Por Miguel Martín Felipe
RegeneraciónMX.- Tantas veces me han hecho las circunstancias decir esto que ya se volvió un cliché, pero lo escribiré una vez más: vivimos un periodo histórico con sucesos inéditos. Una vez finiquitado el proceso a través del cual pudimos los mexiquenses por fin terminar con el oscuro dominio del PRI, las piezas se reacomodan a nivel nacional para dar paso a un procedimiento que dará como resultado la unción de quien probablemente suceda a Andrés Manuel López Obrador en el cargo más importante de la nación.
Se acaban los rituales del antiguo régimen. A pesar de que el PAN disfrazaba el gatopardismo cacareando alternancia, las prácticas se mantenían a la hora de buscar al candidato oficial. Había una reunión privada que se celebraba entre el presidente en turno y los precandidatos más fuertes. Entre risas y viandas suntuosas se llegaba el momento solemne de señalar con divino dedo a quien sería el candidato del partido, del presidente. Posteriormente se simulaba un rápido proceso de votación interna o de plano se anunciaba que por consenso había quedado el candidato presidencial.
El proceso es ahora muy distinto, aunque está caracterizado por su propia ritualística. El aspirante acude a una sede designada por la dirigencia de Morena, donde Mario Delgado, presidente del partido, lo recibe y le da a firmar el documento oficial que lo acredita como aspirante a “coordinador nacional de los Comités en defensa de la Cuarta Transformación”, un título barroco pensado para eludir sanciones por actos anticipados de campaña; todo ello necesario para ir un paso delante de la oposición.
En la trinchera opuesta hay todo menos consenso; cruce de declaraciones, llamados a “rescatar a México” y un ya cansino afán de resaltar el espíritu ‘ciudadano’ que debiera tener el procedimiento de elección de candidato, para así diferenciarse del carácter popular del movimiento de AMLO, que mantiene una aprobación muy sólida a nivel nacional. Sin embargo, pese a lo blanco de sus teces y a su exquisita retórica, no hay ni consenso, ni proceso ni candidatura.
Regresando a Morena, tenemos perfiles concretos y distintos entre sí para contender en la encuesta. Estos precandidatos de facto tendrán la oportunidad de hacer campaña siguiendo los pasos de AMLO, es decir; a través de una gira para la cual contarán de inicio con 5 millones de pesos garantizados por el partido.
Gerardo Fernández Noroña es un gran orador en tribuna, que lleva ya bastantes legislaturas a cuestas, las últimas dos como diputado y siempre ostentando los colores del Partido del Trabajo. Celebrado marxista y ateo sin tapujos, vehemente y arrojado cuando se trata de exhibir a los enemigos de la transformación. Sin embargo, sus pasiones lo han hecho llegar incluso a insultar al hoy presidente y a algunos otros actores políticos afines, solo por enfatizar su afán por contender en el proceso, lo cual ahora se le ha concedido. Sin experiencia en la administración pública, no considero a Noroña una opción adecuada, aparte de que su radicalismo, por momentos elitista, dista del espíritu popular que en este momento ostenta el movimiento.
Ricardo Monreal es un político en toda regla, pero esto no necesariamente implica algo positivo. Como coordinador del Grupo Parlamentario de Morena en el Senado ha evidenciado lo que lo caracterizó como gobernador de Zacatecas: no tiene reparo en trazar comunicación amistosa o hasta alianzas con oligarcas, conservadores e incluso golpistas, todo en aras de un supuesto afán conciliador. Su intención de ser presidente la hizo muy evidente ya desde 2022. Ahora se le concede la oportunidad de contender por la candidatura, pero su discurso ambiguo, así como su retórica parsimoniosa y edulcorada nos hacen ver que ponerlo en el cargo sería un peligro, más que solo un retroceso.
Se podría decir que Marcelo Ebrard es un obradorista de toda la vida. En la escisión que dio origen a Morena, Marcelo decidió quedarse con AMLO, aún sin tener un futuro claro y después de haber perdido ante él en el proceso de selección dentro del PRD con miras a la elección de 2012. Su desempeño como secretario de relaciones exteriores ha sido el correcto para sustentar la aseveración que ha hecho el presidente acerca de que la mejor política exterior es la exterior. Ciertamente, por más control de la política interna y combate a la corrupción que se hubiese llevado a cabo por parte del gobierno obradorista, sin un canciller sobrio y bien relacionado, no hubiera sido posible sortear todos los avatares que se presentaron en las relaciones bilaterales con Estados Unidos.
Mención aparte para el rescate de Evo Morales ante el golpe de Estado en 2019. Sin embargo, el círculo de Marcelo es eminentemente oligárquico y aristocrático, y su apertura para con medios tradicionales e influencers de la industria cultural despolitizante no son señales más que de otro posible retroceso si él llegara a ser el ungido.
Claudia Sheinbaum ha sido blanco de múltiples ataques por despuntar claramente como la virtual candidata por anticipado.
Su formación como científica de la UNAM y su carrera política han ido de la mano. Siempre cercana a AMLO desde el fraude de 2006. Fue jefa delegacional en Tlalpan y desde 2018 se desempeña como jefa de gobierno de la ahora Ciudad de México. No tuvo fácil recomponer la herencia de Miguel Ángel Mancera, quien abandonó en cuanto a infraestructura y movilidad las zonas más desfavorecidas de la ciudad para centrarse más en la estética de las zonas privilegiadas.
Con el metro sostenido por alfileres, Claudia ha sufrido de una campaña de desprestigio con base en dicha red, sobre todo con el accidente de la línea 12 en 2021. Sin embargo, se ha sabido reponer y ha gobernado de manera sólida y convincente. Su perfil es atractivo, aunque ciertamente ya se demostró con AMLO que no se necesitan grandes tablas académicas ni raigambre europea para tomar las riendas de un país mayormente poblado por etnias mestizas producto de la colonización europea. El pueblo necesita ahora de otra figura afin con la cual identificarse.
Adán Augusto López viene de una enorme desventaja de exposición mediática. Podríamos decir que es un político de la periferia, entendida en términos de Gramsci y Dussel, puesto que Tabasco, su tierra natal junto con el presidente, se encuentra claramente menos desarrollado en términos económicos que la Ciudad de México, donde siempre se han movido Claudia y Marcelo, por lo cual han tenido una presencia en medios constante.
Sin embargo, AMLO reconoce a Adán como un compañero de lucha de toda la vida. Cuando en 2021 dejó Olga Sánchez Cordero la Secretaría de Gobernación, AMLO tuvo el gesto de llamarlo para sustituirla. Podríamos decir que Adán es una versión alternativa de Andrés Manuel, pero mucho más parecida que el resto de los perfiles, pues ostenta los mismos ideales de implantación de un estado de bienestar como prioridad para la sociedad mexicana, toda vez que ha abrevado en las mismas fuentes que el presidente para conocer la realidad latinoamericana y reconocer los problemas más urgentes de resolver.
Conjunta lo que podríamos denominar como ‘pensamiento obradorista’ y el recorrido académico de una manera balanceada, y no duda en pintar su raya con los remanentes del viejo régimen.
He ahí un somero análisis que pongo a criterio de usted, querido lector. Fijo postura sin temor alguno y pongo de manifiesto que, de no quedar Adán Augusto López Hernández como candidato a la presidencia, quien sí lo haga, contará con todo mi apoyo. Ante todo, este proceso previo, que iniciamos como hermanos, debemos terminarlo de la misma forma y sin dañar al movimiento.
Apoyemos en civilidad a nuestra ‘corcholata’ preferida y con argumentos fehacientes y bien meditados, y nunca olvidemos que la cuarta transformación de la vida pública de México debe continuar aún con más fuerza.
Sigue a Miguel Martín Felipe en:
Twitter: @miguelmartinfe
YouTube: Al Aire con Miguel Martín
Facebook: Miguel Martín Felipe Valencia