La apuesta del Azcárraga del siglo XXI, los llamados reality shows. Montajes televisivos que explotaban la emoción de atestiguarlo todo en tiempo real y la ilusoria posibilidad de poder influir en el resultado.
Por Miguel Martín Felipe
RegeneraciónMx, 24 de julio de 2022.- En 1978, el régimen pinochetista, con la implementación del neoliberalismo por primera vez en Latinoamérica, había logrado enriquecer a la clase empresarial chilena y al mismo tiempo acentuar la pobreza de los estratos sociales más bajos. Sin embargo, y como sucede dentro de la administración de empresas o management, la forma básica de proceder para la administración pública capitalista; el flagelo social de la pobreza se vio como un área de oportunidad. Con la anuencia del general que había llegado al poder perpetrando un brutal golpe de Estado en 1973, el conductor televisivo Mario Kreutzberger, mejor conocido como don Francisco, organizó una colecta televisiva bajo el modelo estadounidense de “teletón”. Durante el show, en el que lo más selecto del star system chileno del momento atendería personalmente llamadas telefónicas en tiempo real, los ciudadanos más pudientes y las empresas donarían cantidades de dinero para un fondo de ayuda a los desposeídos. El principal atractivo tras bambalinas que convirtió La Teletón de Chile en toda una tradición, fue la posibilidad de que a las grandes empresas se les condonaran el IVA y el ISR, impuestos que nunca les había hecho gracia pagar.
1997 fue un año crucial para Televisa. Como se consignó en la entrega anterior, había ya pasado un año desde que en 1996 se hiciera un importante esfuerzo por darle espectacularidad a la ceremonia guadalupana con el fin de acallar el ruido que habían generado las declaraciones del abad Schulenburg con respecto a la veracidad histórica de la existencia de Juan Diego. Sin embargo, fue a inicios de 1997 que, orillado por su inminente muerte debido al cáncer de páncreas, Emilio Azcárraga Milmo, el ‘tigre’, había dejado la empresa en manos de su hijo homónimo de segundo apellido Jean. En la entrevista que le concedió en California a Jacobo Zabludovsky, que más bien fue la ceremonia de entrega de la televisora a Azcárraga Jean y Guillermo Cañedo White, el ‘tigre’ dijo que se dedicaría a la investigación sobre los satélites y Televisa nunca iba a dejar de atender a las clases populares. Murió el 16 de abril del mismo año a bordo de su yate en aguas internacionales adyacentes a la costa oeste de EEUU.
Para diciembre de 1997, Azcárraga Jean decidió apostar por una forma distinta de espectáculo de masas como agente cohesionante. Se abandonó —al menos por ese año— la tradición de las mañanitas a la Virgen de Guadalupe y se implementó El Teletón. Con un formato parecido al de Chile, pero con algunas diferencias. No había presencia de estrellas contestando llamadas, pero sí se solicitaban donaciones en tiempo real para llenar una laguna asistencial del Estado: el apoyo a niños con discapacidad. Dos días de maratón televisivo con actuaciones en vivo de múltiples cantantes, comediantes y conductores, empezando la transmisión en un foro y culminando en el Estadio Azteca como marco pletórico. Igualmente se atestiguaba un desfile de empresas privadas que quedaban como heroicas organizaciones filantrópicas que “se preocupaban por los niños de México”.
En 2010, la fundación Teletón, de cuya mesa directiva llegó a ser miembro el propio Claudio X. González, reportó que a la fecha habían sumado más de 3 mil millones de pesos producto de las recaudaciones. Se habla de exenciones de impuestos al igual que en Chile. En un informe de la Auditoría Superior de la Federación se señalaban «Áreas de Opacidad y Riesgo del Estado Federal Mexicano: Oportunidades y Mejoras», pues el Estado había gastado 679 mil 691 millones de pesos en devolución de impuestos a los donatarios de la noble iniciativa entre 2000 y 2010.
Esa era la apuesta del Azcárraga del siglo XXI, los llamados reality shows. Montajes televisivos que explotaban la emoción de atestiguarlo todo en tiempo real y la ilusoria posibilidad de poder influir en el resultado. El Teletón de Televisa, con su cobertura invasiva gracias a acuerdos con la mayoría de canales de televisión y estaciones de radio, capitalizó la compasión del pueblo mexicano y explotó la imagen de los niños con discapacidad hasta extremos inmorales solo para hacer correr al público a las sucursales de Banamex abiertas las 24 horas para el evento y luego regresar a casa emocionados para ver a Marco Antonio Regil y Lucerito gritar a coro la cifra final de recaudación, mientras ponían a aplaudir a niños que ignoraban estar siendo utilizados.
El espectáculo era tan efectivo que un sector importante de esas clases populares a las que los Azcárraga decían atender con sus contenidos, se volcaba en apoyo a los niños con discapacidad y olvidaba que durante el resto del año sus comediantes favoritos hacían escarnio de adultos con discapacidad y fomentaban el bullying contra todo aquel que fuera diferente.
En la próxima entrega recordaremos cómo Televisa poco a poco fue apostando por reality shows aspiracionales, cada vez más absurdos, que increíblemente lograban crear legiones de fans y seguir con la estrategia de control de masas para que el entretenimiento mantuviera las mentes de la población de clase media y media baja lo suficientemente ocupadas como para no interesarse en la realidad social y política del país.
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