Por Gonzalo Ballesteros
Honestamente, hoy la política exterior de los Estados Unidos, más que en ningún otro episodio reciente de nuestra historia, se perfila como un auténtico problema de Seguridad Nacional de México, y el Caballo de Troya está en el mismo estado mexicano.
Regeneración, 29 agosto 2017.- Es inconcebible que la mayoría de los medios de comunicación en México exhiban la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA por sus siglas en inglés) como una total desgracia para nuestro país, y a su vez, lo glorifican como instrumento de desarrollo nacional.
Los variados textos de análisis que hoy se leen se concentran en discusiones técnicas que van desde los asuntos fitosanitarios hasta la industria (foránea) automotriz. Pero esta manera de mostrar al NAFTA tiene un serio problema, que es, disfrazar la pérdida de soberanía y el descomunal sometimiento de México hacia los Estados Unidos.
Esta “renegociación”, en la que México emprende una “Special Mission” mandado a su mejor caballería tecnócrata es, en realidad, un juego para el reajuste de la maquinaria geoestratégica que impone su visión político-diplomático-comercial y de seguridad nacional de los nuevos objetivos de política exterior de Estados Unidos hacia México. Al parecer Videgaray ya estaba informado de cada uno de los pasos que tomaría el gobierno de Donald Trump, y en total pleitesía, el gobierno mexicano ha ayudado a alimentar la idea de que nada puede detener a Donald aun cuando el estado mexicano hace esfuerzos, y con un solo Twitt, Trump cambia la ecuación dejando a nuestro gobierno en total ridículo.
No hace falta abundar más en los temas técnicos del NAFTA para conocer sus puntos positivos o negativos, basta con ver todo el complejo industrial estratégico de esta nación dilapidado y entregado a manos extranjeras (ferrocarriles, petróleo, química, telecomunicaciones) para convertirnos en un paraíso maquilador enmascarado como hoy se nos pinta Querétaro y su patética “nueva industria aeroespacial”.
Los Estados Unidos seguirán siendo y se seguirán comportando, aun con sus convulsiones internas, como lo hemos visto durante estos últimos 100 años de nuestras relaciones bilaterales (intervenciones, espionaje, desestabilización, imposición), el asunto es reconocer que los gobiernos Panistas y Priistas han estado entregando nuestro Estado-nación en charola de plata (como lo han hecho con su dignidad), no solo a los intereses extranjeros, sino a el complejo financiero, político y militar de países que han moldeado y determinado el Sistema-mundo capitalista que hoy conocemos.
Cabe señalar que la renegación, para algunos analistas en Estados Unidos, tiene un fuerte tufo de ser el TPP 2.0 poniendo como argumento central los ajustes jurídicos entre empresas y gobierno para dejar desamparados a los pueblos, comunidades y destrozar todo tipo de ley interna y soberana que limite el aspecto destructor y leonino de las grandes corporaciones en distintos temas ecológicos y de derechos humanos en los que los mecanismos de resolución de controversias pasaran a instancias supranacionales controladas por los mismos corporativos extranjeros, o sin más ni menos, que por Washington.
A veces se necesita la sinceridad, más que un doctorado en Economía en Yale, para entender que lo que necesita México es un cambio de régimen con un presidente y un canciller que hagan entender a nuestros vecinos del norte que es mejor cooperar en términos de respeto y apoyo mutuo que usar las actitudes imperialistas que trastocan y alimentan los sentimientos de discordia que tarde o temprano terminan en conflictos inminentes.
Honestamente, hoy la política exterior de los Estados Unidos, más que en ningún otro episodio reciente de nuestra historia, se perfila como un auténtico problema de Seguridad Nacional de México, y el Caballo de Troya está en el mismo estado mexicano.