Por: Jesús Ramírez Cuevas
De la estirpe de los poetas indignados
Un pájaro vivía en mí.
Una flor viajaba en mi sangre.
Mi corazón era un violín.
Quise o no quise. Pero a veces me quisieron.
También a mí me alegraban:
la primavera, las manos juntas, lo feliz.
¡Digo que el hombre debe serlo!
Aquí yace un pájaro.
Una flor.
Un violín.
(Epitafio, Juan Gelman).
Se fue Juan Gelman, de poeta los poetas vivos, el más grande en lengua española en este momento. El poeta argentino murió el 14 de enero de 2014, a los 83 años, en la Ciudad de México, lugar que lo acogió desde los años 70 que comenzó su exilio.
Juan Gelman fue un poeta profundo y comprometido, de un estilo brillante y creativo, perteneció a la estirpe de los poetas indignados, de los escritores comprometidos con su tiempo. Fue reconocido con los premios Cervantes, el más importante en lengua española, el premio Juan Rulfo. el Reina Sofía, entre otros.
En 1955 fundó el grupo “El pan duro”, integrado por jóvenes poetas militantes comunistas que publicó el libro Violín y otras cuestiones. En 1963, durante la presidencia de José María Guido, fue encarcelado con otros escritores. Al ser liberado se vinculó con el peronismo revolucionario, conformando el grupo Nueva Expresión y la editorial La Rosa Blindada.
Formó parte de la organización guerrillera Montoneros. El golpe militar del 24 de marzo de 1976 lo encontró fuera de su país, denunciando internacionalmente la violación de derechos humanos en Argentina. Salvo una breve entrada clandestina, permaneció exiliado.
El poeta sufrió persecución política y la pérdida de sus hijos Nora Eva y Marcelo Ariel, y de su nuera María Claudia, quienes fueron secuestrados. Claudia se encontraba embarazada de siete meses. En 1978 Gelman supo que ella había dado a luz en cautiverio.
Luego de interminables pesquisas, cartas a políticos indolentes, manifiestos y misivas de apoyo de amigos y simpatizantes, además de infinitos laberintos burocráticos, Juan Gelman pudo encontrar y conocer a su nieta María Macarena.
El 7 de enero de 1990 el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó los restos de su hijo Marcelo, encontrados en un río de San Fernando (Gran Buenos Aires), dentro de un tambo lleno de cemento. Se determinó también que había sido asesinado de un tiro en la nuca. Hasta el final el poeta luchó por encontrar los restos aún desaparecidos de su nuera María Claudia Iruretagoyena.
Claro que hay luchas –jubilados, maestros, por ejemplo- y guardianas de la memoria –las Madres, las Abuelas, las organizaciones de derechos humanos- y pocas conciencias individuales insobornables. Pero la relación orgánica entre luchas, guardianas y conciencias es muy tenue. Gracias a eso, los asesinos y los corruptos pasean por la calle y los pasillos de la Casa Rosada con total impunidad (Gelman, “¿Qué pasa?”, Prosa de prensa).
En su intensa vida política y de lucha, la poesía siempre estuvo presente, como memoria y consuelo, según afirmaba. Entre sus libros destacan Citas y comentarios (1982), Hacia el Sur (1982), La junta luz (1985), Interrupciones II (1986), Com/posiciones (1986), Eso (1986), Anunciaciones (1988), Carta a mi madre (1989), Valer la pena (2001), País que fue será (2004), Mundar (2007) y El emperrado corazón amora (2011).
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Juan Gelman también fue un periodista destacado. Desde mediados de los años 60 incursionó en el periodismo: fue jefe de redacción de la revista Panorama, secretario de redacción y director del suplemento cultural del diario La Opinión, secretario de redacción de la revista Crisis y jefe de redacción del diario Noticias.
En el exilio, sus crónicas y escritos periodísticos de Gelman se publicaron en diarios como Página 12 en Argentina y La Jornada, en México. En algunas de esas crónicas alude al compromiso social y político que compartió con otros escritores argentinos. En el libro Prosa de prensa, una selección de sus escritos, Gelman publicó “La clara dignidad”, en la que aborda el tema de la “dignidad política” a partir del ejemplo de sus compañeros, los escritores Francisco Urondo, Rodolfo Walsh y Haroldo Conti. Tres escritores, escribió, que “sabían lo que arriesgaban, la vida y, lo peor, todos los alrededores amados de esa vida. Los empujaba el ansia de poner fin a la indignidad […] porque esa indignidad impuesta ensuciaba su clara dignidad”.
Todos ellos eran escritores, intelectuales comprometidos que compartieron la militancia política y perdieron la vida en la lucha armada contra la dictadura argentina. Gelman sufrió la pérdida de sus hijos, asesinados por la dictadura, como el escritor Rodolfo Walsh.
En “La clara dignidad” justificaba la legitimidad de la lucha armada y la vida de esos escritores implicada en el compromiso ético y estético, “fieles a la sangre como letra y al revés”:
Tomamos las armas para defender la dignidad, la seguridad nacional, la democracia, la soberanía, los fuegos, los aires, los milagros y misterios del pueblo. […] [Ellos, Urondo, Walsh y Conti] apostaron la vida a favor de esos jugos. Lo hicieron desde que empezaron a escribir. Murieron por contrarias circunstancias, fieles a la sangre como letra/ y al revés.
En el camino que une la creación artística y la intervención del artista en la vida del mundo, Gelman expresa:
Tal vez entendía –como Francisco Urondo, Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Miguel Ángel Bustos y tantos- que arriesgar su pellejo tenía relación con los riesgos del arte. Se ha empobrecido el individualismo, más entretenido hoy en egoísmos y mezquindades que ocupado en la aventura y la audacia en el pensar (“Cellini”, Prosa de prensa).
Gelman da cuenta de la significación de la lucha que encarnaron Conti, Walsh y Urondo. A partir de ello, habla de sus contemporáneos: “Mi contemporáneo es ese, ese anónimo, ese pastor, esa amada, y vos, Rodolfo, paco. y aquella oscura fuerza de vivir”.
“No conozco el miedo”, escribió Gelman citando a Cellini y en diálogo literario, le responde diciendo que él conocía el “color de la dignidad y la aventura humana”. Así pensaba el poeta de los indignados y esperanzados. Hasta siempre Juan.