Por Pedro Miguel
Es una vergüenza y una nueva traición a los principios fundacionales del PRD el que la dirigencia actual de ese partido afirme que el paquetazo fiscal peñista es “un triunfo de las posiciones y banderas” perredistas, como dijo Jesús Zambrano. Vistas en conjunto, las reformas del peñato constituyen un paquetazo económico contra la población en general. Sólo deben preocuparse por el cobro del IVA en escuelas privadas e hipotecas quienes tengan “una casa grande y una casa chica”, agregó Silvano Aureoles, en plena ignorancia de que, de aprobarse la medida, los sectores populares verán incrementado en 16 por ciento el alquiler que pagan por sus viviendas, así como las tarifas del transporte foráneo y también, a mediano plazo, y gracias a la continuidad en los “gasolinazos”, en el transporte urbano. Y eso, por no hablar del gravamen a la totalidad de los productores agrícolas.
No sólo los perredistas participan en la impostura, el aparato mediático del régimen, con sus comentócratas a la cabeza, entona ya las loas de una reforma a la que califican de “redistributiva”, dando por buena la promesa falsísima –la desmienten los mismos documentos de la iniciativa legal de Peña– de que lo recaudado servirá para sufragar un sistema de seguridad social y un sistema de seguro de desempleo universales.
La omisión, en esta supermiscelánea, del IVA a alimentos y medicinas, no es un “triunfo de la izquierda”, y mucho menos un gesto de sensibilidad social por parte del régimen, sino una cortina de humo. ¿Realmente quieren una política fiscal y presupuestal con sentido social y redistributivo? Bien: graven con 16 por ciento –no más, pero tampoco menos– las operaciones en bolsa y los rendimientos de capital, establezcan un impuesto especial (no muy alto) a las grandes fortunas, combatan la evasión, reduzcan a la mitad los sueldos y prestaciones de los altos funcionarios de los tres poderes y de los tres niveles y dejen en paz con sus impuestos actuales al resto de la gente. Ah, y dejen de saquear a Pemex y al erario: entre lo que recaudarán y con lo que se ahorrarán en esas formas el Estado, podría funcionar perfectamente bien atender las necesidades de la población y hasta invertir para impulsar la reactivación económica.
Lo demás es demagogia o algo peor: un intento por impedir que la clase media y los sectores populares confluyan en un movimiento de descontento generalizado y masivo en contra de la política económica recesiva y depredadora dictada por las potencias occidentales y las grandes corporaciones a sus operadores locales.
Foto: @Palgiraluna