El recuento de agravios a las comunidades rurales tan sólo con las reformas aprobadas estos últimos días es largo y sustancioso: se mantiene la prioridad de los usos energéticos o de las servidumbres legales para conducir electricidad, gas o petróleo, sobre las tierras campesinas, indígenas o propiedades particulares. Sólo que ahora en lugar del término expropiación
se utiliza el eufemismo ocupación temporal
, que será forzosa, si los usos y lucros energéticos así lo disponen. Todos los grandes procesos de colonización, de devastación humana, social y ambiental se hicieron a nombre de la ocupación temporal
. La enmienda panista al lenguaje expropiatorio vino a hacer más evidente la colonialidad del poder presente en todo el proceso reformista que los poderes trasnacionales han impuesto a Peña Nieto y su mayoría sumisa.
Ante la exigencia de las megacompañías por la ocupación temporal de las tierras, los ejidatarios, comuneros y productores privados no podrán sino negociar –dentro de límites muy difusos– el porcentaje de las ganancias en que van a participar. Quien fijará dichos límites no serán ni las comunidades ni la Sedatu o la Sagarpa, sino la nueva supersecretaría: la Sener. Además de la participación ínfima en las ganancias, que no se sabe quién y cómo calcularán, los propietarios de la tierra podrán ser contratados comoempleados
de las empresas gaseras, petroleras o eléctricas que se posesionen de sus tierras.
Van por todo, no sólo por las tierras, los hidrocarburos, o los minerales También por los acuíferos, cuyas concesiones no regulará ahora la Conagua, sino la Sener; por el agua necesaria para el fracking, que de ninguna manera fue regulado o prohibido; por los recursos geotérmicos. Se acabarán los subsidios a los energéticos para la producción agropecuaria, ya de por sí muy reducidos. Si la CFE no duda en echar mano del Ejército para cortar el servicio a los productores que le deben, la Mitsubishi o la Samsung lo harán sin ningún escrúpulo, sin considerar la energía eléctrica como bien público para producir alimentos y materias primas. La Ley de Energía para el Campo, arrancada en 2002 por la lucha de los productores norteños, que nunca ha sido aplicada cederá su lugar a las reformas que hacen que la energía sea la única ley para el campo.
La nación debe darse cuenta de que los legisladores entreguistas en menos de una semana le cambiaron las prioridades a este país. Desde ahora el propósito básico de México será producir energía para las máquinas a precios de lucro para beneficiar a unos cuantos, y no construir condiciones de vida digna para todos sus habitantes, de hacer efectivos todos sus derechos.
Con la votación de las leyes secundarias en materia energética y las reformas a la Ley de Aguas Nacionales, acaban de desmantelar el papel del campo en nuestro proyecto de nación. Ya no será éste generar alimentos, energía para los seres humanos, suficientes y de buena calidad a la vez que ingresos dignos para los productores, sino destinar los recursos los recursos del subsuelo y del suelo para la gran carrera por el control de los energéticos y el lucro económico y político que de ahí se derive.
El gran valor de la jornada que el miércoles 23 emprenden los campesinos e indígenas es el simbólico-expresivo-pedagógico: manifestar, informar, enseñar a todo México que la reforma energética impuesta a sangre y fuego por el PRIAN y sus aliados menores es una abierta contradicción al pacto constitucional de 1917. Que no es una actualización de mismo a las condiciones actuales, sino una negación de los valores que fundan este país. Mostar a toda la nación que hay arrestos para combatir en el desierto de la apatía y el desaliento ciudadanos.
Sería iluso pensar que la jornada del miércoles echará abajo las reformas peñanietistas o a restituirle al campo su papel en el proyecto de nación. No, porque el proyecto de los campesinos y los indígenas no tiene lugar en el proyecto que aprobaron el PRIAN y sus aliados. En la modernización excluyente impuesta por ellos no caben las modernidades que desde su experiencia, sus saberes y sus utopías buscan las comunidades, las organizaciones, los actores rurales en toda su diversidad. Pero la jornada de este miércoles puede ser un buen punto de arranque para una larga marcha que busque construir un nuevo pacto social en México, que se comprometa con los derechos de las generaciones actuales y futuras.
Esto no significa que deban dejarse de lado las reivindicaciones y demandas inmediatas de las organizaciones, que no se busque negociar un programa para contener el proyecto devastador del campo en lo social en lo productivo y en lo ambiental. Para esto suenan bien algunos de los ejes que plantea El Barzón, por ejemplo: ordenamiento de mercados, bajar precio de los energéticos, sistema de compras públicas, defensa del agua, contra el control monopólico de los alimentos y por la calidad nutricional de los mismos, etcétera.
Se debe tener bien claro que resistir no es dejar de negociar ni tampoco ahogarse en las demandas inmediatas y gremiales o, peor aún, corporativas. Resistir es caminar con dos pies: el de la lucha por las reivindicaciones para que los actores rurales puedan seguir subsistiendo y, por tanto, resistiendo, y el pie de la estrategia de la acumulación de fuerzas, de formación de amplias alianzas sociales, y de construcción de la fuerza política necesaria para que por la vía pacífica se puedan derrumbar los despropósitos y traiciones legislativas de estas semanas y hacer que triunfe no sólo en el campo, sino en toda la sociedad mexicana el proyecto de derechos, de bienestar y de dignidad por el que hace muchos años venimos suspirando y luchando.
Qué bueno que es el México telúrico, el México ancestral, el México profundo, el que nos convoca a rebelarnos este miércoles 23. Hay que estar ahí este día. Y también después.