Por Beatriz Aldaco
RegeneraciónMX.- Como si se tratara de dos terrenos que se cultivan por separado, así examina la democracia y el bienestar el politólogo José Woldenberg. En su concepto y revisión de los procesos democráticos en México, minimiza y termina por excluir la importancia de la dimensión social y económica que aquellos necesariamente conllevan.
En una reciente entrevista, si bien reconoce que se dio la espalda a la “cuestión social” a lo largo del proceso democratizador (desigualdad social, aumento de la pobreza, bajo crecimiento económico, desempleo, violencia, corrupción), en lugar de profundizar en la importancia de este fenómeno y hacer una crítica de la que seguramente derivarían propuestas para el momento actual, lo cual sería constructivo, lamenta que “mucha gente no apreciara lo otro, que es la construcción democrática”.
¿Qué esperaba José? ¿Qué la gente reaccionara según el ideal implícito de que la población está obligada a “apreciar” desde la exclusión lo que ocurre en la política como él la concibe? ¿Que la gente discerniera las bondades de los avances democráticos como si tuvieran resueltas todas las necesidades de su vida cotidiana, económicas y de sobrevivencia?
¿Qué pasa con la cantada democracia en el caso de los excluidos? Es lo que el académico no se cuestiona. ¿Cómo y con qué herramientas y tiempo pueden organizarse los marginados para ser dignos partícipes, según los ideales del politólogo, en el diálogo y las demandas públicas? ¿Cómo pueden, desde la marginación, sobreponerse a ciertos vicios del proceso democrático mexicano como el clientelismo, que mucho tiene que ver precisamente con las condiciones de desigualdad prevalecientes? ¿Son acaso puros y libres los caminos a la democracia?
Woldenberg se sitúa en una perspectiva “liberal-democrática” que, en palabras del economista y científico social Hans-Jürgen Burchardt, se basa en la primacía de la “libertad individual y la igualdad político-jurídica”, y es simplificada, unidimensional y elitista. A la esgrimida por el exconsejero presidente del IFE, otros autores le llaman “definición minimalista de la democracia” o simplemente definición dogmática.
Burchardt hace señalamientos importantísimos para el caso mexicano, como lo lejos que ha estado en concretarse en América Latina la “promesa esencial de la teoría de la transición -cuanto más democrático es un país, más justo será, y cuanto más justo, más democrático”, pues simultáneamente a la democratización aumentó la desigualdad social. Preocupante realidad que Woldenberg no puede ver desde su casamiento intocado con la teoría simplificada de la democracia.
Las cuentas alegres y los elogios excesivos del exdirector de la revista Nexos sobre la transición democrática se han dejado ver a lo largo de los años en sus artículos, ensayos y libros, tales como Historia mínima de la transición democrática en México (2013) y Cartas a una joven desencantada con la democracia (2017), en donde el autor ha refrendado lo que podría llamarse una “electorización” de la idea de democracia, en la que ésta se evalúa por las reformas electorales y las bondades del voto, excluyendo todo lo que tiene que ver con el acceso, desde condiciones de igualdad, a las bondades democráticas. Y es que pareciera que a Woldenberg le produjera urticaria relacionar la lucha democrática con el sistema económico neoliberal que se fue imponiendo simultáneamente a aquélla, minimizando el valor del pueblo y de lo público en la esfera política.
Que se entienda, no es que se desestimen los avances democráticos; el cuestionamiento es a una visión elitista en la que la democracia termina por ser coto de los que sí la entienden.
A Woldenberg no le alcanza lo poco que, muy a su pesar, reconoce -aunque sólo teóricamente- de la necesidad de atender a los más desprotegidos, para dirigir un poco su mirada al combate que se libra actualmente desde el gobierno federal para abatir la desigualdad a través de los programas sociales y otras acciones, y en las repercusiones que ello tendrá en la continuada lucha democrática, Sigue “circuiteado” en sus escaramuzas teóricas y en sus disertaciones sobre lo político desarticulado de la esfera económica, y claro, lamentándose de que la gente no valore las hazañas democráticas:
“Estoy hoy más preocupado que hace dos años porque creo detectar pulsiones auténticamente autoritarias desde el gobierno y sé que en la propia sociedad no se valora mucho lo construido con anterioridad”.
* Escritora, editora, articulista y promotora cultural. Licenciada en Literaturas Hispánicas por la Universidad de Sonora (USON) y maestra en Historia de México por la FFYL de la UNAM, es Investigadora y catedrática en las áreas de literatura y humanidades.