Por Ana María Vázquez
RegeneraciónMx.- Es impactante verla aún en fotografía, los ojos abiertos enmarcados por un entrecejo fruncido, la boca enorme, descomunal, abierta hacia la nada, dispuesta a devorar lo que se le pusiera enfrente, da miedo, por algo le llaman “la entrada al inframundo”.
Fue creada cuando apenas Roma iniciaba su expansión, nacía el cristianismo, Oriente y Occidente iniciaban la Ruta de la Seda, comunicando China con Europa; mientras tanto, en Mesoamérica, los “habitantes de la Región del Hule” tenían una economía basada en el comercio, eran politeístas, centraban su culto en animales que consideraban sagrados como el Jaguar, bebían chocolate, jugaban a la pelota, construían palacios rojos con una arquitectura que podemos disfrutar hasta ahora.
Sus dioses solían ser híbridos de humanos y animales y representaban al maíz, el cielo, la tierra y el inframundo; para ellos, cuatro enanos sostenían al mundo.
La llamada “Cultura Madre”, también contaba con un sistema numérico a base de rayas y puntos con el valor del cero, de este último, se dice que son inventores; tenían un calendario civil y otro religioso, su escala social estaba coronada por los sacerdotes y guerreros y al final, los artesanos y campesinos.
Hasta nuestros tiempos han llegado las grandes cabezas talladas con toda perfección, piedras con grabados, telas, huesos, pirámides y cerámica que muestran la gloria de una cultura que nos precedió.
Regresó el monumento Olmeca de Chalcatzingo, el “Monstruo de la Tierra” al país donde pertenece y de donde nunca debió salir, con una altura de 1,8 metros y 1,5 de ancho, el peso del monumento es de casi una tonelada. ¿Cómo rayos salió de México?, el único registro de esta pieza y gracias al cual pudo ser reclamada por nuestro gobierno es una reseña de la revista American Antiquity que fue presentada en 1968 por el arqueólogo David Grove.
El gran negocio del tráfico de arte precolombino fue uno de los botines por los que muy poco se peleó por parte de los gobiernos neoliberales, deseosos de enterrar cuanto antes las glorias que cimentan nuestra cultura para así, sin identidad, destazar, fragmentar y rematar al país como lo hicieron. Esas ruinas, esa historia tan nuestra es la que nos da identidad.
Con la construcción del Tren Maya, muchas piezas valiosas han vuelto a ver la luz y quedarán en museos de sitio para recordarnos siempre de dónde venimos, de una de las culturas más importantes y fructíferas del mundo. La cultura madre, la Olmeca, volverá poco a poco a su gloria, como nuestro país que también está siendo poco a poco rescatado de las garras de los depredadores.
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