Los conocimientos del secretario

decidí investigar la fuente de estas informaciones que el secretario dio a conocer al público allí presente. Lo que sigue es cuanto obtuve.

 

Aurelio Nuño Mayer convoca a que iniciativa privada intervenga en planes y programas de estudio normalismo

 

Por Adolfo Gilly.

 

En la inauguración de la Aldea Digital el pasado 15 de julio, cuya instalación en el Zócalo de la ciudad de México fue patrocinada por Carlos Slim, el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer, dirigió un mensaje a la ciudad. Después de los saludos de circunstancias, dijo:

“Déjenme empezar dándoles brevemente un dato que ilustra en gran medida la era que hoy estamos viviendo, una era de tecnología, de información, de conocimiento y, por supuesto, de capacitación y de educación.

«La totalidad del conocimiento humano que existía desde que se inició la humanidad hasta el inicio de la era cristiana, tardó 1,750 años en duplicarse. Es decir, del nacimiento de Cristo al siglo XVIII fue el tiempo que tardó en duplicarse por primera vez la información y el conocimiento que se tenía en el mundo».

Intrigado por esta información, me hice tres preguntas: 1) ¿Cuándo fue «el inicio de la humanidad»? ¿Puede el secretario darnos alguna información al respecto? 2) ¿No estará el secretario confundiendo información y conocimiento como si fueran una misma cosa? 3) ¿De qué fuente obtuvo datos tan precisos? Seguí entonces leyendo, confiado en que mis dudas se aclararían en los párrafos sucesivos. Prosiguió el secretario:

Después de eso (es decir, en el año 1750), el volumen de información y de conocimiento se duplicó en 150 años. Y después la tasa en que se duplicó el conocimiento y la información fue de 50 años.

Al llegar a este punto me pregunté: ¿pero el secretario confunde «información» y «conocimiento» como si fueran una y la misma cosa? Volví a leer y no había duda. Usó el verbo «duplicar» en singular: «la tasa en que se duplicó el conocimiento y la información fue de 50 años», dijo, en lugar de «se duplicaron», y así continuó en su discurso:

«Y actualmente, en la época en que vivimos, se duplica cada cinco años. Y se calcula, se estima, que para el año 2020 la información y el conocimiento se va a duplicar cada 73 días». De este modo, al término de cada año se habría duplicado 32 veces.

Sorprendido por estas cifras de vértigo acerca de lo que nos espera, decidí investigar la fuente de estas informaciones que el secretario dio a conocer al público allí presente. Lo que sigue es cuanto obtuve.

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En el sitio digital de la Consultora Paris Singularity (Think&Do Tank virtual pour construire un transhumanisme éthique et social) –curioso nombre– encontré un texto titulado: “La producción científica relacionada con la salud se duplicará cada 73 días de aquí al año 2020”. Está fechado este 26 de mayo y lo firma Aaron Frank.

Aquí está otra vez una información similar. ¿De dónde obtuvieron sus datos el secretario y Aaron Frank en este informático mundo en que vivimos? ¿Cuál es el «estudio reciente» al cual ambos se remiten?

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Vamos a una fuente más confiable: la Unesco. En un documento fechado en París en diciembre de 2003: «Desafíos de la Universidad en la Sociedad del Conocimiento», firmado por Carlos Tünnermann Bernheim y Marilena de Souza Chaui, encuentro el párrafo siguiente:

“Según cifras de J. Appleberry, citado por José Joaquín Brunner (Brunner, José Joaquín, «Peligro y promesa: la Educación Superior en América Latina», ensayo incluido en el libro colectivo Educación Superior latinoamericana y organismos internacionales – Un análisis crítico. F. López Segrera y Alma Maldonado, coordinadores, Unesco, Boston College y Universidad de San Buenaventura, Cali, 2000, p. 93 y ss.) el conocimiento de base disciplinaria y registrado internacionalmente demoró 1,750 años en duplicarse por primera vez, contado desde el inicio de la era cristiana; luego, duplicó su volumen cada 150 y después cada 50. Ahora lo hace cada cinco años y se estima que para el año 2020 se duplicará cada 73 días. Se estima que cada cuatro años se duplica la información disponible en el mundo; sin embargo, como señalan los analistas, sólo somos capaces de prestar atención a entre un 5 y 10 por ciento de esa información”.

Aquí tenemos en el año 2003 una fuente más directa que el secretario no menciona. Estos autores citan a Brunner, quien a su vez se remite J. Appleberry. ¿Qué nos dice en ese año José Joaquín Brunner en Las nuevas tecnologías y el futuro de la educación, Septiembre Grupo Editor, Buenos Aires, 2003, p. 23?:

«Considerado en conjunto, se calcula que el conocimiento (de base disciplinaria, publicado y registrado internacionalmente) habría demorado 1,750 años en duplicarse por primera vez contado desde el comienzo de la era cristiana, para luego volver a doblar su volumen, sucesivamente, en 150 años, 50 años, y ahora cada 5 años; se estima que hacia el año 2020 se duplicará cada 73 días».

(Ver J. Appleberry, citado por Vidal Sunción Infante, “O Perfil da Universidades para o Próximo Milenio”. Education Policy Analysis Archives, Vol. 7, Number 32, 1999.

Es textualmente el mismo párrafo que leyó el secretario, pero publicado 13 años antes citando una fuente de 1999, hace hoy 17 años. Vamos pues a buscar a Appleberry.

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J. Appleberry es presidente emérito de la American Association of State Colleges and Universities (AASCU). Inició su carrera como maestro en una escuela rural de Missouri. Se doctoró en la Universidad Estatal de Missouri y siguió una destacada trayectoria académica. El 20 de octubre de 2000, en la inauguración de cursos en la Eastern Michigan University, dijo:

“Hace varios años se dijo que la información disponible para la humanidad se duplicaba cada cinco años, y que hacia el año 2000 –el presente año– 97 por ciento de la información al alcance de la humanidad habría sido inventada o descubierta durante el lapso de vida de quienes hoy están vivos. Hace unos cinco años uno de nuestros líderes en Washington dijo que en el año 2020, la información disponible para la humanidad se duplicaría cada 73 días. El presidente Clinton, en su Mensaje a la Nación hace dos años (1998), se refirió a una aceleración similar en la velocidad con que aumentaba la disponibilidad de información. Sean precisas o no estas proyecciones, nuestra experiencia nos confirma que hoy tenemos mucho más información fácilmente accesible que nunca, no sólo en Estados Unidos sino en cada nación desarrollada del mundo”. Bill Clinton había dicho en ese mensaje de 1998: «La totalidad del conocimiento humano almacenado hoy se duplica cada cinco años».

En otras palabras, la información revelada por el secretario en el Zócalo tenía ya sus buenos años de antigüedad.

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Para concluir: el secretario confunde «información» con «conocimiento». En su Informe Mundial 2005: Hacia las sociedades del conocimiento, la Unesco precisaba.

“La información es efectivamente un instrumento del conocimiento, pero no es el conocimiento en sí. La información, que nace del deseo de intercambiar los conocimientos y hacer más eficaz su transmisión, es una forma fija y estabilizada de éstos que depende del tiempo y de su usuario: una noticia es ‘fresca’ o no lo es. La información es en potencia una mercancía que se compra y vende en un mercado y cuya economía se basa en la rareza, mientras que un conocimiento –pese a determinadas limitaciones: secreto de Estado y formas tradicionales de conocimientos esotéricos, por ejemplo– pertenece legítimamente a cualquier mente razonable, sin que ello contradiga la necesidad de proteger la propiedad intelectual.”

Así, el discurso del secretario en el Zócalo de esta ciudad es una impostura. Sería rechazado como tal por cualquier profesor responsable en un curso de primer semestre de licenciatura en cualquiera de las muchas universidades serias, públicas o privadas, con que cuenta la nación mexicana.

En estas manos ha puesto el gobierno federal esa otra impostura denominada «reforma educativa». La rebelión de los maestros de México y del pueblo que los apoya y los acompaña es justa y legítima. Primero o después dará sus frutos y salvará el destino de la educación en esta tierra.

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No tuve que utilizar grandes recursos tecnológicos para esta rápida investigación. Usé un método anterior a los tiempos cristianos: seguir el hilo de Ariadna y razonar con buena fe en el camino. No lo recomiendo al secretario, pues en lugar de encontrar una salida a su laberinto va a tener que enfrentar al Minotauro.