Por: Víctor M. Toledo | La Jornada
Regeneración, 27 de mayo 2014.-Escribo esta colaboración en el momento en que parece haber concluido el paso del centro de poder total de Estados Unidos a China. En que, por tanto, la cosmovisión que dominaba el imaginario colectivo del ser moderno, la idea de un norte rico y desarrollado y un sur pobre y subdesarrollado, comienza a no tener sentido. Si la tesis del fin de la historia, es decir, del tiempo histórico congelado para certificar de que no hay más que sólo un mundo posible (el mundo moderno), quedó ya anulada por los hechos, hoy se derrumba esa cosmología de la modernidad que sitúa la prosperidad en el norte y el atraso y el estancamiento en el sur. Escribo estas líneas desde una esquina estratégica de Sudamérica, desde la Colombia Profunda, desde el Cauca, donde florecen paisajes riquísimos, fisiografía intrincada, diversidad de culturas, ideas de avanzada y movimientos emancipadores de todo tipo.
Geográficamente, México se ubica en una porción del planeta donde se entremezclan estirpes biológicas del norte y del sur. Su territorio es notable en diversidad biológica porque a esa particularidad biogeográfica se agrega un contingente de especies vegetales y animales que son exclusivas de su territorio. En la dimensión sociocultural, el territorio mexicano es también lugar de paso, zona de transición, región de encuentro entre dos civilizaciones no sólo diferentes sino contrastantes: Mexamérica en el norte y Mesoamérica en el centro, sur y sureste. Estratégicamente ubicados los mexicanos viven entonces agobiados por un dilema central: ¿mirar al norte o mirar al sur? Y esta disyuntiva, que pocas veces se visibiliza, no sólo es central para el diseño del porvenir, sino para el delineamiento de la identidad nacional. ¿Quiénes somos? y, sobre todo, ¿quiénes queremos ser?
La ideología dominante suma al dilema norte-sur una ubicación cartográfica tramposa: el norte y el sur corresponden en los mapas reales y mentales al arriba y al abajo. En el lenguaje popular, sin embargo, estar norteado es estar perdido y ser orientado es mirar al oriente. Los cuatro puntos cardinales siempre estuvieron presentes, sin distingo alguno, en las cosmologías de prácticamente todas las culturas tradicionales del mundo, y el arriba y el abajo, generalmente representado por un árbol, casi sin excepción fueron representados por el cielo y el infierno, o por el supra e inframundo.
Sin embargo, hoy, ante la crisis de la civilización industrial, el cambio de los epicentros de poder del capital, y el surgimiento de gobiernos progresistas en el sur, especialmente en Latinoamérica, a los mexicanos se nos ha complicado el panorama. No sólo política, sino ideológica y civilizatoriamente, mirar hacia el norte es mirar hacia el neoliberalismo y sus promesas, cada día menos creíbles, de progreso con base en el mercado, la ciencia y la tecnología; es atraer el mundo anglosajón, industrializado, tecnocrático y bastante deshumanizado. Mirar hacia el sur es en cambio mirar hacia Latinoamérica, pero también a los gigantes asiáticos (China e India) y a los pueblos africanos. Hoy por hoy América Latina es el (sub) continente más esperanzador del mundo, con sus gobiernos de izquierda, la proliferación de potentes movimientos sociales, la rebelión de los pueblos indígenas, la innovación tecnológica, la supremacía de sus expresiones culturales (bailes, cocinas, escrituras, artesanías, músicas, carnavales), la erupción de pensadores críticos y la aparición de proyectos que conectan de manera novedosa a las universidades y tecnológicos con los procesos de emancipación social y ambiental. Latinoamérica rebosa de ideas, iniciativas, proyectos y fórmulas inéditas en todos los campos, y aunque se avanza con dificultad y tropiezos, con sufrimientos evidentes, hay ya una flama de esperanza que se nutre de los pueblos originarios y de décadas y siglos de historias heroicas. Desde Martí y Bolívar y la larga lista de soñadores que han encabezado los procesos históricos de la región, el sur se proyecta de manera diferente en el futuro a lo construido en el norte. Una nueva cartografía civilizatoria está surgiendo, y nadie puede ya ignorarla y mucho menos sustraerse a ella.