Presentamos la sexta parte de esta serie sobre el origen y desarrollo de las campañas anti-AMLO
Origen y desarrollo de las campañas anti-AMLO: del Paraje San Juan a la pandemia
(Sexta parte)
José René Rivas Ontiveros*
Tal y como hemos visto anteriormente, desde hace ya casi dos décadas son varios los sujetos individuales y colectivos que en algunas partes del país y a través de diferentes medios han venido instrumentando múltiples campañas de difamación, insultos, mentiras y presión en contra del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Y si bien es cierto que los diversos promotores de dichas acciones tienen como principal punto de coincidencia su animadversión a la tendencia política e ideológica de AMLO, lo es también que, por su origen, función y objetivos, estos referentes son muy heterogéneos. En los últimos tres meses del presente año, esta tendencia se ha visto aún mucho más marcada.
En efecto, por las acciones que se han emprendido en el marco de la actual pandemia que azota a todo el mundo, y en particular a nuestro país, es posible aglutinar a dichos promotores en por lo menos ocho grandes bloques, como son, entre algunos otros: 1) los empresarios, 2) los gobernadores rebeldes del norte y occidente, 3) los expresidentes de la República, 4) los exsecretarios de Salud, 5) los partidos políticos, 6) los medios impresos y electrónicos, 7) los columnistas y comentaristas y 8) “los abajo firmantes” o el grupo de los “notables”. Enseguida se presenta una breve radiografía de cada uno de estos bloques.
En el empresarial, el de más poder económico, actualmente es posible identificar por lo menos a cuatro grupos como los tradicionalmente más rijosos y de frontal rechazo a AMLO: a) la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), agrupamiento fundado en 1929 y actualmente dirigido por Gustavo de Hoyos; b) el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), creado el 5 de agosto de 1976 en las postrimerías del sexenio de Luis Echeverría Álvarez, con quien se enfrentó, y actualmente presidido por Carlos Salazar Lomelí; c) el Frente Mexicano Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), promovido desde el sexenio pasado por Claudio X. González G., quien fue uno de los principales promotores de la mal llamada Reforma Educativa de Enrique Peña Nieto, y d) el Frente Nacional AntiAMLO (Frenaaa), presidido por Pedro Luis Martín Bringas (quien, a consecuencia de ello, hace unos días fue separado del Consejo de Administración del grupo Soriana) y en el cual también participan Gilberto Lozano, Pedro Ferriz de Con, Rafael Loret de Mola y Juan Bosco Abascal.
Este es el bloque cuya actividad siempre ha girado en torno al dinero y la defensa de sus respectivos intereses y privilegios. Debido a algunos de los hechos más conocidos de cada uno de estos cuatro referentes, se trata de un núcleo de empresarios política e ideológicamente identificado con la ultraderecha. Por la misma razón, estos grupos nunca han estado ni estarán dispuestos a respetar ningún tipo de legalidad que vulnere o ponga en riesgo la serie de privilegios que han tenido en toda su vida. Así, cuando están en peligro de perderlos, como sucede ahora con el gobierno de AMLO —al que nunca han logrado chantajear y mucho menos doblegar como lo hacían con los gobiernos neoliberales—, recurren a sus tradicionales campañas de odio de carácter eminentemente fascista, a través de la mentira, la difamación, la descalificación, el insulto, el rumor y, por supuesto, la amenaza de utilizar el golpismo, blando o duro, al mero estilo sudamericano, ya que para ellos el concepto de democracia no existe ni debería existir en el diccionario, es una simple ficción. En su lógica, la democracia es la que se impone a través del fraude y el dinero, tal y como ya lo hicieron en 1988, 2006 y 2012 y que avalaron los “notables”.
Al respecto, uno de los ejemplos más elocuentes de este tipo de prácticas golpistas y fascistoides es las que ha estado utilizando el grupo Frenaaa, el cual el día sábado 20 de mayo en la mañana organizó una serie de caravanas de carros y motociclistas, tanto en la capital mexicana como en otras 20 ciudades del país, para exigirle a AMLO que antes del 1 de diciembre de este año se vaya de la Presidencia de la República, por ser, según ellos, “un peligro para México”, “un dictador comunista” y “el responsable directo de que en México haya habido miles de infectados de Covid-19”, por “haber cancelado inversiones en el país como la del aeropuerto de Texcoco” y para que “México no llegue a una situación como la de Venezuela”, entre otras consignas.
Pero independientemente de que esta fue una marcha eminentemente fifí y que, por lo mismo, contó con todos los recursos financieros, el número de participantes en ella fue apenas de mil a mil 200 en la Ciudad de México y de 50 a 200 vehículos motorizados en cada una de las otras 20 ciudades en las que hubo manifestaciones.
Esta acción anti-AMLO, que, por cierto, no es la primera y seguramente tampoco será la última que se realice, pareció ser una ostentosa exhibición de los lujosos y caros vehículos de los manifestantes más que una marcha de protesta, y con ella se evidenció nuevamente la insignificante y ridícula fuerza de esta organización ultraderechista que exige la renuncia de un presidente de la República electo por 30 millones 122 mil 483 mexicanos (53.19% de la población votante) y que hoy ya cuenta con el 68% del apoyo popular. Pero así de extravagantes son y siempre han sido este tipo de grupos fascistoides que siguen soñando con que Bringas, Lozano, Ferriz, Loret de Mola, Bosco o algún otro personaje de la misma calaña se convierta pronto en el Juan Guaidó mexicano. En fin, un verdadero caso para Ripley.
*Doctor en Ciencia Política. Profesor e investigador de carrera en la UNAM. Miembro del SNI.
Presentamos la quinta parte de esta serie sobre el origen y desarrollo de las campañas anti-AMLO
Origen y desarrollo de las campañas anti-AMLO: del Paraje San Juan a la pandemia
(Quinta parte)
José René Rivas Ontiveros*
A partir del 1 de diciembre de 2018, fecha en que se inició la actual Administración federal, en el diario nacional El Financiero, abiertamente crítico de ella, por cierto, se han venido publicando cada mes las encuestas de la empresa de Alejandro Moreno con la evaluación del desempeño que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha tenido como presidente de la República; son las encuestas de una empresa que ya tiene varios años de haber sido fundada y cuyos trabajos siempre han sido de comprobada objetividad. Por eso, hoy vale la pena que nos dediquemos al análisis de la última encuesta que fue dada a conocer a principios de mayo.
Si bien es cierto que todas las encuestas han tenido siempre la finalidad de realizar la evaluación de los diferentes tópicos de la Administración pública federal, lo es también que la encuesta de abril, por obvias razones, tuvo como principal objetivo conocer cómo califica la población mexicana, en general, el manejo que ha hecho el gobierno federal de la actual pandemia que azota al mundo.
Al respecto, la calificación del desempeño de AMLO fue del 68%, o sea, 8 puntos más arriba de los que había registrado un mes antes, cuando fue calificado con el 60%. Sin duda, fue un sorprendente y significativo crecimiento. De esta manera, si este resultado lo comparamos con el porcentaje de votación que AMLO obtuvo el 1 de julio de 2018 cuando ganó la Presidencia de la República, que fue del 53.19%, llegaremos a la conclusión de que a 17 meses de haber asumido el cargo, no solamente no ha descendido en sus índices de aprobación, sino todo lo contrario: ha crecido 15 puntos o, lo que es lo mismo, algo así como 8 millones y medio de votos más.
Lo más sorprendente de dicha calificación es que se haya obtenido no solo en el marco referencial de la pandemia, sino también en medio de una feroz, imparable, burda y costosa campaña de mentiras y difamación, tanto en contra de la investidura presidencial y los integrantes de su gabinete, como de su persona y los miembros de su familia, como si en estos momentos el causante de la tragedia nacional y, por lo mismo, el enemigo a derrotar no fuera el Covid-19, sino AMLO. Así de ruines y perversos son los autores de estas campañas.
En efecto, la actual se ha tratado de una campaña abiertamente fascista, llevada a cabo a través de los diferentes medios de comunicación privados (radio, prensa, televisión, redes sociales y bots) y protagonizada por grupos de presión e interés, que durante los gobiernos neoliberales del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN) fueron altamente favorecidos con diversas concesiones y que hoy en día se sienten afectados en sus intereses por la serie de cambios realizados por el gobierno de AMLO.
Así, algunas de las medidas que han irritado a los diferentes grupos de interés son, entre otras: el hecho de que en México se esté construyendo una nueva cultura política; la declaratoria de haber finalizado el modelo neoliberal en el país; el no aceptar supeditar las acciones del gobierno a los intereses de los poderes fácticos; el apoyo a los sectores populares; la prohibición constitucional a la condonación de impuestos; el combate al huachicoleo; la supresión de las pensiones vitalicias a los expresidentes; la tipificación como delito grave de los fraudes electorales; la cancelación de la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México; la negativa a suspender la construcción del aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas; el rechazo a incrementar la deuda externa e impulsar un nuevo Fobaproa como el que en 1995 aprobaron los diputados del PRI y el PAN; el recorte en los gastos de publicidad gubernamental para favorecer a los medios de comunicación y la eliminación del “chayote” para los plumíferos y comentaristas de todo tipo para que siempre hablaran bien de los gobiernos en turno; la supresión de becas, contratos, asesorías, fideicomisos, viajes y otro tipo de concesiones para “los notables” o “abajo firmantes”; la propuesta de reducir al 50% el monto de los actuales subsidios a los partidos; la supresión de partidas presupuestales a viejos líderes obreros, campesinos y populares (por ejemplo, Antorcha Campesina), etcétera.
En conclusión, la alta calificación que durante el mes de abril obtuvo López Obrador, quiérase o no, constituye uno más de los fracasos de las fuerzas anti-AMLO que aún sueñan con derrocarlo y que no se resignan a aceptar que él llegó al poder con el voto, este sí democrático, de más de 30 millones de mexicanos. Tampoco han entendido, o no quieren entender, que la sociedad mexicana a la que por décadas manipularon a su antojo desde hace mucho tiempo ya no es ni será la misma, por más costosas campañas de odio que hayan promovido y dolosamente sigan instrumentando.
*Doctor en Ciencia Política. Profesor e investigador de carrera en la UNAM. Miembro del SNI.
Presentamos la cuarta parte de esta serie sobre el origen y desarrollo de las campañas anti-AMLO
Origen y desarrollo de las campañas anti-AMLO: del Paraje San Juan a la pandemia
(Cuarta parte)
José René Rivas Ontiveros*
Hoy en día, a más de tres lustros del sonado escándalo del Paraje San Juan, primer gran embate mediático sufrido por el ahora presidente de la República, las campañas de difamación e insultos orquestadas en su contra nunca han cesado, a pesar de sus naturales ascensos y descensos e independientemente de que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ocupe un cargo público, participe como candidato presidencial o dirija u organice las diferentes movilizaciones opositoras en contra de los regímenes priistas y panistas.
Así, además de los dos casos que ya se han visto anteriormente, se inscriben como parte de dichas campañas los siguientes: 1) la proclama de AMLO de “Cállate Chachalaca” cuando, como presidente de la República, Vicente Fox Quesada abiertamente realizaba campaña electoral en favor de Felipe Calderón Hinojosa y de su partido; 2) haber impulsado el plantón de Reforma durante el verano de 2006 demandando el recuento de todos los votos del proceso electoral; 3) haber manifestado públicamente en un mitin celebrado en el Zócalo capitalino la expresión de “al diablo con sus instituciones”, luego de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación acabara de avalar el triunfo electoral de Calderón; 4) haber instaurado la “Presidencia legítima”; 5) haberse negado a reconocer a Calderón como el presidente de la República; 6) su permanente oposición al intento del gobierno de Calderón de privatizar la industria energética; 7) haberse negado a aceptar que durante el gobierno de Calderón se firmaran contratos con compañías extranjeras que las autorizara para buscar petróleo en “aguas profundas del Golfo de México”; 8) haberse negado a aceptar que el Partido de la Revolución Democrática (PRD) se aliara electoralmente con el Partido Acción Nacional (PAN) para contender en elecciones locales; 9) la forma en que públicamente propuso a “Juanito” como candidato a jefe delegacional de Iztapalapa, condicionándolo a renunciar una vez que se ganara la elección; 10) haber denunciado la compra de votos y el uso de las tarjetas Monex durante la campaña presidencial de 2012 que llevó a Enrique Peña Nieto a la Presidencia de la República; 11) haber renunciado al PRD para impulsar la creación de una nueva organización política partidista; 12) haber suspendido la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en el antiguo Lago de Texcoco; 13) haber aceptado la liberación de Ovidio Guzmán, hijo de El Chapo Guzmán en la ciudad de Culiacán, Sinaloa, con el fin de evitar una masacre; 14) haber saludado de mano a la mamá de El Chapo; 15) haber anunciado la rifa del avión presidencial; 16) el hecho de que uno de sus hijos haya utilizado tenis de marca; 17) el hecho de que haya contagiados y fallecidos en la pandemia, entre muchas otras.
Por eso, solo imaginémonos que algún día alguien llegara a realizar en las diferentes hemerotecas y archivos periodísticos que hay en el país una rigurosa recopilación de todas las notas informativas, columnas, editoriales, caricaturas y fotografías que durante los últimos 20 años se han publicado en diarios y revistas de circulación nacional y regional en contra de AMLO: con toda seguridad saldría una gran cantidad de gruesos volúmenes.
Lo mismo sucedería si en las televisoras y radiodifusoras existentes a lo largo y ancho de la República también se recopilaran todas las grabaciones de los noticieros y comentaristas que en el mismo periodo se han vertido en contra del ahora primer mandatario de la nación; igualmente, se acumularían muchísimas horas de grabación en discos o memorias electrónicas.
Pero lo más sorprendente de todo esto es que, independientemente de la intensidad y ferocidad con las que se han llevado a cabo las multicitadas campañas mediáticas en contra de AMLO, no han logrado minar su imagen ni bajarlo de los índices de popularidad que tradicionalmente ha tenido aun y con todos sus altibajos. Aunque ello no es porque Andrés Manuel haya tenido muy buena suerte o por haberse encomendado a todos los santos existentes, sino porque las célebres campañas siempre se han sustentado en falsedades e insultos de diversa clase.
Muy por el contrario, si por lo menos alguna de las decenas de campañas anti-AMLO hubiese tenido veracidad, ya desde cuando lo hubiesen hecho trizas y desaparecido total y definitivamente del panorama político nacional; pero el hecho de que esto no haya sucedido es la prueba más que contundente de la falsedad y mezquindad de las mismas. A ver hasta cuándo cesan o se cansan de sus fracasos.
*Doctor en Ciencia Política. Profesor e investigador de carrera en la UNAM. Miembro del SNI.
Presentamos la tercera parte de esta serie sobre el origen y desarrollo de las campañas anti-AMLO
Origen y desarrollo de las campañas anti-AMLO: del Paraje San Juan a la pandemia (Tercera parte)
José René Rivas Ontiveros*
Luego del desafuero de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), mientras que las diferentes fuerzas anti-AMLO celebraban con bombos y platillos su esperada y contundente victoria obtenida en el seno de la Cámara de Diputados, decenas de organizaciones y personalidades nacionales e internacionales de diferente tipo y actividad condenaron el desafuero por considerar que había sido un excesivo acto de fuerza de las autoridades federales y, por lo mismo, un evidente y preocupante retroceso en el ya de por sí incipiente proceso de transición democrática en México.
Ante tal situación, el domingo 24 de abril, y con el fin de repudiar el hecho, más de un millón 200 mil personas marcharon en completo silencio del Museo Nacional de Antropología e Historia al Zócalo capitalino; se trató de la manifestación hasta ese momento más numerosa y apoteótica de todas las manifestaciones oficiales y extraoficiales que se habían realizado en la historia del país.
Tras esa demostración de fuerza de la causa obradorista, misma que tendía a crecer, y pese a estar ya formalmente desaforado y a punto de ser aprehendido para iniciar su enjuiciamiento penal, después de 17 días de haber estado fuera del cargo, AMLO decidió reasumir sus funciones como jefe de Gobierno, acción que la Presidencia de la República consideró una verdadera provocación por parte de él.
No obstante el enojo por el evidente desafío, la Procuraduría General de la República (PGR) determinó ya no realizar ninguna otra acción en contra del tabasqueño. Lejos de ello, tres días después, Vicente Fox Quesada decidió dejar sin efecto la consignación penal que se había hecho en contra de AMLO, al mismo tiempo que cesó al general Rafael Macedo de la Concha, titular de la PGR, quien había sido el encargado de llevar todo el proceso de desafuero y consignar penalmente al jefe de Gobierno. Por último, el mismo presidente declaró que “mi gobierno a nadie impedirá participar en la próxima contienda”. Una derrota más de las fuerzas anti-AMLO.
Mucho tiempo después, tras la impartición de una conferencia en Estados Unidos, en una más de sus acostumbradas bravatas, Vicente Fox cínicamente declaró —palabras más, palabras menos— que si bien era cierto que Andrés Manuel López Obrador lo había derrotado durante el desafuero, más tarde “él se había desquitado” en el proceso electoral de 2006, al impedirle que arribara a la silla presidencial; en otras palabras, Vicente Fox reconoció implícitamente que en el mencionado año se había realizado un fraude.
El desistimiento de la Presidencia de la República de enjuiciar penalmente a AMLO fue un fracaso más de las fuerzas de la derecha anti-AMLO, que a toda costa querían impedir que se inscribiera su nombre en las boletas electorales al lado de Felipe Calderón Hinojosa, Roberto Madrazo Pintado y Patricia Mercado Castro.
Fue, pues, en el contexto de este polarizado y enrarecido ambiente político en el que tuvo lugar la sucesión presidencial de 2006, y en el que, luego de una serie de derrotas de los grupos anti-AMLO, finalmente optaron por jugarse una última carta: preparar y concretar un fraude y, de esta manera, taparle el paso a AMLO e imponer a Calderón como el presidente de la República.
Pero independientemente de lo burdo y evidente del fraude, a principios del mes de agosto de 2006, un grupo de 133 personas “abajo firmantes”, en la actualidad conocidas como “los notables”, en un desplegado publicado en diversos periódicos manifestaron que “quienes firmamos este documento hemos seguido los argumentos y pruebas presentadas en el litigio. No encontramos evidencias firmes que permitan sostener la existencia de un fraude maquinado en contra o a favor de alguno de los candidatos. En una elección que cuentan los ciudadanos puede haber errores e irregularidades, pero no fraude”.
En este célebre documento con el que el grupo de “los notables” legitimó el fraude de la derecha, por primera vez aparecieron haciendo causa común los apellidos de Castañeda, Dresser, Carabias, Casar, Patán, Peschard, Krauze, Reyes Heroles, Trejo Delarbre, Woldenberg y Zuckerman, precisamente, los mismos que 14 años después aparecieron en la carta enviada a AMLO para exigirle que les haga caso a los empresarios que quieren que se recurra a la deuda externa para que se les apoye. Asimismo, en el primer documento también aparecían las firmas de Héctor Aguilar Camín, Lorenzo Córdova Vianello y Ciro Murayama Rendón. Esto explica el porqué de la actitud de aquellos y de estos tres últimos en contra de AMLO.
*Doctor en Ciencia Política. Profesor e investigador de carrera en la UNAM. Miembro del SNI.
Presentamos la segunda parte de esta serie sobre el origen y desarrollo de las campañas anti-AMLO
Origen y desarrollo de las campañas anti-AMLO: del Paraje San Juan a la pandemia (Segunda parte)
José René Rivas Ontiveros*
Seis meses después de la primera gran embestida en contra de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), jefe de Gobierno del Distrito Federal, en marzo de 2004, las fuerzas anti-AMLO escenificaron el célebre caso de los “videoescándalos”, en el que a través de los medios, particularmente Televisa, se dieron a conocer tres grabaciones realizadas por un intrépido y vivaz empresario de origen argentino, Carlos Ahumada Kurtz, entonces pareja sentimental de la señora Rosario Robles Berlanga, presidenta nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Estas grabaciones le habían sido vendidas en varios millones de pesos a Carlos Salinas de Gortari y a Diego Fernández de Cevallos, quienes eran los verdaderos autores de la nueva embestida.
En las grabaciones que dolosamente había realizado Ahumada, se exhibían actos de supuesta corrupción de Gustavo Ponce Meléndez, secretario de Finanzas del gobierno capitalino; René Bejarano Martínez, coordinador de la fracción parlamentaria del PRD en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, y Carlos Imaz Gispert, delegado de Tlalpan.
Y aunque AMLO se deslindó de inmediato de dichas personas, por ser totalmente ajeno a las actividades que ellos habían realizado, el objetivo de difundir masivamente los ponzoñosos videos no era tanto castigar a los infractores de los supuestos delitos —ya que desde el punto de vista jurídico estas acciones no podían ser tipificadas como tales—, sino el de asociar a toda costa al jefe de Gobierno con los autores de estas conductas, a todas luces antiéticas y no propias de un gobierno de izquierda que en todo momento propalaba conducirse con honestidad.
Empero, al igual que en el caso del Paraje San Juan, este nuevo escándalo de las fuerzas anti-AMLO en contra del gobernante capitalino también fracasó, ya que lejos de debilitarlo políticamente, como se pretendía, el gobernante salió todavía más fortalecido y con más puntos a su favor en las encuestas.
Por eso, en mayo de 2004, pero entonces desde la propia Presidencia de la República, se determinó promover una nueva acción anti-AMLO, luego de que la Procuraduría General de la República (PGR) dependiente directamente de Vicente Fox le solicitó a la Cámara de Diputados el comienzo de un juicio de desafuero del gobernante capitalino, por su presunta responsabilidad en el abuso de autoridad por no dar cumplimiento a una suspensión definitiva en la que se le ordenó detener los trabajos en un predio llamado “El Encino”, propiedad de la Promotora Internacional de Santa Fe, para la construcción de un camino que conducía a un hospital privado.
Casi un año después de aquella solicitud, el 7 de abril de 2005, por un total de 360 votos de los diputados de los partidos Revolucionario Institucional, Acción Nacional, Verde Ecologista de México y Nueva Alianza, así como 127 votos en contra de los diputados del PRD, del Partido del Trabajo y de Convergencia (actualmente Movimiento Ciudadano), más los de dos priistas (Pedro Ávila Nevares y Roberto Campa Cifrián) y el de una panista (Tatiana Clouthier Carrillo), la Cámara de Diputados, erigida en Jurado de Procedencia, dejó sin fuero constitucional al jefe de Gobierno Andrés Manuel López Obrador y, con ello, la abierta posibilidad de ser aprehendido y juzgado penalmente por desacato.
Un día después del desafuero, desde la ciudad de Roma, Italia, en donde Vicente Fox Quesada, el autodenominado “presidente del cambio (democrático)” se encontraba de viaje, con la trivialidad y el cinismo que siempre lo han caracterizado hasta la fecha, declaró que “con el desafuero México dio un ejemplo al mundo”, aunque el señor nunca se detuvo a explicar en qué consistía este ejemplo.
Para acabar de cumplir con su objetivo, dos semanas después del desafuero, la PGR, a cargo del general Rafael Macedo de la Concha, le solicitó formalmente a un juzgado penal el inicio del respectivo juicio en contra de AMLO, con lo cual se buscaba que el gobernante, ya formalmente desaforado, quedara fuera de las boletas de la contienda electoral de 2006.
Esta, y no otra, era la verdadera preocupación de las fuerzas anti-AMLO ante la eminente posibilidad real de que López Obrador ganara en las urnas la Presidencia de la República.
*Doctor en Ciencia Política. Profesor e investigador de carrera en la UNAM. Miembro del SNI.
Les presentamos la primera parte de esta serie sobre el origen y desarrollo de las campañas anti-AMLO
Origen y desarrollo de las campañas anti-AMLO: del Paraje San Juan a la pandemia
(Primera parte)
José René Rivas Ontiveros*
Desde los albores del presente siglo y hasta este preciso momento, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha sido, sin lugar a dudas, la figura pública nacional, no solamente más mencionada, sino también la más atacada a través de sistemáticas campañas de difamación, mentiras e insultos por parte de grupos de interés y partidos políticos a los que nos referiremos después (en la sexta y séptima partes de esta serie).
Sin embargo, es importante recordar que dichas campañas han tenido cierta similitud con las que ya en su respectivo momento se han instrumentado en contra de otras emblemáticas figuras de la historia nacional, como fueron los casos de Miguel Hidalgo y José María Morelos, en la guerra de Independencia; Benito Juárez durante la Reforma, la Guerra de los Tres años, el Segundo Imperio y la Intervención Francesa; Francisco I. Madero, Francisco Villa y Emiliano Zapata en la Revolución mexicana; Lázaro Cárdenas a lo largo de todo su sexenio y aún después; Javier Barros Sierra, rector de la UNAM, durante el 68 mexicano, y Cuauhtémoc Cárdenas a partir de haber criticado y abandonado las filas del entonces partido de Estado.
Por su parte, en el caso específico de AMLO, las mencionadas campañas se empezaron a promover una vez que ya como jefe de Gobierno de la capital mexicana continuó con sus críticas al modelo neoliberal y en favor de impulsar una serie de políticas públicas significativamente favorables para los sectores populares de la entidad, mismas que sus adversarios calificaron como populistas. Igualmente, les causó mucha preocupación el hecho de que el “gobernante” comenzara a aparecer en diferentes encuestas como el mejor posicionado para suceder a Vicente Fox en la Presidencia de la República en el año 2006.
Todo esto comenzó a observarse al mismo tiempo en que Vicente Fox Quesada, el autodenominado “presidente del cambio”, mantenía la clara intención de que la históricamente disputada silla presidencial, que ahora él estaba ocupando, muy bien se la podía heredar a su ambiciosa y audaz esposa, la señora Martha Sahagún Jiménez, quien desde el principio del sexenio, y aun sin ningún nombramiento formal, fungía de facto como una verdadera vicepresidenta de la República, puesto que había estado cogobernando el país conjuntamente con Fox.
En efecto, los esposos conformaban entonces lo que en el argot político de la época se denominó con el pomposo nombre de “la pareja presidencial”. Se trataba de una copia, aunque demasiado desactualizada de la que ya, 135 años antes, fue “la pareja imperial”, que durante el Segundo Imperio mexicano conformaron los príncipes extranjeros Maximiliano de Habsburgo y Carlota de Bélgica, luego de ser invitados a gobernar nuestro país por la entonces llamada “Junta de Notables”, que no eran otros más que los antecesores ideológicos de los actuales detractores de AMLO, los cuales siempre se resistieron a aceptar que México fuese gobernado por un indio como lo era el presidente Benito Juárez.
Por eso, Vicente Fox y los poderes fácticos que siempre le aplaudían y difundían todas sus ocurrencias y trivialidades determinaron empezar a actuar en contra de AMLO. Así, la primera acción con la que se intentó desestabilizar al gobierno local tuvo lugar en octubre de 2003, cuando un desconocido sujeto, Enrique Arcipreste, demandó al gobierno por el pago de 1,810 millones de pesos por un terreno de su supuesta propiedad, ubicado en el denominado Paraje San Juan. Empero, luego de varios meses de llevarse a cabo una intensa campaña mediática en contra del gobernante por haberse negado a realizar el pago, la Secretaría de la Reforma Agraria dio a conocer que el terreno reclamado por el particular era propiedad de la nación. Fue la primera gran derrota de las fuerzas anti-AMLO.
No obstante, esta solo fue una pequeña muestra de lo que vendría más tarde, puesto que, casi inmediatamente después del fracasado golpe mediático, las fuerzas anti-AMLO continuaron con su campaña de ataques y mentiras en contra del ahora presidente de la República, apoyadas siempre por los directores y dueños de la inmensa mayoría de los medios de comunicación masiva, así como por una larga lista de columnistas y comentaristas o, mejor dicho, auténticos mercenarios diseminados en casi todos los medios y siempre al servicio del mejor postor.
El objetivo desde aquel entonces y hasta la fecha ha sido exactamente el mismo: deslegitimar, difamar, insultar y arruinar a AMLO. Así de ruines, perversos, mezquinos e infames son y han sido siempre este tipo de grupos en su desesperado afán de preservar sus intereses y privilegios que han tenido toda la vida.