#Opinión: Aprendan a votar, chairos

Por Fernando Paz

RegeneraciónMx.- El acartonado presidencialismo (1920-2018) engendró, amamantó y crio con generosos apapachos a los intelectuales orgánicos. Dóciles, los Camines, los Krauzes, los Bartras y hasta los Zaids, junto a un soberbio etcétera, se acostumbraron a callar lo que tenían que haber criticado. ¿Acaso olvidaron cómo disentir y cómo argumentar en contra de las decisiones cupulares? A mí me parece que más bien, nunca lo aprendieron.

Hace unos días llegó a mis manos un artículo del ingeniero Gabriel Zaid, premio Xavier Villaurrutia en 1972, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y de continua obra -publicada en su mayoría por el FCE y por el entonces Conaculta- y que escribe en la revista Letras Libres desde prácticamente su fundación, en 1999; el poeta y ensayista también escribió en Contenido, una mala copia de la Selecciones del Reader’s Digest.

El texto de marras fue publicado en el periódico Reforma y decidí escribir sobre él porque representa, de una manera casi perfecta, la forma de pensar (y de no pensar) de los intelectuales conservadores en México; misma que han exhibido, especialmente y sin tapujos, desde 2018. Lo tituló ¿Por qué votaron así? Y expone diez puntos que él considera claves para “entender […] lo que votaron los votantes” a pesar “de la violencia, la corrupción y la ineptitud” del gobierno actual.

Él esperaba un “voto de castigo y no una ovación”, escribe. Refutaré punto por punto aprovechando la lista de Zaid, aunque resumiré sus planteamientos por cuestiones de espacio y forma:  

  1. Dice que las personas más conocidas según las encuestas son las mejor calificadas. Que “la presencia constante de López Obrador en los medios induce la opinión favorable que se tenga de él, aunque mienta, insulte o aburra”. Aboga que por la presencia mediática de Claudia como jefa de gobierno y su destape “con tres años de anticipación” pesaron sobre Xóchitl “desconocida hasta hace un año” (sí, ajá). Nada más falaz, ya que, con todo y la brutal cobertura de cientos de miles de millones de pesos de los presidentes del llamado PRIAN, la mayoría del pueblo no tuvo una opinión favorable de ellos, menos en la parte final de su mandato.
  2. Escribe, con maña, “algunas encuestas indicaban que ganaría Claudia”, Zaid decide cegarse y no pone “la mayoría de las encuestas…”. Sigue con su deshonestidad intelectual: “La inesperada ventaja del 32% que obtuvo Claudia […] implica que millones de votantes cambiaron de opinión a última hora o que muchos entrevistados ocultaron su preferencia por la candidata oficial: quizá por vergüenza frente al entrevistador”, sentencia con esa insidia ya descarada de quien ha perdido privilegios.
  3. “El paternalismo genera agradecimiento filial”. Claro, quién mejor para hablar de apapacho gubernamental, que quien escribe en una revista cuyo tiraje completo era pagado con dinero del erario por los gobernantes del régimen ido. Sigue, ahora haciendo uso de su desconocida cualidad de vidente: “Si los opositores prometieran a los votantes: Voy a darte lo mismo o más que Morena; muchos votantes pensarían “Más vale malo por conocido que bueno por conocer”. ¿Algo que sugiera la obvia preferencia por la candidata de un partido que por vez primera en décadas voltea a ver a los más necesitados?, ¿nada?
  4. Para cumplir la cuota de brazadas en el nado sincronizado, no podía faltar: “Donde los narcos intervinieron en la votación, seguramente fue contra Xóchitl, que fue valiente, y hasta temeraria, al anunciar que iba contra ellos”. El ensayista borró de su atribulada memoria, sin pena alguna, que el único partido que tiene en su currículum un secretario de seguridad federal cómplice del narco, es el PAN, cuna política de la candidata de robusta figura.
  5. “No hubo voto de castigo en los municipios más violentos”, nos remite Zaid a un video de El Universal en Youtube en el que se menciona que, según México Evalúa, de los 50 municipios más violentos, “17 cambiaron” a otro partido para que los gobernara y que de esos, “8 cambiaron a Morena”. La información no dice mucho, aunque Zaid menciona que “la inseguridad pesó menos en el voto (negativamente) que los programas sociales (positivamente)”. Este punto, por ambiguo, es, a mi manera de ver, el único acertado. Lo que omitió de la misma fuente es que, en Celaya, después de ser gobernado por el PAN desde 2012, la gente eligió cambiar a Morena, con todo y el asesinato de la candidata primera de ese partido.
  6. “La investidura impone respeto, cuando no temor”. Comenta, y sugiere el deseo de que los votantes vieran más como conciudadanos a las autoridades (¿no que AMLO daba risa por tantas “ocurrencias” al gobernar?); y acusa, regresando a la alberca, que “López Obrador ha intervenido abusivamente en todo el proceso electoral”; pero que se le ha justificado porque “…es el presidente”. Sabemos que la oposición ha querido limitar la libre expresión del ejecutivo, ya sea mediante amparos, demandas legales, “contramañaneras”, funciones de circo disfrazadas de periodismo y hasta televisión atípica por la tanta vulgaridad y odio; y ahí está Zaid, pregonando un indirecto “que se haga el presidencialismo, pero en los bueyes de mi compadre”. 
  7. Otra vez consultando a los astros, Zaid nos suelta un “Hay quienes creen que el voto no es tan secreto, que de alguna manera el gobierno puede enterarse de quiénes votan en contra y castigarlos”.
  8. En este punto, el escritor no recurre siquiera a las estadísticas de alguna entidad patito que le de relevancia a su sentencia: “hay quienes votan con el ánimo de atinar […] se sienten ganadores si votaron por el que ganó”. Déjeme a mí la narrativa de ficción, maestro.
  9. Sin relación con la premisa de su artículo y quizá para lograr el decálogo, el académico nos lanza un “Los líderes partidarios no pierden cuando su partido pierde. Actúan como si el candidato fuera el único responsable de ganar o perder…”.
  10. “El voto universal obliga a votar a millones que no tienen especial interés en hacerlo; que ven la política como algo remoto, que ni siquiera entienden […] y no tienen inconveniente en abstenerse o votar por el candidato más visible o más generoso con regalos”. Claro, en su clasista encuestadora mental privada, esos todos votaron por Morena.
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Más allá de analizar el resultado de la elección presidencial, es evidente que los privilegiados del apapacho prianista buscan hoy, entre su pavloviano bagaje cognitivo, cómo construir una crítica válida y bien fundamentada a la administración del presidente López Obrador, y cómo demeritar el arrollador triunfo del proyecto de Claudia Sheinbaum, pero les es imposible; es como que intentaran hablar en japonés de la nada cuando su lengua natal es el español.

Esto los ha obligado a criticar desde la entraña -lo que normalmente no necesita condicionamiento alguno y menos, construcción- y dejan fluir su clasismo y su odio; uno solo puede dar de lo que tiene y eso, infortunadamente, es lo único que poseen.

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