¡y el huracán de cascos y machetes
descerrajó las puertas de la gloria!
Rubén Martínez Villena
5 de septiembre de 2014.-El viejo proyecto del nuevo aeropuerto, en voz del hoy presidente de México, representa la confirmación de una guerra ya iniciada con antelación cuya finalidad es, indudablemente, el despojo de las tierras “a la orilla del agua”. Sin embargo, la noticia se reviste de algunos rasgos que cobran vital importancia al cumplirse dos años de Peña Nieto en el poder.
Primero. El anuncio, en el renovado “día del presidente”, resulta un claro mensaje hacia la clase empresarial que, luego de poco más de una década, imagina por fin la materialización de tan largo sueño. Vicente Fox reculó en el “proyecto más ambicioso de su sexenio” –slogan ahora retomado por el golden boy de Atlacomulco- bajo una ola de reclamos del poder empresarial que vio frustrados sus anhelos. Peña Nieto ha decidido que es la hora de lavar la afrenta de 2001 y devolver los no pocos favores brindados por los magnates del dinero en 2012. Hasta el momento, la correlación de fuerzas para el movimiento social mexicano no es favorable. La aplanadora priista, en connivencia con la oposición de juguete que representa la izquierda partidista en amasiato con el panismo complaciente, no ha sufrido un solo traspié en la aprobación de las reformas estructurales. Reconocer esta situación, en sus justos términos, ayudará al movimiento social mexicano para realizar, a la brevedad, un balance necesario al respecto y congregarse en torno al Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT).
Segundo. La estrategia seguida por las autoridades federales, como lo denunciaron anteriormente los integrantes del FPDT, es distinta a la empleada hace 13 años. Al respecto es imprescindible apuntar dos elementos. A) La tarea ininterrumpida desempeñada por CONAGUA y otros organismos. Bajo el discurso de “rescatar” el lago de Texcoco a través de diferentes proyectos, lograron, con varias irregularidades suscitadas en las Asambleas ejidales, “legalizar” la venta de tierras en poblados como Nexquipayac y Santa Isabel Ixtapa. Vale la pena apuntar, además, que en ambos pueblos se desató una fuerte campaña, misma que incluyó fuertes sumas de dinero, para la aprobación del “dominio pleno”, es decir la desintegración de los terrenos ejidales que permitieran, a ejidatarios y posesionarios, la venta individual de la tierra. Este accionar se aplicó, de igual manera, en San Salvador Atenco, cuya Asamblea, y la validez de ésta, se encuentran hasta el día de hoy en entredicho. B) La intención de generar un enfrentamiento entre los habitantes de la cabecera municipal. Uno de esos intentos se vio reflejado cuando, en diciembre del año anterior, fue borrado el histórico mural de la resistencia campesina. Desde entonces, se montan provocaciones con la finalidad de justificar la represión contra los integrantes del FPDT. Así ocurrió, por ejemplo, el pasado 22 de agosto cuando un grupo de personas, defensoras del proyecto aeroportuario, afines al priismo, agredió la movilización del FPDT en las oficinas agrarias de Texcoco. Ésta será una constante y, a la luz del anuncio presidencial, ese grupo servirá como quinta columna al interior de Atenco buscando así una justificación para actuar “con todo el peso de la ley” en contra de quienes se nieguen al despojo.
Tercero. La presentación del proyecto no ocurre a través de un decreto presidencial como lo hizo, sin tino político, Vicente Fox. En esta ocasión, se insiste, y es ya el sonsonete de moda en los medios masivos de desinformación, en que no habrá más compras de terrenos y que el aeropuerto será construido en un área “contigua” al que funciona actualmente. Con tal estrategia, el gobierno federal pretende aislar al FPDT de la opinión pública; está, en los hechos, moldeando el juicio de la población y presentando a los ejidatarios opositores como un grupo reducido e intransigente. Todo intento de resistencia es, por decreto mediático, digno de ser llevado al patíbulo. Peña Nieto, que gobierna con las televisoras como uno de sus pilares, no escatimará esfuerzos en el afán de conseguir, de una vez por todas, la construcción del ahora “proyecto emblemático”. El panorama se presenta aún más escarpado si se considera que las dádivas y la oferta monetaria, a diferencia de los siete pesos por metro cuadrado ofrecidos por Fox, no son despreciables en un contexto de crisis económica y desempleo como el que vivimos. Ahora, se dirá, “está bien pagado” convirtiendo el problema en una cuestión de pesos y centavos, eludiendo el aspecto toral: la desaparición de la tierra comunal y, en suma, la extinción de todo un municipio en aras del “progreso”.
Cuarto. Nadie puede llamarse a engaño. El FPDT, como lo ha demostrado por más de diez años resistiendo días aciagos de sangre, cárcel y persecución política, no bajará la guardia ni guardará los machetes. El chacal del 2006 lo sabe. Jugará todas sus cartas para doblegar a los atenquenses. La firmeza campesina le propinó ya varias derrotas, en 2002 echando abajo el decreto expropiatorio; en 2006 por vencer al miedo y mantener vivo al FPDT luego del feroz operativo que buscaba su aniquilación; y en el 2010 con la libertad absoluta de los presos políticos que él mandó a la cárcel. Tiene ahora una oportunidad inigualable, con todo el poder en las manos, para presentarse como el hombre fuerte, ante los organismos financieros internacionales, que sí puede “mover a México”.
Quinto. Nada está decidido. Habrá que hacer de la necesidad, virtud. En este nuevo anuncio se presenta una posibilidad de conjuntar los diferentes esfuerzos de resistencia y frenar el tándem peñanietista. En la batalla por la defensa de la tierra se definirá, en gran medida, la correlación de fuerzas del futuro inmediato. Los integrantes del FPDT han declarado, nuevamente, que darán la vida por su tierra. La historia nos ha enseñado a creerles. Atenco está, otra vez, en el centro de una pelea que se avizora larga y sufrida. Es momento, sin mezquindad, de que la izquierda mexicana –en sus muy diversas tendencias-, cierre filas y, hombro a hombro, fortalezca a estos campesinos hijos de la tierra que, hasta ahora, no saben de derrota.