Hay pactos y programas de un estilo y de otro; en Morena se trató de hacer propuestas para lograr un México respetuoso de sus leyes, pacífico, justo, democrático, incluyente, equitativo, sin corrupción, soberano y libre, dice Pedro Miguel.
Por Pedro Miguel | La Jornada
Regeneración, 12 de junio de 2018.- La semana pasada Ricardo Anaya, aspirante presidencial por los partidos Acción Nacional, de la Revolución Democrática y Movimiento Ciudadano, afirmó que el candidato puntero, Andrés Manuel López Obrador, “ya pactó” con el PRI: impunidad a corruptos a cambio de que la presidencia de Peña Nieto se incline a su favor en el proceso electoral en curso.
La infundada acusación en contra de AMLO fue reacción a una acción no menos canallesca y vil de la que fue víctima el propio Anaya: la difusión de un audio y un video que fortalecen el señalamiento de lavado de dinero por parte del abanderado panredista en su negocio de compraventas inmobiliarias en parques industriales de Querétaro, una operación que habría sido facilitada por empresarios cercanos a él para dotarlo de recursos para su campaña. La filación sólo pudo provenir –y Anaya lo sabe– del entorno calderonista, que lo detesta porque le birló la candidatura del PAN a Margarita Zavala, o bien del gobierno federal, que se siente amenazado por la demagógica promesa del frentista de perseguir penalmente a Peña Nieto.
Morena y su abanderado han establecido pactos y acuerdos con distintas organizaciones, movimientos y personas, tanto en lo político como en lo social y sectorial. En 2016 decidieron ir a la elección en alianza con movimientos sociales y organizaciones populares y posteriormente la convocatoria a la construcción de un amplio acuerdo de unidad para emprender la transformación del país se extendió a partidos políticos, y el PES y el PT respondieron a ella. La coalición Juntos Haremos Historia es un frente amplio –plural, pluriclasista, diverso, heterogéneo– que agrupa a quienes encontraron en el proyecto18.mx una solución viable y fundamentada a los graves problemas nacionales y un espacio de participación política, social, económica, ambiental, cultural, académica, científica o deportiva para la construcción de un México respetuoso de sus leyes, pacífico, justo, democrático, incluyente, equitativo, sin corrupción, soberano y libre.
De esa alianza ampliada derivó una propuesta de gabinete en la que hay personas con experiencia en la administración pública, juristas, dirigentes sociales e intelectuales en estricta paridad de género, de todas las edades y procedentes de varios partidos, corrientes, ideologías y sectores.
El Proyecto de Nación 2018-2024 (proyecto18.mx) es un documento perfectible pero acucioso, fundamentado, con mucha historia detrás –su primer antecedente data de 2004– y elaborado con el propósito de ser el embrión de un nuevo pacto social para un país que se ha quedado sin él, después de que las presidencias neoliberales y oligárquicas destruyeron el que sirvió de base al desarrollo estabilizador. El régimen oligárquico no fue capaz de ensamblar un pacto social propio.
El intento más avanzado fue el Pacto por México, convocado por Peña Nieto, al que se sumaron de inmediato su propio partido, además del PAN y el PRD, y que contó con la colaboración entusiasta de la cúpula perredista –que aún parasita el cascarón de ese partido– y del propio Anaya.
Cualquiera que se haya tomado la molestia de leer el proyecto18.mx tendrá que concluir, esté de acuerdo o no con el documento, que ahí no hay el menor margen para pactar, así sea de manera coyuntural, con cualquiera de las facciones del régimen oligárquico: la del PRI y la del PANRD. Por lo demás –y es lo sustancial–, ninguna de los dos fue capaz de construir, con los restos del desastre del Pacto por México, un programa de gobierno literalmente presentable. Si López Obrador publicó desde principios de 2017 las ideas germinales del proyecto18.mx en su libro La salida, José Antonio Meade presentó El México que merecemos apenas el mes pasado, y quien lo consulte podrá constatar que allí no hay una visión de país sino un largo discurso lleno de promesas sin fundamento. En cuanto al documento en el que Anaya dijo que estaban plasmadas sus ideas de gobierno, sigue siendo clandestino, o tal vez tan imaginario como el célebre Necronomicón que aparece en los relatos de H. P. Lovecraft. Fuera de eso, en sus respectivas páginas de Internet, los dos candidatos del régimen ofrecen algunos párrafos de promesas redactados con el estilo característico de los profesionistas de marketing.
Todo pacto político –a menos que se guíe por el más grosero pragmatismo para el reparto de posiciones de poder o por la aguda necesidad de sobrevivencia electoral, como es el caso de la coalición Por México al Frente– ha de tener un sustento documental y programático. Los establecidos por López Obrador y por Morena tienen un claro respaldo en el proyecto18.mx y en el “Acuerdo político de unidad por la prosperidad del pueblo y el renacimiento de México”. Anaya y el panredismo, por su parte, tienen como antecedentes el Pacto por México y algunos intentos recientes de acercamiento con Peña Nieto. Juzgue cada quien.