Fabrizio Mejía Madrid se fue al Zócalo a dormir con los maestros. Entró encorvado a una tienda de campaña y compartió su suerte, el arroz en plato de cartón y el cigarro que disipó los malos olores. Escuchó al profesor de Huejutla, Hidalgo, José Luis Alcántara Ramírez, quien le dijo:
¿Nos van a quitar los trabajos con el argumento de que no pasamos un examen que quién sabe quien inventa? Nosotros sabemos cosas que no pueden evaluarse: si una cosecha necesita nitrógeno, porque el maíz tiene las hojas amarillas; si va a llover, porque la Luna está curva; si hay que hablar con un padre de familia, porque le pega a su esposa y el niño va bajo en calificaciones. ¿Eso se puede poner en un examen?
Fabrizio cabe bien en una tienda de campaña y aguanta todas las tempestades. No sólo las aguanta, las busca. Así sus libros, Disparos en la oscuridad, Nación TV, provocan la misma ira que ahora desatan los maestros.
Desde sus pequeños actos de desobediencia civil, Fabrizio pasó a la gran desobediencia y ahora está aquí, mojado hasta los huesos, al lado de los maestros. Todos los días, desde el 8 de mayo de 2013, amanece al encuentro de otro país, se topa con la prepotencia y la imbecilidad de las Ladies y los Mirreyes y confirma que “los pobres no deberían siquiera de existir, menos hacerse visibles. Estorban, habría que recogerlos como basura. Como dijo una de las tantas hijas del presidente Peña, “son prole”. El pelado
, el naco
, “la prole”. Toda una tradición del desdén. Y, del lado de las dirigencias sindicales, acaso la tentación sea negociar con el país de los poderosos, aprovechando la fuerza de ése otro país, el de los pobres. Puede ser o no. Depende de los cálculos de los políticos”.
Los maestros satanizados defienden sus derechos laborales en medio del cochinero
no sólo de su plantón y el cierre de las calles, sino el del Senado con sus integrantes de pura gente decente que –en lo oscurito y en sedes alternas– avaló con 102 votos en favor y 22 en contra, la Ley del Servicio Profesional Docente. Reprímanlos, desalójenlos, ¿dónde está la autoridad?
Miguel Ángel Mancera se mantiene incólume, aunque las presiones de un país enfermo por corrupto, son apabullantes. El país se derrumba, 13 mil 775 homicidios no son herencia de Calderón, sino de los años del actual gobierno: 2012 y 2013. En los estados, los maestros y algunos padres de familia toman casetas, obstruyen carreteras y aeropuertos ante el enojo de los viajeros, bloquean el tráfico, distribuyen volantes y sus marchas estigmatizan a la ciudad. La CNTE (que no es el SNTE de Elba Esther Gordillo) no tiene un dirigente aparente y son varios quienes dialogan con las autoridades.
Vuelvo a Fabrizio Mejía Madrid maloliente y todo cubierto de piquetes de pulgas que después del Zócalo “se enfila hacia la calle de Madero para salir de ese país y encontrar al otro. Los dos son igual de injustos. En la radio dicen que los maestros “lavan dinero”, o que provocan la incautación del derecho –tan vanagloriado desde tiempos de Zabludovsky en Televisa– a la circulación; como si el derecho a la manifestación y a protestar contra una reforma que puede cambiar toda una vida fuera equivalente a llegar una hora tarde al trabajo. En la televisión se pide la represión contra los maestros con la urgencia de que constituyen –honor que les hacen– un desafío al Estado mexicano
.
¿Quién se ha sentado a oírlos? ¿Habrá otros Fabrizios Mejía Madrid que se sienten con ellos? Las historias personales regresan a su pluma y Monsiváis las aplaudiría. ¿Cómo son los maestros? Gracias, Fabrizio por enseñarnos que no están victimizándose y que su desafío es más sonoro que la lluvia.