Regeneración, 11 de noviembre 2015.- Cuando Karla Jacinto tenía 12 años de edad se enamoró de un hombre que la atrajo con palabras amables y un Firebird Trans Am color rojo.
El hombre, muchos años más grande que ella, ganó su confianza en cuanto le aseguró que de niño había sido abusado. Karla venía de una familia disfuncional, en la cual, un pariente cercano había abusado sexualmente de ella desde los 5 años. Así que confió en él.
El hombre de 22 años, logró que Karla fuera a vivirse con él, después de que la madre de la niña no le abriera la puerta. Y así empezó la tortura y explotación sexual que la joven recibiría durante los próximos 4 años.
La primera vez que el le planteó que era proxeneta, se la llevó a Guadalajara en donde la obligó a tener relaciones con 20 hombres diferentes todos los días de la semana.
A partir de ahí, sería llevada diversas ciudades y forzada a aumentar el número de “clientes” a treinta por día.
Además de la violencia sexual contra ella, vendría aún más tortura psicológica, primero a golpes cuando un hombre le dejó un chupetón, su “pareja” le dio una golpiza por “enamorarse” de un cliente. A la edad de 15 años, dio a luz a un bebé que serviría para forzarla a seguir con su “trabajo” bajo amenaza de lastimar a su hijo.
Fue liberada en 2006 durante una operación contra el tráfico de blancas en la Ciudad de México. Para entonces, según cálculos de la joven de ahora 23 años habría tenido relaciones sexuales de manera forzada alrededor de 43, 200 veces.
Actualmente, es una defensora contra el tráfico de personas.
Su testimonio ha sido utilizado como evidencia en apoyo a la H.R. 515 o Ley de Megan que obliga a las autoridades estadounidenses a compartir información relacionada a ciudadanos estadounidenses que son depredadores sexuales de menores, cuando estos viajan al extranjero.
Desafortunadamente, este es sólo un caso de los cientos que existen en México de tráfico sexual de menores, la mayoría de estos encubiertos por parte de las autoridades policíacas y políticas. Recordemos los casos descritos por Lydia Cacho en el libro Los Demonios del Edén, en el cual se denuncia la confabulación política económica para la preservación de este delito.