Seguro toda esta homofobia mexicana fue para Juan Gabriel el factor primordial para jamás declararse públicamente como gay.
Por Jorge Saavedra, embajador de AIDS Healthcare Foundation y ex Director del Centro Nacional para Prevención y Control del SIDA.
Regeneración, 5 de septiembre de 2016. Si hace 45 años México hubiese sido un país libre de homofobia, no cabe duda que la vida, la obra y las letras de las canciones de Juan Gabriel hubiesen sido distintas, tal vez se hubiese casado con su novio a finales de los setentas u ochentas, no digo que su canción «Querida» se hubiese llamado «Querido» porque no rimaría fácilmente con la palabra «herida», pero les hubiese compuesto y cantado a hombres y mujeres por igual sin tener que modificar la letra para que no fuesen a pensar que se la estaba dedicando a un ser amado de su mismo sexo.
En un país en donde en los estadios de futbol le gritan masivamente «puto» al jugador del equipo contrario, en donde desde hace siglos el rechazo y discriminación social y familiar a los homosexuales se ha manifestado, en donde los crímenes de odio por homofobia no se investigan, en donde llamadas o amenazas de los obispos y cardenales son suficientes para que los líderes del PRI en las cámaras de diputados y senadores quiten la prioridad a una iniciativa presidencial sobre matrimonio igualitario, seguro toda esta homofobia mexicana fue para Juan Gabriel el factor primordial para jamás declararse públicamente como gay.
Para muchos activistas LGBTI siempre fue una pena que Juan Gabriel nunca hubiese apoyado ese movimiento, ni siquiera en los ochentas y noventas cuando decenas de hombres gay primero y miles después morían a causa del SIDA por falta de medicamentos; las organizaciones de trabajo en SIDA no podían acudir a él y mucho menos pedirle que fuese él su vocero en la causa, porque simplemente él no estaba interesado. Sin embargo, Juan Gabriel sí fue un activista gay, pero a su manera; no había ni ha habido un cantante mexicano de su nivel, capaz de manifestarse con sus movimientos y actitudes como para que a nadie le quedase duda que él era gay. Cuando en una entrevista con Univisión le preguntaron si era gay, su respuesta fue «lo que se ve no se pregunta» y por supuesto que no era necesario preguntarle, él lo transpiraba, pero ante todo lograba que a millones de mujeres y hombres eso no les importase e incluso que montones se olvidaran temporalmente de su homofobia y tararearan, bailaran, cantaran sus canciones, compraran sus discos, hasta pagaran por verlo y al final le aplaudieran a rabiar.
Tal vez muchos hubiésemos querido que Juan Gabriel fuese nuestro Elton John, quien también como exitoso cantautor es famoso por sus espectáculos, que al igual que los del Divo de Juárez eran coloridos y llenos de lentejuelas, pero que, a diferencia de Juan Gabriel, decidió salir públicamente del clóset, anunciar su matrimonio con su pareja sentimental, David Furnish, y crear la Fundación Elton John dedicada a apoyar los derechos gay y luchar contra el SIDA en el mundo. Eso nunca lo hizo Juanga, quien prefirió crear una fundación para apoyar a los niños desamparados, algo que por supuesto reporta una gran simpatía social en un mundo heterosexual.
De cualquier forma muchos activistas y no activistas gay mexicanos, sobre todo los que hace años escondidamente asistíamos a lugares clandestinos de reunión gay, a los cuales teníamos que llamar en palabras clave como «lugares de ambiente», le agradecemos a Juan Gabriel el habernos compuesto el «Noa Noa», donde todo era diferente.