Desconcertados, en lugar de reconocer su responsabilidad en el conflicto, los empresarios le han exigido al Estado que reprima a los profesores. Han protagonizado así un nuevo capítulo de la vieja telenovela Los ricos también lloran.
Por: Hernández Navarro
Alejandro Ramírez Magaña es un empresario exitoso. Ocupó la posición 49 en el ranking de Los 100 empresarios más importantes de México 2014, de la revista Expansión. Dirige Organización Ramírez, propietaria de la empresa Cinépolis, la cadena de salas cinematográficas más grande de México. En 2015 comenzó a presidir el Consejo Mexicano de Negocios (CMN). Y, desde hace al menos 10 años, detesta y combate a los maestros críticos y a la CNTE.
Hace apenas unos cuantos días, don Alejandro publicó un artículo contra el magisterio democrático titulado El modelo de la CNTE. En él resume muchas de sus fobias hacia la Coordinadora. La acusa, sin presentar una sola prueba, de ser una organización criminal que despoja a los maestros y extorsiona al Estado. “El mayor crimen de la CNTE –asegura– es robarle el futuro a los niños y jóvenes de las regiones más marginadas del país.”
En el escrito, el líder de los patrones juzga a un movimiento genuino de bases a través de sus anteojos empresariales. Según él, los maestros democráticos rechazan la reforma educativa no porque represente un modelo antagónico al que defienden, sino por una razón mucho más pedestre: “Porque la reforma –escribe– pone fin a su modelo de negocio, el cual se ha centrado en controlar el mercado de plazas docentes, así como el pago y las promociones del magisterio”. El león cree que todos son de su condición.
El supuesto modelo de negocio de los líderes docentes develado por el empresario Ramírez es una ofensa al magisterio. Cientos de miles de maestros de base protestan en las calles contra la reforma educativa arriesgando literalmente su vida, su libertad, su seguridad física y su trabajo. Demandan estabilidad laboral, permanencia en el empleo y defensa de la educación pública. Decir que ponen en juego todo esto porque han sido manipulados por un grupo de dirigentes es un insulto.
Una muestra de hasta dónde llega la ignorancia de Alejandro Ramírez sobre la vida de los docentes es su afirmación de que parte de este retorcido modelo de negocio… es el control del pago quincenal a los maestros mediante cheques. Efectivamente, miles de profesores, sobre todo de zonas rurales, se oponen a que se les pague mediante una tarjeta bancaria. Pero lo hacen no porque sus representantes los controlen, sino por una razón mucho más sencilla: no hay cajeros automáticos donde viven y trabajan.
No es la primera vez que Alejandro Ramírez calumnia a los maestros y a su organización sindical. Las huellas visibles de su encono se remontan a 2015, cuando siendo secretario técnico del gabinete de Desarrollo Humano en la Secretaría de Desarrollo Social fundó Mexicanos Primero, el grupo de presión patronal que busca mandar en el campo de la enseñanza.
Desde esa fecha, la Coordinadora, un dique eficaz a su ambición de asaltar la educación pública, se ha vuelto su oscura obsesión. A partir de entonces utiliza las reuniones que como líder empresarial tiene con funcionarios públicos para vilipendiar a la CNTE. Así lo hizo al tomar posesión de la presidencia del CMN en julio de 2015, donde, en lugar de hablar sobre los desafíos del desarrollo productivo, se dedicó a advertirle al gobierno sobre los supuestos riesgos de ceder al chantaje de la disidencia magisterial.
Acostumbrados a hacer valer el poder de su dinero, Alejandro Ramírez y sus compañeros de Mexicanos Primero creen que la reforma educativa es su propiedad. Laureado en 2015 por la organización Worldfund, explicó en la ceremonia de entrega de su premio en Nueva York cómo esa reforma, que puso en el centro la evaluación punitiva de maestros, fue obra de sus socios.
“En México –dijo allí–, después de muchos años de activismo de la sociedad civil, liderados en gran medida por Mexicanos Primero y su presidente Claudio X. González Guajardo, las cosas comenzaron a cambiar, y en 2013 el Congreso de la Unión aprobó una gran reforma educativa… (que) hace de la evaluación de estudiantes, maestros, directores algo obligatorio (y) establece criterios meritocráticos y sanciones para profesores de bajo desempeño.”
A estos empresarios no les ha importado incendiar el campo educativo. Se creen todopoderosos. Sin embargo, ante la inminencia del estallido del paro indefinido de la Coordinadora el pasado 15 de mayo, sus señales de alarma comenzaron a apanicarse. Alterados, Alejandro Ramírez y sus socios de Mexicanos Primero exigieron a las autoridades no caer en el chantaje de la CNTE.
No les sirvió de mucho. La protesta de los maestros de base afectados por la reforma educativa se extendió por amplias regiones del país con amplitud, consistencia y radicalidad inusitadas. La agresividad empresarial y de sus aliados gubernamentales convirtió un asunto educativo en expresión de una cruenta lucha de clases. Compungido, Alejandro Ramírez, CEO de Cinépolis, reconoció que las operaciones de algunos cines de su cadena ubicados en Oaxaca, Chiapas, Morelia y Ciudad de México han cerrado por las marchas de maestros, lo que ha afectado sus ingresos.
Ramírez no es el único dirigente empresarial al borde de un ataque de nervios. Refiriéndose a la lucha magisterial ante el presidente Enrique Peña, el presidente de BBVA-Bancomer, Luis Robles Miaja, exigió que el Estado deje de ser rehén de los intereses de unos cuantos. El CEO de Altos Hornos, Alonso Ancira, durante años refugiado en Israel para evitar una orden de captura promovida por la Secretaría de Hacienda por fraude fiscal, amenazó con demandar a la CNTE, y Juan Pablo Castañón, presidente del Consejo Coordinador Empresarial, externó su enérgico rechazo a un hipotético acuerdo entre el gobierno y la Coordinadora.
Los resultados de esta embestida patronal de odio y estigmatización contra el magisterio están a la vista. El fantasma de una revuelta popular campea en amplias regiones del país. En legítima defensa, como última medida de presión, los maestros han respondido afectando los negocios de quienes los han humillado, ofendido y dañado. Desconcertados, en lugar de reconocer su responsabilidad en el conflicto, los empresarios le han exigido al Estado que reprima a los profesores. Han protagonizado así un nuevo capítulo de la vieja telenovela Los ricos también lloran.