Los milagrosos reúnen firmas (tercera parte)

Esta serie recupera las razones, motivaciones y testimonios de quienes participaron en la iniciativa ciudadana para recabar firmas por el juicio a expresidentes 

 

 

 

 

 

Recolectando Justicia Social

 

Marco Polo Chavarría Manzanares

 

 

Sin invitaciones personalizadas y prácticamente llegando sin ser llamados, miles de ciudadanos de a pie nos sumamos con ímpetu y esperanza a impulsar la consulta popular para enjuiciar a los expresidentes, algunos cuantos aún teníamos ese amargo sabor de boca de la consulta sobre la reforma energética, pero todos compartíamos ese anhelo de justicia social, desconocido en la realidad por nosotros por mucho tiempo y que desde hace algunos meses se ha materializado en nuestro país.

 

Había un procedimiento claro y una meta fijada por la ley, cuando me enteré del número mínimo requerido supe que sería una tarea difícil pero que generacionalmente estábamos comprometidos no solo a cumplir, si no a superar.

 

Comenzamos todos como siempre, con un objetivo en común y como podíamos, algunos decidieron caminar con sus vecinos y explicarles, otros pusimos mesas en puntos clave de nuestros barrios y ciudades, otros estuvieron en centros comerciales, puntos móviles en coche, o con una tablita y todas las ganas de trabajar.

 

Cuando empezamos a platicar con la gente la gran mayoría concordaba con nuestra propuesta, muchos nos felicitaban, personas de todas las edades y condiciones llegaban a solicitar formatos para que ellos pudieran llenarlos y después entregarlos llenos, debemos reconocer que también hubo gente que nos cuestionaban, a muchos les pudimos convencer y firmaban, otros llegaron sin intención alguna de razonar y con resentimiento, incluso cuestionaron cosas personales e íntimas de mi y de muchos compañeros, pero a nosotros nos mueve el amor, no el odio y creo que todos, en la medida de sus procesos entendieron que eso era solo una motivación para redoblar esfuerzos, también nos llegaron a decir que no podríamos, pero eso ya no lo habían dicho antes y hasta el cansancio, aún no terminan de entender en qué tiempo vivimos.

 

Los primeros datos quedaban en aire, no íbamos mal, pero podríamos ir mejor, y es ahí cuando de todos lados salieron personas que sin darnos cuenta ya había abrazado la causa, recuerdo que salí a comer y me lleve la grata sorpresa de encontrarme un letrero que no había sido hecho por mi, pero donde anunciaba el horario de la mesa que estaba en mi casa, e invitaba a los vecinos con dibujos a participar, otros nos regalaron agua, algunos más nos pedían asesoría de como llenar los formatos, y así cuando más lo requeríamos un ejército ciudadano ya estaba en pie de lucha, fue común hacer el recorrido de todas las tardes y encontramos con compañeros que ya estaban en marcha, debíamos mantener los pies en la tierra y eso nos impulso a no solo trabajar con la luz del sol, sabíamos que hay personas que trabajan todo el día y no podían llegar a los horarios habituales, pero nosotros si podíamos esperarles.

 

 

No puedo decir que pasaron como agua, porque fueron días pesados, pero sí que pasaron muy rápido y de un momento a otro estábamos frente al palacio de bellas artes en la brigada final juntando las firmas que llegaban de todas partes del país, y qué por la dedicación en nuestros lugares habituales no logramos visibilizar que en todos los rincones se respiraba un ánimo ciudadano de materializar lo que muchas veces se nos antojó imposible.

 

Como no hay día que no llegue, ni plazo que no se cumpla nos enfrentamos a una cuenta contrarreloj, teníamos que acomodar, empaquetar y enumerar más de doscientas mil hojas, cuando llegabas a Tepeji 14 no conocías quien se sentaba junto a ti, pero a los minutos entablabamos grandes conversaciónes con acentos de otros Estados de la República o entonabamos canciones, era como una fiesta, estábamos muy cerca de la meta, y no podíamos parar ni un segúndo, en ti recaía la responsabilidad de terminar el trabajo y esfuerzo de todos.

 

 

Cuando volví a caer en el 20 ya íbamos hacia el Senado con las cajas llenas de firmas atrás de nosotros, eran 80 cajas, estaba muy cansado, llevaba más de un día completo sin dormir, pero en ese momento el cansancio cedió, todo era alegría, dimos el grito de independencia afuera del Senado y comenzamos a descargar, habían consignas por todos lados, pasamos a dejarlas y la fiesta continúo afuera, cantamos e incluso bailamos, al final de cuentas de eso de trata la transformación, de apropiarnos de nuestros destinos y de nuestros espacios, ningún milagro llega sin pedirlo, menos si no se construye, a menos que nunca hayas estado en uno y hables…. De lo que no sabes.

 

 


Los milagrosos reúnen firmas (segunda parte)