Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
Regeneración, 28 de enero de 2015.-El arte y la propaganda tienen una relación íntima. Particularmente en EE.UU. en la actualidad, donde las películas de guerra representan un género sagrado que muestra íntimamente a estadounidenses comunes y corrientes extraídos de la mundana clase media de EE.UU. y colocados entre los peligros de un campo de batalla extranjero donde se convierten en héroes de proporciones históricas.
La edición más reciente de este género, American Sniper [El francotirador], se centra en Irak. La cinta dirigida por Clint Eastwoood contiene todas las características esenciales del género bélico: el soldado protagonista tratado como personaje principal, el paradigma del bien contra el mal y la ilustración de este como implacablemente maligno, amenazante y empecinado en la destrucción de todo lo puro y civilizado.
El francotirador no desilusiona y presenta esa dañina dicotomía reforzada con los frívolos tópicos sobre los iraquíes y musulmanes que atraen masas de espectadores. Tantos que la película estableció un récord de taquilla durante su primer fin de semana, que continuará mientras la película se prolonga en su segunda semana.
Debatiendo sobre el arte
El cine es un arte, una expresión creativa no debería restringirse legalmente. Sin embargo, el arte tiene el potencial de incitar, particularmente cuando los malvados en un éxito de taquilla son rotundamente configurados, maliciosamente desvirtuados y presentados como los incorregibles oponentes de EE.UU. y de su héroe con su fusil.
En El francotirador, los iraquíes no son más que forraje y enemigos a quienes Chris Kyle abate implacablemente a tiros para imponer un parasítico patriotismo hacia el que un amplio sector de EE.UU. no solo siente atracción, sino que además se compromete a perpetuarlo.
Todos los iraquíes en la película son presuntos culpables. Y por lo tanto merecedores de la deformada justicia que Kyle está más que dispuesto a imponer una y otra vez.
Mientras las familiares imposturas en la pantalla son dañinas, la violenta reacción racista inspirada por El francotirador evidencia que la cinta equipa a los promotores del odio cada vez con más munición.
Y los objetivos son árabes y musulmanes, “cabezas de trapo” y cualquiera que se parezca a las caricaturas iraquíes en El francotirador.
El francotirador es mucho más que un estudio de carácter. El principal protagonista, Chris Kyle, es un estadounidense común y corriente, que personifica a conciencia el extremo desdén por los musulmanes, que es endémico –y se intensifica– en el EE.UU. actual. Además, Kyle ve su estadía en Irak como una oportunidad de vengar los ataques terroristas del 11-S, reduciendo el patriotismo a una vendetta sangrienta contra un populacho totalmente desconectado y disociado de ese ataque.
¿Estudio caricaturesco?
Esas ideas, y la visión del mundo del que surgen, no son solo las de Kyle. Más bien, mediante el posicionamiento del protagonista como un arquetipo, Kyle representa una posición basada en una grandiosa perspectiva, adoptada por un sustancial segmento de la población de EE.UU. Además, esos puntos de vista no se representan a través de un personaje trágico o un nihilista, sino de un héroe, vestido de combate, con un gorro de béisbol e interpretado por una estrella de Hollywood y rompedor de corazones, Bradley Cooper, quien considera su matanza indiscriminada de 255 “despreciables malvados salvajes” una cruzada política y espiritual.
A través de la mirada distorsionada de Kyle, el espectador también ve a los iraquíes como objetivos. Sea una madre cubierta por un velo, un joven muchacho o el ficticio rival Mustafá, la inquietante encarnación del mal que tiene como objetivo el fin de Kyle y de todo lo que representa.
Como arte y propaganda, El francotirador continúa la tradición del género del cine bélico. Pero, dentro del contexto de la considerable intolerancia antiárabe y antimusulmana en EE.UU., la película recuerda otra cinta épica críticamente aclamada pero racista, El nacimiento de una nación de DW Griffith, que, como paralelo de la dicotomía en El francotirador, convirtió en personajes destacados a los miembros del Ku Klux Klan mediante deplorables representaciones de estadounidenses negros. Subsiguientemente, llama a los espectadores a tomar las armas contra los malvados.
Como numerosas películas anteriores, El francotirador refunde a los iraquíes con árabes y musulmanes, “al-Qaida” y “yihadistas”.
Para Kyle y Eastwood, las distinciones sin irrelevantes. Volviendo a desplegar antiguas imágenes orientalistas, los iraquíes de la película aparecen, pobremente estructurados, como enemigos de los divinos demócratas y por lo tanto hay que acribillarlos metódicamente por el bien de Dios y la patria. Una creencia que, en el EE.UU. actual, es mucho más realidad que ficción.
Después del estreno de la cinta, el Comité Estadounidense Árabe contra la Discriminación (ADC) emitió una información a la comunidad y advirtió de un “significativo aumento de la violenta retórica del odio a las comunidades árabes y musulmanas estadounidenses”.
La información se publicó como reacción a la significativa cantidad de mensajes violentos contra los estadounidenses árabes y musulmanes después del estreno de la cinta El francotirador. Muchas de las amenazas se hicieron a través de los medios sociales.
Reacción violenta
Las amenazas propugnan el asesinato de estadounidenses árabes y musulmanes. Una llega a decir: “Excelente maldita película y ahora realmente quiero matar a unos malditos cabezas de trapo”. En otra amenaza, ahora eliminada, el usuario de Twitter Dex Harmon escribió: “El francotirador hizo que me entrasen ganas de ir a matar a algunos malditos árabes”, seguido por emoticones de tres pistolas.
La incitación al odio y ese tipo de amenazas no se deben ignorar. En su lugar, deben servir de señal de advertencia. Los discursos y la retórica de incitación al odio solo se seguirán sumando a la cultura de violencia, que llevará a más incidentes y más ataques. Particularmente dentro de un contexto ya maduro de odio antiárabe e islamofobia.
Las estadísticas reunidas por ADC, así como por el Centro Legal sobre la Pobreza del Sur, muestran que hubo un aumento del 50% de crímenes de odio contra árabes, musulmanes y los percibidos como árabes o musulmanes en EE.UU. El aumento está correlacionado con el comienzo de la controversia de la “Mezquita Zona Cero”, que seguramente se intensificará con la reacción interior y global contra árabes y musulmanes después del ataque a Charlie Hebdo.
Porque mientras existan la imaginería negativa y el odio permisible contra árabes y musulmanes, los miembros de las respectivas comunidades seguirán viviendo en un estado de constante temor de que podrían ser la próxima víctima de un crimen de odio. El precedente existe y la historia nos ha mostrado que a medida que la retórica empeora, la cultura de la imputación colateral y la perspectiva de violencia aumentan.
“El francotirador es arte. Pero también es munición. El derecho a la expresión creativa debería ser atemperado por la responsabilidad. De otra manera la película solo realiza lo que colocó a su personaje central en el centro de la atención pública, ataques indiscriminados contra árabes y musulmanes simplemente por serlo.
Lo que, esperamos que no sea el objetivo de la película.
Khaled A Beydoun es profesor asistente de derecho en la Escuela de Derecho Dwayne O. Andreas en la Universidad Barry. Es oriundo de Detroit.
Abed Ayoub es director legal del Comité Estadounidense Árabe contra la discriminación en Washington DC, y es oriundo de Detroit.