La novela de terror ha tenido a uno de sus grandes autores en Stephen King, al que no se le ha dado el crédito que merece; rescatamos dos relatos con destacada calidad literaria
Por Miguel Martín Felipe
RegeneraciónMx.- Cuando nombramos a autores imprescindibles de la literatura contemporánea, el nombre de Stephen King no suele ser de los primeros que nos vienen a la mente. Esto puede deberse a una cuestión de estándares, ya que, si reparamos en las temáticas que se consideran serias, siempre aflorarán los dramas históricos, políticos o sociales; donde las guerras, los perseguidos y desplazados serán siempre los protagonistas infalibles de las entregas de premios.
La novela de terror es un género de nicho que no está de actualidad desde el siglo XIX. Se le considera un entretenimiento con relativo grado de compromiso con los valores estéticos y que explota emociones negativas con base en premisas imposibles, puesto que, en un mundo altamente materialista y cientificista, todo aquel contenido que no se apegue a la realidad termina por perder credibilidad.
Tampoco se culpa a los lectores latinoamericanos, cuando la cuota que podría llenar King, ya está cubierta de cierta manera por los autores del realismo mágico.
Otro aspecto que pareciera descalificar al genio de Maine es la facilidad con la que sus textos suelen ser tomados por Hollywood para ser adaptados en películas o series de muy variable calidad.
Todo ello lleva a muchos a pensar que se trata de “libros de aeropuerto” o “libros Maruchan”; mientras que algunos de plano consideran su obra como chatarra.
Para romper una lanza en favor de Stephen King, me permitiré mencionar dos relatos que coexisten en el libro llamado Las cuatro estaciones.
RELATOS SOBRESALIENTES
El primero de ellos es Primavera: Rita Hayworth y la redención de Shawshank. En esta novela corta, Andy Dufresne es encarcelado injustamente en la prisión de Shawshank y en algún momento toma la determinación de escapar. Como en todos sus libros, King hace gala de una prosa exquisita y de diálogos profundos e inteligentes. Más que la satisfacción de la fuga, lo mejor del relato es la forma en que King retrata una vida carcelaria que transcurre ajena a los cambios que Estados Unidos experimenta durante la primera mitad del Siglo XX. Vale mucho la pena toda la reflexión que hace acerca de personas que son incapaces de afrontar la libertad cuando habían hecho la mayor parte de su vida en el encierro y forjándose una personalidad, mientras que de golpe se enfrentan a un mundo en el que son solo un rostro más sin valor alguno.
No es una hoja de papel lo que hace a un hombre. Ni la cárcel lo que le deshace.
Andy Dufresne – Rita Hayworth y la redención de Shawshank.
Shawshank, como se le conoce cariñosamente a este relato, fue adaptado magistralmente al cine por el director Frank Darabont en 1994. Si bien pasó en su momento desapercibida debido a salir en el año de Pulp fiction y Forrest Gump, actualmente ostenta la calificación más alta en Rotten Tomatoes. Hubo cambios significativos en los arcos de ciertos personajes secundarios con respecto al libro que en este caso fueron sumamente acertados.
«Tengo la esperanza de poder cruzar la frontera.
Tengo la esperanza de encontrar a mi amigo y estrecharle la mano.
Tengo la esperanza de que el Pacífico sea tan azul como en mis sueños.
Tengo esperanza».
Red – Rita Hayworth y la redención de Shawshank
Otro enorme relato, en este caso narrado en primera persona, es Otoño: El cuerpo, aunque también se le conoce como The fall of innocence, donde la palabra “fall” se utiliza tanto para designar al otoño como para dar al título la lectura de “La caída de la inocencia”. Se trata de un relato muy introspectivo que recuerda un viaje iniciático que el protagonista hizo a los 12 años con sus amigos en busca del cadáver de otro niño de su edad que había sido embestido por el tren. Esta novela corta de carácter costumbrista nos remonta a finales de los años 50, en medio de una atmósfera campirana del norte de los Estados Unidos, en una región conservadora donde en aquellas tardes estivales resonaban los acordes del rock and roll y de sus próceres, algunos años antes de aquella fatídica noche invernal en que se dice que “murió la música”.
El cuerpo destaca también como una novela de estructura atípica, donde el desenlace no tiene nada de espectacular ni impacta en los protagonistas, sino que se enfoca más en recordar cómo desde los doce años el protagonista Gordie Lachance ya tenía cualidades como gran escritor, incluso hay dos relatos interiores, muy al estilo de Cervantes, que complementan la historia. Al adaptar esta obra al celuloide, solo uno de esos relatos -tal vez el que más pintoresco resulta- fue recreado por el director Rob Reiner, quien igualmente hizo una exquisita traducción de la obra al lenguaje audiovisual en 1986.
«No he vuelto a tener amigos como aquellos que tenía a los doce años, de veras. Dios ¿Y quién sí? »
Gordon Lachance – The Body.
En cuanto a las diferencias que muestra la película, una de ellas es clave para enfatizar la evolución del personaje principal, quien se da valor para ahuyentar a los bullies con una pistola, cuando en el libro era su amigo Chris Chambrers. Este cambio fue aplaudido por el propio Stephen King.
Al no ser una historia con elementos sobrenaturales, resulta mucho más fácil identificarse con el personaje, pues muchos de nosotros recordamos cómo nuestros amigos de la infancia discurrieron por distintos caminos, y los vínculos que trazamos con otras personas en etapas posteriores, ya no tuvieron esa solidez, y estaban ya desprovistos de magia e inocencia.
«Aún me entusiasma poner esas dos palabras «Escritor independiente» en el apartado de profesión de los formularios que hay que rellenar en los despachos de los médicos y en las oficinas de créditos».
Gordon Lachance – The Body.
Con este breve recorrido por solo dos creaciones que integran la vasta obra de Stephen King, mi intención principal es despertar su curiosidad por la prosa del gran escritor estadounidense. A veces es bueno abandonar ciertos prejuicios literarios y darle una oportunidad a este tipo de propuestas, que, según mi humilde parecer, no tienen desperdicio.
Asimismo, debemos hacer de México un país lector, en eso también estriba el cambio que tanto pregonamos. Yo creo que sí lo podemos lograr. Tengo esperanza.