Por Ana María Vázquez
RegeneraciónMx.- Porque defiendes el territorio y no la tierra, porque no has sido capaz de escuchar el lamento del río al ser masacrado por la industria, porque no conoces el respeto por el sol ni por la lluvia, ni sabes leer en la cosecha la historia de las almas perdidas defendiéndola; no, no eres indígena, jamás podrías escuchar la tormenta horas antes de que venga, ni entender los rezos del ave pidiendo que no talen su hogar; no podrías, por más que quisieras, repetir las historias que nos cuenta el viento.
¡Necia!, si el huipil que portas te convirtiera por magia, entonces, empezarías por el respeto a todo lo que te rodea, que fue cuna de tus antepasados y los míos, pero tu ambición acabó por cercenarla. No eres indígena porque serlo no es una moda, sino una forma de ver la vida y pensamiento, una visión del mundo que tú jamás podrás conocer, porque a tus ojos los cegaron con el brillo del dinero.
¿Ahora resulta que ser indígena está de moda?, bien, pues a empezar desde abajo realmente, a reunirse con los concejos municipales, a escuchar lo que tienen que decirte y abrir ojos, oídos y sobre todo el alma a sus palabras, a despojarse del huipil de marca, a pisar la tierra con los pies descalzos y rescatar de los ancestros la noble enseñanza del respeto, amarrar la boca, agachar la cabeza y reconstruir con humildad el pasado que antes pisoteaste y que ahora te sirve de frágil escudo y vestimenta.
Ser indígena es formar parte de una tradición y una cultura que jamás entenderías porque lo que hay en ellos no se vende ni se compra, se transmite de generaciones, se siente en las entrañas y se vibra junto con la magia y la poesía.
Te venden como una Coca-Cola y nos ofendes y te ofendes al prestarte al juego, hasta en eso te perdiste.
Quizá te convendría más aceptar que eres mestiza como la mayoría (que también reniega), aunque quizá, vendría mejor el término “ladina” con todo lo que la palabra significa.
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