Por Ana María Vázquez
RegeneraciónMX.- Como pueblo hemos soportado paternalismo, masacres, robos, ventas y hasta regalos de nuestros bienes y territorio a extranjeros; desde que el presidente López Obrador asumió LEGALMENTE la presidencia, seguimos firmes ante las burlas, ataques, información sesgada y toda la cantidad de infodemia que los medios corporativos nos recetan día con día.
Ahora, el llamado “señor de los casinos”, el panista Santiago Creel se ha atrevido a violar el principio de NO INTERVENCIÓN, y en su calidad de representante de la Cámara de Diputados, condenó, a nombre del ESTADO MEXICANO, la invasión de Rusia a Ucrania.
Tal como atinadamente expuso Gerardo Fernández Noroña, es un hecho gravísimo el que en principio haya recibido al presidente de Ucrania con su cargo en la Cámara, pero más aún lo es la usurpación de funciones que solo corresponden al máximo líder del gobierno de México, el presidente Andrés Manuel López Obrador. Entre gritos de los simpatizantes panistas, Noroña solicitó la destitución de Creel.
¡Qué fácil les resulta a algunos hablar en nombre del gobierno y de los mexicanos!
El señor Creel, acostumbrado a desconocer hasta a los de su propia sangre, desconoce también el voto popular que en NINGUNA de las DOS ocasiones en las que se ha postulado a la presidencia ha sido electo. Ahora, vuelve a suspirar por una tercera ronda, pero compite contra Anaya, Ma. Del Carmen Téllez y Beatriz Paredes, entre otros del total de 13 “suspirantes” que aparte de gritos y escenas vergonzantes no ofrecen nada más que lo mismo.
Sería bueno que Creel pusiera los pies en la tierra y se sentara en un banquito como lo hizo Aureoles en 2021 afuera del Palacio Nacional ya que, incluso para los de los partidos opositores, el actual representante de la Cámara (no de su voz, ya que también habló en su calidad de representante y no de miembro de un partido, gravísimo) está muy lejos de la presidencia del país; Creel se comprometió, según sus palabras, a “garantizar la unidad de la Cámara”, quizá confundió el término y se pensó que era unirlas a SU voz y pensamiento, cosa totalmente errada.
Por fortuna el cargo dura solamente un año y esperemos que para entonces no se repitan las barbaridades como la cometida por Creel, cuyo “rancio abolengo extranjero” del que él mismo se ufana, lo cegó en sus funciones administrativas, pretendiendo brincar SIN EL VOTO POPULAR a las presidenciales. No es lo mismo la presidencia de la Cámara, que la presidencia DEL PAÍS.
Por lo pronto, desde esta columna le exijo como ciudadana: ¡No en mi nombre!
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