Yanis Varoufakis, el ministro de economía del nuevo gobierno griego de Syriza, es un «marxista libertario» de 53 años, profesor radical que hoy se ocupa de las finanzas de su país, rechazó el programa de austeridad impuesto por la Unión Europea y busca reducir su deuda. Aquí con Alexis Tsipras, primer ministro
Con información de BBC Mundo. 9 de febrero de 2015. Con su camisa de cuello abierto colgando fuera de su pantalón y un abrigo largo negro, Yanis Varoufakis podría pasar por una envejecida estrella de rock.
El nuevo ministro de Finanzas de Grecia está de gira por Europa, haciendo campaña buscando una reducción de la deuda de su país. Para la élite política y financiera del viejo continente, conocer a este «libertario marxista» de 53 años ha sido todo un choque cultural.
No le gusta la manera de hablar diplomática y cauta a la que los políticos están acostumbrados. Aquí presentamos una pequeña muestra de sus opiniones.
Sobre las condiciones de austeridad impuestas a Grecia
«Europa en su infinita sabiduría decidió enfrentar esta quiebra depositando el préstamo más grande en la historia humana sobre el más débil de los hombros… Lo que hemos estado teniendo desde entonces es una especie de tortura fiscal que ha convertido a este país en una colonia de deudores».
Varoufakis quiere permanecer en la zona euro
«Grecia está absolutamente, de manera irreversible, comprometida a permanecer en la zona euro», le dijo a CNN. «El problema es que una vez se está dentro, pasa como dice la letra de la canción ‘Hotel California’: puedes hacer el check-out cuando quieras, pero nunca te puedes ir».
Su punto de vista sobre la ‘troika’ – la UE, el FMI y BCE – que organizó el rescate de Grecia
«Un comité construido sobre cimientos podridos».
Sobre el trato diferente a los bancos en quiebra y a los estados en quiebra
«Muy notablemente, mientras que los estados insolventes enfrentan visitas de furiosos funcionarios del FMI y de la UE, son constantemente vilipendiados por la prensa ‘seria’ que los acusa de ‘despilfarro’ y ‘falta de seriedad’ fiscal; los bancos siguen recibiendo liquidez del BCE y los fondos estatales (más garantías) sin ningún compromiso. Sin memorandos, sin condiciones, ni nada».
El riesgo de ser cooptado
«Forjar alianzas con las fuerzas reaccionarias, como creo que debemos hacer para estabilizar la Europa de hoy, nos enfrenta al riesgo de ser cooptados, de echar por la borda nuestro radicalismo y cambiarlo por el cálido resplandor que ofrece el haber ‘llegado’ a los pasillos del poder».
El poeta Dylan Thomas inspiró a Syriza después de que ganó las elecciones
«La democracia griega escogió hoy no perderse lentamente en la noche. La democracia griega resolvió rebelarse contra la muerte de la luz».
Sobre los ricos y la élite política que mandaba en Grecia
«Vamos a destruir –le dijo a Channel 4– la base sobre la que se han construido década tras década un sistema, una red que se roba con saña la energía y el poder económico de todo el resto de la sociedad».
Estudió economía y matemáticas en Reino Unido en los años 70 y 80
«Me pareció (la economía) un tema tan taciturno, tan desesperantemente aburrido, tan dependientes de matemáticas mediocres. ¿Por qué estudiar aplicaciones irrelevantes de matemática de tercera categoría cuando yo podía estudiar matemáticas de primera calidad, estéticamente agradables y sin tantos problemas ideológicos? Por eso, inmediatamente pedí traslado a la Escuela de Matemáticas».
Enseñó en la Universidad de Sídney, donde no le gustaba el primer ministro de Australia, John Howard
«Ese pequeño hombre horrible».
Sobre Karl Marx
«En verdad, Karl Marx fue el responsable de la elaboración de una perspectiva del mundo en el que vivimos, desde mi infancia hasta el presente. No es algo sobre lo que me ofrezco a hablar mucho en estos días, porque la sola mención de la palabra que comienza con ‘M’ hace que la audiencia te rechace».
El legado de Margaret Thatcher
«Lo único que surgió del thatcherismo fueron los vividores, la excesiva influencia de lo financiero, el triunfo del centro comercial sobre la tienda de la esquina, el fetiche en torno a la vivienda y… Tony Blair».
Antes de la crisis financiera, los griegos pensaban que la fiesta nunca terminaría
«El griego promedio se había convencido a sí mismo de que Grecia era excelente. Mejor que el resto. No solo habíamos llegado al centro de Europa, sino que éramos mejores que los alemanes austeros, los petulantes franceses, los italianos frívolos, los rígidos británicos. Debido a nuestra excepcional ‘astucia’, Grecia estaba logrando combinar la diversión, sol, el ‘xenychti’ (la fiesta nocturna) y el crecimiento del PIB más alto de Europa».
Acerca de los riesgos de pasar de ser profesor universitario a político
«Sé que corro el riesgo de que subrepticiamente me guste la sensación de haberme vuelto ‘aceptable’ en los círculos de la ‘alta sociedad’. El sentido de autosatisfacción al ser agasajado por los grandes y poderosos comenzó, en ocasiones, a meterse dentro de mí. ¡Y qué sensación tan fea, corruptora y corrosiva que fue esa!».
¿Y cuándo notó por primera vez esa influencia «corruptora»?
«Mi punto más bajo llegó en un aeropuerto. Una empresa de mucho dinero me había invitado a dar un discurso sobre la crisis europea y había puesto la suma ridícula necesaria para comprarme un tiquete de primera clase.
«Cuando volvía a casa, con el cansancio acumulado después de haber tomado varios vuelos, pasé junto a la larga fila de pasajeros de clase económica esperando para entrar al avión. De repente me di cuenta, con gran horror, lo fácil que era para mi mente infectarme con la sensación de que yo tenía el ‘derecho’ de saltarme la fila de la plebe».
Varoufakis, el griego
Este jueves, Yanis Varoufakis leyó un discurso preparado, algo inusual en un economista al que le gusta improvisar sus actos públicos. Ese día celebraba su primera reunión con el ministro de Finanzas alemán y, pese a la importancia del encuentro, nadie esperaba avances en la negociación sobre la deuda. Eso fue lo que ocurrió: Varoufakis ni siquiera admitió que sus países estuvieran de acuerdo en no estar de acuerdo. Dada esta falta de consenso, los ministros de Finanzas no tenían nada interesante que decir a los periodistas allí congregados. Pero la expectación era máxima y algo tenían que anunciar.
Junto al frágil Wolfgang Schäuble (72 años) el bronceado y musculoso Varoufakis parecía aún más joven que los 53 años que reflejan su biografía. El griego empezó a leer su discurso, esculpido con esmero. Y allí, en pleno corazón de Berlín, junto a un hombre que ha sido diputado del Bundestag desde 1972, el griego se puso a hablar de nazis.
Fue la última provocación del político de moda en Europa. Días antes, se había plantado en Downing Street con un look propio de un motero como él: una camisa azul eléctrico cubierta por un chaquetón de cuero negro. De golpe, todos los focos se posaron sobre este hombre con facciones de matón de cine que ha robado todo el protagonismo a Alexis Tsipras, su jefe en Syriza. Incluso han hecho fortuna unas camisetas con un pícaro juego de palabras con su apellido: «Varoufucker» («Varoufollador»).
Varoufakis no es un político, sino un reputado economista. Su especialidad siempre ha sido la teoría de juegos: el estudio de la toma de decisiones estratégicas. Nacido en Atenas el 24 de marzo de 1961, estudió matemáticas, estadística y economía en Essex (Reino Unido) y, tras trabajar en Cambridge, se mudó a Sidney a dar clases. Pasó allí 11 años, se nacionalizó australiano, se casó y luego, por alguna misteriosa razón, decidió volver a Grecia.
Como científico es muy respetado por sus compañeros de la Universidad de Atenas, pese a que sus controvertidas ideas cuestionan pilares básicos de la teoría económica. Sus colegas de la época le describen como cordial y curioso. «Era un profesor muy energético», dice Thodoris Papageorgiou, uno de sus ex alumnos. «Animaba a que discutiéramos sus ideas y era muy cercano a los alumnos. Escribía su número de móvil en la pizarra para que le llamáramos cuando quisiéramos».
Varoufakis dejó la universidad en 2012, cuando pidió una excedencia para trabajar en Valve Corp, una excéntrica empresa de videojuegos en Seattle (EEUU). Allí, como «economista en jefe»,realizó investigaciones sobre tipos de cambio y déficits comerciales en economías virtuales.
Lo que demuestra esta alambicada trayectoria laboral es simple: Yanis Varoufakis no es un político. Pese a sus instintos aventureros, nunca ha sido nada más -y nada menos- que un académico. Entonces, ¿cómo acabó en el corazón de la negociación política más compleja que se recuerda en Europa? Esa es una historia interesante: una historia sobre un blog, una casa de verano y una ambiciosa obsesión.
A muchos políticos les gusta rodearse de gente inteligente y expertos consejeros. Eso ocurrió con Varoufakis, asesor de George Papandreu entre 2004 y 2006, durante sus primeros años como líder de los socialdemócratas del PASOK. Abandonó el puesto defraudado y desilusionado y, desde entonces, no ha parado de criticar la falta de organización y pensamiento estratégico de Papandreu.
Uno esperaría que, tras esta experiencia, Varoufakis no querría meterse en política de nuevo. Pero, entonces, pasó algo inesperado: la economía griega implosionó.
En 2010, George Papandreu, ya primer ministro, anunció que el país pediría un rescate de la UE, el BCE y el FMI: la odiada troika. Aquel cataclismo llevó a una deuda de 240.000 millones de euros, una oleada de recortes sociales y un terremoto político que ha alterado radicalmente el sistema de partidos griegos. Otro resultado de aquella crisis fue que Varoufakis empezó a bloguear.
Entre el 30 de marzo de 2010 y el 16 de diciembre de 2014, publicó 263 entradas en Protagon, una influyente web de opinión. La mayoría de sus escritos versaban sobre la crisis y las políticas de los principales actores europeos (Grecia, Alemania, la troika). Y, especialmente, sobre lo que deberían estar haciendo para arreglarla.
Del aula a las tertulias
Escritos en un estilo conciso y accesible, sus posts empezaron a llamar la atención. De pronto, su audiencia se expandió más allá de sus compañeros economistas. Empezaron a llamarle a tertulias y estas comparecencias aumentaron aún más su club de fans. Él era el tipo que hablaba con un tono claro, que daba bien en cámara, que sonreía a menudo y, sobre todo, que sabía de lo que opinaba. Fue un hit inmediato. Sus artículos en Protagon y en la revista Lifo acumularon lectores. Y su Twitter se llenó de seguidores.
La pieza central de su blog era su «plan maestro» para acabar con la crisis europea. Sus propuestas las recopiló en un documento titulado Una propuesta modesta para superar la crisis europea (2011). El texto, cofirmado con el economista Stuart Holland, detalla un plan para que la deuda de los países más débiles se absorba en el seno de la UE, mediante una unión fiscal más intensa.
Su idea suscitó el escepticismo de algunos de sus colegas que repasaban su prolífica escritura (dos o tres textos larguísimos a la semana) con precaución y, según me contó uno de sus colegas, «bastante extrañeza». Pero sus lectores no paraban de crecer y él decidió incorporarse a un proyecto en pleno auge: en 2012, sus ideas sobre la reestructuración de la deuda se convirtieron en un pilar del programa de Syriza.
En verano, el líder de la formación izquierdista, Alexis Tsipras, suele pasar unos días en la casa de un amigo en la isla de Aegina. Adivinen quién tiene otro chalet allí: Danae Stratou, la mujer de nuestro protagonista. Los Tsipras y los Varoufakis han pasado al menos un verano juntos en Aegina: mientras los niños jugaban, los adultos hablaban sobre el futuro de Grecia.
En Varoufakis, el líder de Syriza encontró una voz prominente que defendía la línea populista de su partido: que el problema griegodebía resolverse a nivel europeo y que había que abandonar la política de austeridad. Syriza añadió las propuestas de Varoufakis a su programa y él se acercó al partido, pero sin asumir ningún cargo institucional.
Rechazó con bastante vehemencia la propuesta de que entrara en las listas de las generales de 2012 o las europeas del año pasado. En 2015, sin embargo, las cosas habían cambiado. Esta vez, no se jugaba un simple escaño parlamentario, sino que Syriza tenía claras posibilidades de formar gobierno, así que Varoufakis tendría una oportunidad de negociar su plan anticrisis con los líderes europeos. ¿Cuántos economistas tienen un privilegio así? Él, desde luego, no iba a dejarlo escapar.
Aquí volvemos a su comparecencia del jueves junto a Wolfgang Schäuble. Allí, en Berlín, dijo que Grecia necesita un «programa puente» para darle tiempo a negociar un nuevo trato con sus acreedores. Pero esto fue después de que hablara de los nazis: «Esta noche, cuando vuelva a casa, me encontraré con un país en el que la tercera fuerza política no es un partido neonazi, sino uno nazi».
Supuestamente, su intención era conmover a los alemanes, un pueblo que, según él, se encontró en una situación parecida a la de los griegos hace más de 80 años. Queda por ver si fue una idea brillante o desastrosa. En todo caso, la estrategia de Varoufakis parece improvisada sobre la marcha: si en una reunión parece agresivo y confiado, en la siguiente se muestra amable y conciliador.
Los griegos aún parecen dispuestos a confiar en su nuevo gobierno. Pero las primeras críticas contra Varoufakis se centran en tres aspectos (o cuatro, si contamos su dudoso gusto indumentario): que no es un político, que sus prioridades están equivocadas y que su narcisismo va a provocar problemas.
Varoufakis, que se autodescribe como un «marxista liberal», no es un miembro de la nomenklatura de su partido. Ha ganado credibilidad al convertirse en el diputado más votado del Parlamento en las elecciones de enero: 137.000 votos en la segunda circunscripción de Atenas. También tiene el apoyo incondicional de su líder, algo crucial en un partido repleto de comunistas. Pero, claramente, no es uno de ellos. «Si no consigue un pacto satisfactorio, es el cabeza de turco ideal», dice un veterano político.
También hay críticas hacia sus controvertidos rasgos de personalidad. La palabra «narcisista» sale a menudo en las charlas con gente que ha trabajado junto a él. Suelen describirle como un hombre amable, empático, pero al que le gusta demasiado el sonido de su propia voz y disfruta cuando todos los focos se vuelcan sobre él.
Su biografía reza lo siguiente: «Considera que su mayor logro fue que el gobierno australiano aprobara una enmienda para que la radio estatal cancelara su programa semanal». Se refiere a unincidente que supuso su expulsión de la radio SBS por «promover estereotipos negativos sobre los judíos». Incluso escribe su nombre de forma incorrecta con una sola ene (la ortografía habitual es «Yannis») por «motivos estéticos». Claramente, Varoufakis es un hombre que dedica mucho tiempo a pensar en sí mismo.
De todas formas, quizá sea el hombre ideal para este trabajo. Indudablemente, es un tipo brillante, que sabe de lo que habla. Hay pocos griegos con un conocimiento profundo de la economía, que utilicen el inglés con tanta soltura y, sobre todo, que posean su chulería innata, muy popular entre los vapuleados griegos. Y hay otros dos factores a tener en cuenta.
El primero, es la «modesta propuesta» que está negociando. Como economista teórico con un plan entre manos, tiene unaoportunidad única en la vida de convertir una parte, aunque sea pequeña, en realidad.
¿Y la segunda? Bueno, Varoufakis está inmerso de una negociación. ¿Recuerdan cuál es su especialidad? La teoría de los juegos: es decir, el estudio de la toma de decisiones estratégicas.Los griegos cruzan los dedos para que la constante mueca de sonrisa de Yanis Varoufakis indique una realidad. Que sabe lo que está haciendo.
Sus dos mujeres… y su hija ‘perdida’
Hace justo una década, Varoufakis vivió el año más duro de su vida. La catástrofe le sobrevino meses después del momento más feliz: el nacimiento de su hija Xenia, que tuvo con su primera esposa, una australiana de origen heleno. Cuando la niña aún no había cumplido un año, en 2005, la madre decidió volver a Australia y se llevó a su hija «por razones que ahora reconozco como legítimas», explica el economista en su página web. Xeniaes uno de los pilares de su vida. Habla todos los días con ella a través de Skype. Este viernes se le vio pegado al teléfono durante una sesión parlamentaria. No llamaba la ‘troika’, sino la niña, su «mayor crítica», según dijo el mismo Varoufakis en Twitter..
Unos pocos meses después de la ruptura conoció a su actual esposa, la artista conceptual Danae Stratou. Divorciada y con dos hijos, se trata de una artista de renombre en Grecia que proviene de una familia prominente del sector textil. Su suegro, Faedon, ha causado polémica en los últimos días al calificar como «una parodia» la toma de posesión del primer ministro Alexis Tsipras por el rito civil, algo inédito en Grecia.
La vida de Varoufakis junto a Stratou ha estado llena de estímulos. Juntos han recorrido el mundo, visitando los siete muros divisores del planeta en lugares como Kosovo, Pakistán, México, Irlanda del Norte o Etiopía. El hoy ministro combinó sus viajes con su cargo como asesor del ex primer ministro socialista Yorgos Papandreu, hijo del ex ministro Andreas Papandreu, quien le había recomendado a la Universidad de Essex.
Más tarde se convertiría en un ferviente crítico del ex líder heleno, que pidió el rescate europeo en 2010. ¿Quién es el hombre de camisas ceñidas, cabeza rapada y sin pelos en la lengua del que todos hablan? Su vida parece ser tan llamativa como su aspecto físico.
Nació en Atenas hace 53 años, su padre es ingeniero químico y ejerció de profesor universitario y presidente de una de las mayores empresas siderúrgicas de Grecia. Fue encarcelado por sus ideales de izquierda a finales de los 40. El nuevo ministro de Economía cultivó su ética desde la cuna. Creció en Paleo Faliro, cerca del mar, una de sus grandes pasiones. Solía bañarse en invierno junto a su progenitor. Ya desde pequeño mostró cierta rebeldía y se enfrentó a un profesor de su colegio por su insistencia en escribir su nombre con una sola ene. El empeño le costó alguna bronca, pero salió victorioso. No fue, sin embargo, el típico adolescente apuntado en las oficinas de un partido. Hizo su activismo a través de la música: llevaba el pelo largo y tocaba en una banda de rock.
«Varoufakis es abierto de mente, colaborador, pragmático y se puede confiar en él», explica James Galbraith, economista de la Universidad de Texas y ex colega del ministro. El año 2006, poco después de que su hija se marchara, fue el momento de su despegue profesional.
Varoufakis predijo la Gran Recesión dos años antes de su explosión, tanto en Grecia como en el resto del mundo. Desde entonces es comentarista habitual de cadenas como la BBC o la CNN. También ha realizado documentales y estudios de su país. Escribió su obra cumbre, ‘El Minotauro global’, sobre la crisis griega, en 2011.
Un año después decidió aceptar un trabajo en la Universidad de Texas (Estados Unidos). Su salario en Grecia había sido recortado y además algunos miembros de su familia habían recibido amenazas de muerte por sus palabras contra la oligarquía y los escándalos de los banqueros.
«Si alguien puede convencer a los acreedores de Grecia para renegociar la deuda es él», dice su colega James Galbraith. «Comprende las realidades financieras y los intereses legítimos, o limitaciones políticas, que afronta el otro lado».