#HistoriasCotidianas: Cita Con La Historia

RegeneraciónMx.-La consigna era clara y la cita tenía lugar y hora precisa: la plancha del Zócalo capitalino a las 17 horas de aquel miércoles. Muchos se prepararon desde días antes, se reunieron con otros de su comunidad o estado y abordaron el autobús de línea que los traería hacia la Ciudad de México, los había citado el presidente de la República y no era poco, las frases como “con el pueblo todo, sin el pueblo nada” o “no me dejen solo” resonaban en cada uno que desde muy temprano comenzaba a llegar.

No era como en otras ocasiones, no había filas con nombres y fichas que correspondían a pago, tampoco había bolsas con el clásico frutsi y la consabida torta con una rebanada delgadísima de jamón, el único pago real que recibieron era el amor con el que el mandatario había cobijado a su pueblo: “amor con amor se paga”, por eso venimos, me dijo una mujer enfundada orgullosamente en su traje típico oaxaqueño.

Aquello era una fiesta en la que se podían escuchar las consignas de la gente desde varias calles antes: “Es un honor, estar con Obrador”. Los accesos al zócalo habían sido cerrados y debimos caminar algunas calles para acceder al punto de encuentro, sin embargo, por todos lados podías ver rostros de gente sonriente, caminando feliz, dando un paseo, mirando en los demás aquella complicidad que los unía: “Tenemos gobierno”, comentó un hombre enjuto, con sombrero de palma, huaraches y gran bigote porfirista.

A su lado, paseaban otras familias, jóvenes parejas tomadas de la mano; niños jugueteando a medida que sus padres avanzaban. La fiesta y las arengas poco a poco se iban incrementando, el sonido del organillo tocando “Dios nunca muere” se mezclaba con las risas y charlas de los presentes; más adelante, la vendimia de taquitos, garnachas y agua de fruta, mezclada con souvenirs de tazas y camisetas con la figura presidencial; los “Amlitos”, tierna caricatura cuya autoría es del monero Hernández y que jamás pensó se hiciera tan popular, estaba presente en casi todas las esquinas, convertida en llavero, banderín o figura de peluche.

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Ningún comercio cerró, contrario a otras manifestaciones, esta era la fiesta del pueblo y el tono de la misma era de amorosa complicidad. Al llegar a la plancha, te recibía la música mexicana que se mezclaba con bandas de pueblo, tambores y danzantes. Poco a poco dejabas de ver los rostros y te convertías en parte de la masa, un mar de gente que buscaba el mejor lugar para observar el tercer informe presidencial; la cultura se hizo presente y fue motivo también para que el director del Fondo de Cultura Económica, Paco Ignacio Taibo II, regalara libros a cuanto se lo pidiera, algunos se quejaban de que hubiera gente que pedía más de uno, pero él seguía regalando cultura.

Funcionarios se paseaban entre la gente, como fue el caso del Secretario de Salud, Jorge Carlos Alcocer Varela que decidió pasear entre la gente como uno más, sin escolta, sin compañía; vestía zapatos oscuros desgastados, pantalón azul oscuro, común; chaleco gris, camisa azul y un saco normal; nada que sugiriera que en sus manos está la salud del pueblo, nada que demostrara superioridad, por el contrario, a petición de la gente cuando fue descubierto entre la multitud, dio una breve entrevista y se fotografió con cuantos se lo pedimos mientras al pasar, la gente también lo descubría y le gritaba ¡Gracias!, ¡por usted me vacuné!, ¡Gracias por devolvernos la salud!, y más frases de ese tenor.

Una mujer muy humilde llamó mi atención, era bajita y delgada, vestía una falda floreada de percal, zapatos de plástico, camiseta a rayas y chaleco, en las manos tenía globos y ondeaba con ellos un par de banderines con la imagen del presidente y la leyenda en mayúsculas “Nuestro Presidente”, corría detrás de una mujer más joven que llevaba a un niño de siete u ocho años de la mano, buscaban lugar y llegaban tarde, el brillo en los ojos de aquella mujer de cabello blanco y despeinado llamó mi atención y las detuve unos momentos para pedir una foto, la mujer orgullosamente se paró muy derechita y formal para la foto y luego de esto, continuó corriendo su camino.

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Más tarde y a la salida del presidente la multitud gritaba en los de agradecimiento, vivas y frases cariñosas que se confundían. El informe fue escuchado respetuosamente, interrumpido por aplausos y nuevas vivas. El evento terminó con el himno nacional que fue cantado por todos los privilegiados que pudimos asistir y que a esta altura ya teníamos lágrimas en los ojos.

Ahora que escribo esto, me vuelven las emociones y las lágrimas, no todos los días se tiene el privilegio de ser testigo de la historia, de sentir esa energía de amor a un presidente que por primera vez es uno de nosotros y que sentimos tan cercano. La fiesta y el baile comenzaron cerca de las 20 horas, el zócalo vivió uno de los momentos más emotivos e históricos de los que tengo memoria. Lentamente las calles comenzaron a vaciarse, pero los corazones se quedaron ahí, clavados en Palacio Nacional.

Ese 1 de Diciembre, AMLO no estuvo solo y nosotros tampoco.

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