#Opinión: El monopolio de la verdad – Parte IV

Por Fernando Valdés Tena

Conocí a Emilio Azcárraga Jean en 1991 en Tijuana, B. C. Hacía sus pininos en la televisora local de su padre. Yo hacía los míos como representante de Coca-Cola, cliente patrocinador del certamen Señorita México, del que surgió Lupita Jones —reciente excandidata de la coalición PRIANREDÉ a la gubernatura de Baja California— para convertirse en Miss Universo aquel año.

Quién diría que en sólo 6, Emilio sería ungido como Presidente de Televisa precipitando la salida de Zabludovsky del noticiero nocturno estelar, la llegada de López Dóriga como su sucesor y la incorporación de Carlos Loret de Mola —alumno predilecto de Ricardo Rocha— para instaurar con él a la cabeza a “Los 4 fantásticos” : Bernardo Gómez, José Bastón y Alfonso de Angoitia, así como al Vicepresidente de Noticieros Televisa, Leopoldo Gómez González Blanco —hermano de Arely, exprocuradora de la PGR en tiempos de Enrique Peña Nieto y pupilo de Luis Téllez Kuenzler, con quien trabajó como Subsecretario de Operación Energética en tiempos de Ernesto Zedillo Ponce de León.

Incursionaban nuevos empresarios en los medios de comunicación como Javier Moreno Valle, quien desde 1995 y como propietario de Televisora del Valle de México (XHTVM – CNI Canal 40) impulsaría a los entonces críticos del régimen priista Ciro Gómez Leyva, Denise Maerker y Víctor Trujillo, para el proyecto periodístico que Ricardo Salinas Pliego terminaría destruyendo con la toma del cerro del Chiquihuite.

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Era la época de la irrupción del combativo Vicente Fox Quesada, quien tomaría por asalto al propio PAN de Diego Fernández de Cevallos, que había cogobernado para darle legitimidad al gobierno de Carlos Salinas de Gortari y llegaría a Los Pinos, aprovechando la avidez por el cambio que se respiraba en México y el resentimiento prevaleciente en Zedillo hacia el partido que lo había impuesto en el poder contra su voluntad tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio, gracias a los oficios de su exjefe Joseph Marie Córdoba Montoya, cerebro del salinismo —un régimen prolífico de empresarios y políticos beneficiados con la ola de privatizaciones que terminarían como consejeros o accionistas, engrosando las filas de Televisa de aquellos años: Carlos Slim Helú, de Telmex; Roberto Hernández, de Banamex; Alberto Bailleres, el rey de la plata, de El Palacio de Hierro; Pedro Aspe Armella, exsecretario de Hacienda, dueño de Protego y mentor del truculento Luis Videgaray Caso, poder detrás del trono del peñanietismo, y Fernando Senderos Mestre de Grupo Desc, de donde emergió como recomendado quien a la postre se convertiría en consejero de Televisa: Eduardo Medina-Mora Icaza, para ocupar la dirección del CISEN y la Secretaría de Seguridad Pública foxistas, así como la procuraduría y la embajada en el Reino Unido calderonistas y la embajada en Estados Unidos y el ministerio de la Suprema Corte de Justicia, gracias a su compadre Peña Nieto. Se encumbrarían también como empresarios Enrique Krauze Kleinbort, dueño de Editorial Clío, que publica Letras Libres, y Héctor Aguilar Camín con su revista Nexos. No es coincidencia que ambos sean blanco de frecuentes menciones en Las Mañaneras. ¿Por qué será ?

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