La clase dominante paga bien el apoyo, abriendo las puertas a estos intelectuales, autonombrados “liberales”, a la élite del poder mundial.
Por Aldo Fabián Hernández Solís | Rebelión
En la batalla de las ideas actual el término “liberal” está en disputa. Los intelectuales neoliberales prefieren autonombrarse como liberales, presentándose como enemigos del autoritarismo y el conservadurismo. El liberalismo como movimiento político y corriente ideológica goza de amplio prestigio. Los derechos humanos, la soberanía popular, el estado de derecho, la separación iglesia-Estado, la democracia y la libertad de expresión, son algunas de las concepciones centrales del liberalismo que han sido integradas a la visión progresista del mundo. En términos históricos el liberalismo viene unido al ascenso del capitalismo y la burguesía, esa marca de origen lo ha seguido desde entonces.
El liberalismo tuvo un papel central en la historia, fue revolucionario venciendo al antiguo régimen y sus aliados. El absolutismo, la iglesia y la nobleza fueron derrotados política e ideológicamente por el liberalismo, esto en Europa. En América Latina el liberalismo fue una fuerza modernizadora que hacia frente al mantenimiento de una sociedad de castas, en la que la iglesia y el ejército jugaban un papel central. En el caso de México el liberalismo venció en una guerra civil, defendió la soberanía nacional frente al enemigo exterior y avanzó en la construcción de una nación moderna.
El liberalismo como tradición ha caminado por diversas veredas. Una diversidad de experiencias, ideas y proyectos se han presentado como liberales. Sin embargo, en las últimas décadas el neoliberalismo y sus intelectuales se han presentado como los únicos liberales, los herederos legítimos del liberalismo. Al autonombrarse así, los neoliberales realizan una táctica de ocultamiento que les permite presentarse como progresistas, modernos y defensores de la libertad, y no lo son.
Los intelectuales neoliberales se asumen como héroes de letras, participes de la transformación “democrática”, “modernizadora”, “ciudadana” y “globalista” de las últimas décadas. Sin embargo, lejos de representar una fuerza revolucionaria, como lo fue el liberalismo de los siglos XVIII y XIX, hoy representan un retroceso, una fuerza contrarrevolucionaria a nivel mundial.
Los neoliberales, autonombrados liberales, claudicaron el ideario liberal por la defensa a ultranza del mercado y el Estado empresarial. Apoyaron dictaduras y fraudes electorales en defensa de la “libertad”. Defienden la “libertad de expresión” de las grandes corporaciones de medios de comunicación para las que trabajan. Reciben honores de gobiernos que atacan y destruyen los pactos sociales que protegían de alguna manera a las mayorías.
El neoliberalismo, como se puede constatar, lleva a la destrucción de las conquistas liberales, la soberanía popular es vencida por la soberanía del dinero, los derechos humanos pasan a segundo plano ante los derechos del capital, la libertad es sólo para las grandes empresas y la libertad de expresión se vuelve la defensa del monopolio informativo de las corporaciones.
Las ideologías nacen de las contradicciones sociales, de los intereses y proyectos de grupos sociales. El neoliberalismo es la ideología de la clase dominante mundial. Los intelectuales neoliberales son los portavoces de esta clase, compañeros de viaje de un proyecto de clase violento y destructivo. La clase dominante paga bien el apoyo, abriendo las puertas a estos intelectuales, autonombrados “liberales”, a la élite del poder mundial. La actual querella por el liberalismo es por desenmascarar a quienes detrás de su nombre representan la claudicación del ideario liberal.