Navidad inicia con la emblemática misa de gallo

Misa de Gallo marca el inicio de la navidad se compone de «Misa de vigilia», «Misa de noche», «Misa de la aurora» y «Misa del día»

Regeneración, 24 de diciembre del 2018. Misa de Gallo es la celebración litúrgica que en la tradición marca el inicio de la navidad.

Dentro de todos los acontecimientos religiosos que se celebran durante la época navideña encontramos la popular “Misa del Gallo” (o Misa de Gallo), que tiene lugar a las 12 de la noche del día de Nochebuena, el 24 de diciembre, es decir justo al comenzar el día de Navidad.

El Papa Sixto III, introdujo en Roma, la costumbre de celebrar en Navidad una vigilia nocturna, a medianoche, «mox ut gallus cantaverit», “en seguida de cantar el gallo”, en un pequeño oratorio, llamado «ad praesepium», «ante el pesebre», situado detrás del altar mayor.

Terminada la misa, en la cual sólo comulgaba el Papa, presidía el solemne oficio de la noche en la Basílica de San Pedro.

La celebración Eucarística de esta Noche Santa, comienza con una invitación instante y urgente a la alegría:

«Alegrémonos todos en el Señor, porque nuestro Salvador ha nacido en el mundo».
La causa de esta alegría es el nacimiento de Cristo.

Pero, por encima del suceso que nos narra el evangelio, hemos de descubrir su contenido y hondura, con la ayuda del Espíritu de Sabiduría y de Entendimiento: en el niño que acaba de nacer, «la luz de la gloria brilló ante nuestros ojos»

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San Francisco de Asis, Santa Teresa y San Juan de la Cruz

En el año 1200 San Francisco de Asís dispuso recordar con mucha solemnidad la Navidad haciendo un pesebre lo más parecido posible al de Belén y celebrando así entre pastores, ovejas, bueyes y asnos la misa de la medianoche, y haciendo él mismo un hermoso sermón de Nochebuena recordando la gran bondad del Hijo de Dios al quererse hacer hombre en Belén por salvar nuestra alma.

San Antonio de Padua fue un devoto tan entusiasta del Niño Jesús que mereció que el Divino Niño se le apareciera.

A San Cayetano se le presenta con el Niño Jesús en sus brazos.

Los santos que más contribuyeron a difundir la devoción al Niño de Belén fueron Santa Teresa y San Juan de la Cruz.

Santa Teresa de Jesús le tenía un amor tan grande al Divino Niño que un día al subir una escalera obtuvo tener una visión en la que contemplaba al Niño Jesús tal cual había sido en la tierra.

En recuerdo de esta visión la santa llevó siempre en sus viajes una estatua del Divino Niño, y en cada casa de su comunidad mandó tener y honrar una bella imagen del Niño Jesús que casi siempre ella misma dejaba de regalo al despedirse.

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Santa Teresita del Niño Jesús rezaba diariamente ante la imagen del Niño Jesús de Praga de su convento de Lisieux (Francia).

«Oh pequeño niño, mi único tesoro, tú te me muestras todo radiante de Amor. Yo me abandono a Tí. Oh Jesús, mi pequeño hermano, no quiero otra alegría que la de agradarte. Mi pequeño Rey, imprime en mi las virtudes de tu infancia».

En la Imagen del Niño Jesús de Praga del coro del monasterio de carmelitas descalzas de Colonia (Alemania), reconocía Edith Stein un signo de veneración a la Santa infancia del Señor:

«No sólo tiene poder salvador la pasión y muerte de Cristo, sino toda su vida. Su asunción del destino humano: también su infancia, su juventud, su encuentro con los hombres, su rezar por la liturgia del pueblo judío, su íntimo hablar con el padre del cielo, todo esto aconteció por nosotros, para nuestra salvación».

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