceremonias religiosas y el relato de historias cautivantes.
«De noche, la gente verdaderamente se deja llevar, se relaja y busca entretenerse», dijo Wiessner.
Las conversaciones nocturnas versan «sobre las características de las personas que no están presentes y que forman parte de un entorno más amplio, así como consideraciones sobre el mundo espiritual y cómo influencia el mundo humano», añadió.
Según la científica, las horas que las personas pasaban en torno a una fogata podría, así, haber contribuido al desarrollo de las capacidades cognitivas humanas que permiten transmitir a otros las prácticas culturales.
«Las vigilias en torno al fuego son universalmente momentos para formar vínculos, transmitir información sobre el grupo, distraerse y compartir emociones», señaló.
(AFP)