#Opinión: El ciclo de la pobreza ideológica

Por: Miguel Martín Felipe

Recientemente hubo en México un ejercicio democrático sin precedentes que visibilizó los primeros indicios de un fenómeno que ya se había dado en toda Latinoamérica, menos en México. Se trata de lo que algunos teóricos han llamado “el ciclo de la pobreza ideológica”. La Consulta ciudadana que proponía el juicio a los expresidentes tuvo un nivel de participación que deja ver un poco de este fenómeno ampliamente estudiado en otros países de la región.

La premisa es muy simple y trataré de explicarla lo mejor posible. Tras varios años, décadas o incluso siglos de saqueo y/o represión, surge un movimiento social efectivo que logra convencer a la ciudadanía con propuestas de corte social demócrata. Este movimiento gana las elecciones de manera contundente y toma el poder de manera legítima. Las políticas de corte social que este gobierno implementa surten efecto en la población, de tal manera que, con el paso de los años, el nivel de vida se eleva, toda vez que el enfoque del gobierno en áreas como salud, vivienda, educación y empleo, todo ello con los sectores más marginales como prioridad, reduce significativamente a las clases bajas y amplía paulatinamente a las clases medias; es decir, muchos logran salir de pobres gracias a las oportunidades; viven más y en mejores condiciones, y los hijos logran estudiar carreras universitarias.

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Hasta el fin del párrafo anterior podríamos pensar que las cosas se mantendrán así a perpetuidad y que se ha alcanzado el fin último de la política socialdemócrata. Sin embargo, no debemos olvidar que un gobierno de este tipo será siempre una isla entre un mar de hegemonía y tendrá que resistir los embates del ahora llamado “libertarianismo”. Estos embates llegan desde distintos frentes, que pueden ir desde el desprestigio de los líderes políticos de izquierda, hasta el manejo malicioso de estadísticas y cifras macroeconómicas o utilización facciosa de tragedias. Todo esto será un constante bombardeo a través de los llamados medios hegemónicos (término de Antonio Gramsci), que siempre estuvieron y estarán aliados con el poder empresarial.

A nivel social, el resultado de todo este proceso que se gesta en esferas del poder político, los medios de información y los intereses empresariales, se palpa entre el pueblo, que con una calidad de vida más elevada que cuando buscaban aferrarse a la esperanza que representaba la opción de cambio por la cual votaron, ahora siente no debe identificarse con una opción política pensada para los pobres. Y paradójicamente ahora “el cambio” lo representan los intereses empresariales disfrazados de políticos de imagen fresca con aires de triunfalismo social, o bien, títeres de los mismos intereses que proyectan la imagen de ser “antipolíticos”.

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La sociedad latinoamericana siempre está fluctuando entre la politización y la ignorancia, entre la esperanza y el desánimo, entre el pensamiento individual y el colectivo.

Si lo vemos fríamente, es un ciclo que se ha cumplido anteriormente de manera inevitable en países como Chile, Argentina, Brasil o Colombia. Sin embargo, eso no quiere decir que nos vayamos a quedar de brazos cruzados viendo cómo el presagio se cumple en México. Es enorme el reto de seguir politizando al país, concientizando a cuantos podamos acerca de cuál es el lado correcto de la historia y alertando a todos acerca de los peligros que entraña toda esa derecha proempresarial y chovinista que no descansa y a la que le importamos un carajo. No hay opción, ese reto lo tenemos que afrontar con el corazón por delante y sin olvidar este mantra: nosotros ganamos, la cultura nos pertenece y la historia la escribimos juntos.

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