Por Horacio Cárdenas Zardoni/UAC* | El Diario de Coahuila
Regeneración, 9 de abril del 2015. El fracking es sucio. Desde el mismísimo comienzo, cuando se limpia un predio para abrirlo a la perforación, todo el proceso de extracción, transportación y distribución de productos terminados, la fractura hidráulica representa significativos riesgos para el agua, el aire y para la salud humana. La gente que vive y trabaja cerca de los sitios de fracking, tienen mayores riesgos de padecer enfermedades respiratorias y neurológicas. Estas son, palabras más, palabras menos, las primeras de un documento denominado «Fallas del Fracking: las violaciones medioambientales de la industria del gas y petróleo en Pennsylvania», y lo que significan para los Estados Unidos. El estudio puede considerarse sesgado, en cuanto a que fue elaborado por Environment América, una organización de la sociedad civil que declara estar dedicada a la protección del aire, el agua y los espacios abiertos en los Estados Unidos a través de la investigación de los problemas, el planteamiento de soluciones, la educación del público y de los tomadores de decisiones, además de elevar la voz ante las instancias locales, estatales y nacionales sobre el papel del ambiente en nuestras vidas, sin embargo, a pesar de ese aparente sesgo, mucho de lo que dicen tiene su peso específico, su propia lógica y además, es conocimiento perfectamente exportable a otros lugares del mundo donde se repiten situaciones como las que ellos combaten, incluyendo a México, que aunque de momento se halla en un estado de estancamiento en lo que se refiere a sus proyectos energéticos, podría reactivarlos en el instante en el que los precios de los hidrocarburos los hagan rentables.
Continúa diciendo el documento que los voceros de las empresas dedicadas al petróleo y al gas, regularmente sostienen que los riesgos del fracking pueden minimizarse a través de lo que denominan los expertos «mejores prácticas», y la adecuada regulación gubernamental, incluso no hace muchas semanas estuvo en Saltillo un motivador argentino que se dedicó a hablar de las bondades de la fractura hidráulica allá en su país de origen, donde a la gente se le pagan salarios que jamás hubieran ganado si siguieran trabajando en las labores tradicionales en la Patagonia, y pues sí, la explotación de recursos energéticos es uno de los principales motores económicos a nivel mundial, ¿pero a qué costo?. Dice el estudio que la mayoría de estas declaraciones son falsas, señalando que el fracking es dañino aun cuando los empresarios se apegan a las reglas, pero lo es mucho más cuando con regularidad se viola la normatividad de protección ambiental y aquella otra que protege la salud de las personas. El ejemplo que presentan con su estudio recabando información sobre la industria extractiva en el estado norteamericano de Pennsylvania, busca ilustrar la manera en la que las grandes, medianas y pequeñas compañías rompen cuanta regla se les atraviese, con tal de lograr sus fines. Sólo para abrir boca, dicen los autores que los principales actores del negocio del gas shale y del aceite shale, violan los ordenamientos a diario, contabilizando entre enero del 2011 y agosto del 2014, un promedio de 1.5 violaciones, eso nada más hablando de los 20 principales, que son muchos más.
A lo mejor los nombres de las compañías no nos dicen nada en este momento, probablemente tampoco en el futuro cercano cuando detone formalmente la explotación de gas y aceite shale en el norte de Coahuila, sin embargo, todas y cada una de estas que le vamos a mencionar, están vinculadas con alguna de las denominadas en algún momento «siete grandes» empresas de hidrocarburos en Estados Unidos, algunas de las cuales en unos pocos años estarán jugando un papel muy importante en los negocios energéticos en el país, no que no lo tengan ahorita; después de todo son quienes le venden la gasolina barata al Gobierno mexicano que luego nos la vende carísima. La diferencia es que los negocios los harán ya con su nombre de batalla. Mencionamos las empresas sólo para documentar un hecho fundamental, que pese a cometer tantas más cuantas violaciones a los ordenamientos, siguen operando como si tal cosa: Cabot Oil&Gas Corp., se llevó el premio al detectársele en tres años escasos, 265 violaciones, Chesapeake Appalachia LLC, le sigue de cerca con 253, Range Resources Appalachia, con 174, Chiel Oil & Gas, con 150, SWEPI LP con 119, algunas de ellas estarán expertando su «know how», sus «mejores prácticas» y otras que no tienen nada de buenas, a otros campos de explotación, no sería nada raro que llegaran a suelo mexicano con un afilado colmillo de qué hacer, como hacer sin que se note, y como seguir haciendo, aunque se hayan dado cuenta las autoridades o las organizaciones ambientalistas.
Los investigadores señalan que las violaciones detectadas no se restringen al papeleo, que ese es otro cuento con el que tienen que entenderse los burócratas de distintas instancias gubernamentales, sino riesgos muy elevados y concretos, entre los que mencionan: el permitir que químicos altamente tóxicos fluyan libremente de los sitios de perforación hacia el suelo y los cursos de agua, algo muy parecido a lo que sucedió con la Compañía Industrial de Cananea, que dejó correr «accidentalmente» ácido clorhídrico y otros tóxicos al río Sonora a finales del año pasado; la diferencia es que acá los accidentes se repiten con demasiada frecuencia, cada vez que comienza a sobrar residuo. Otro riesgo es el de poner en peligro las fuentes de agua potable a través de la inadecuada construcción de pozos; por muy perfecta que digan que sea la técnica de fracking, son muy comunes las fisuras en los pozos. Los autores del estudio que puede usted leer en http://environmentamerica.org/sites/environment/files/reports/EA_PA_fracking_scrn.pdf hablan de 243 casos de este tipo en el transcurso de 7 años sólo en Pennsylvania. Parecido al primero, pero con sus propias características, está el tirar desechos industriales en los arroyos. Esto señalando las violaciones más frecuentes, pero de ninguna manera son las únicas.
Muchas de las compañías señaladas de daños en el área de Pennsylvania, tienen operaciones con los mismos problemas en otros campos en territorio norteamericano, incluso a algunos se les ha rastreado hasta Alaska y no sería nada raro que sus directivos, técnicos e ingenieros estuvieran también trabajando en Texas, de donde seguro provendrán los «expertos» que abrirán las explotaciones en el norte de México. Si allá se las ingenian para violar una y todas las regulaciones, ¿qué se imagina que harán en México donde ni regulaciones existen, donde no hay inspectores para atender toda la industria y donde la corrupción es rampante?
México, Regeneración, 9 de abril del 2015. * Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Coahuila