Una planta en construcción del gigante estadounidense Monsanto está paralizada desde hace un año en la provincia de Córdoba, región agrícola del centro de Argentina, por vecinos y ambientalistas de una pequeña villa que denuncian su impacto ambiental.
«Monsanto contamina. Monsanto es agroquímicos, el glifosato, el roundup, el PVC. Que Monsanto no se instale más en esta tierra. No lo queremos», denunció a la AFP Vera Figueroa, quien habita cerca de la fábrica.
9 de octubre de 2014.-La planta de la discordia, que servirá para el almacenaje de semillas para siembra, está ubicada en Malvinas Argentinas, una humilde localidad rural de 15.000 habitantes a unos 25 km de la ciudad de Córdoba, la segunda del país y a 700 km al noroeste de Buenos Aires.
Los malvinenses cordobeses temen que el viento airee los silos de la planta y esparza polvillo que pueda afectar las vías respiratorias. Además, que contamine los tres pozos de agua del pueblo y que los campos aledaños terminen sembrando maíz transgénico.
Estas son las denuncias puntuales, pero vecinos y militantes anti transgénicos apuntan a toda la actividad de Monsanto, a la que catalogan como una compañía despreocupada por el medio ambiente.
«No a Monsanto. Malvinas lucha por la vida», rezaba una camiseta verde que lucieron los vecinos en un festival realizado a mediados del mes pasado, en el que hubo disfraces, como el de una mujer que simulaba ser un maíz transgénico, mientras en un cartel se dibujaba una mazorca con forma de granada.
Los vecinos estiman que su pelea es la misma de la de todos los pueblos que están cerca de campos fumigados con glifosato, un herbicida que comercializa la transnacional y que beneficia a las plantas transgénicas, pero mata todo lo demás.
Con su resistencia y un campamento que mantienen en la carretera, frente al predio de la fábrica, han logrado frenar las obras desde hace un año.
La justicia suspendió en enero pasado la construcción hasta que se conozca un estudio de impacto ambiental.
Serios problemas de salud
Los vecinos aseguran que el glifosato ha impactado en la villa: «Cuando hicimos el primer estudio epidemiológico con la Universidad de Córdoba, lo que más aparecían eran los abortos espontáneos, malformaciones y patologías ligadas a la respiración y enfermedades cutáneas», dijo a la AFP Eduardo Quispe, vecino y miembro de la Asamblea Malvinas lucha por la vida.
Argentina es un gran productor de cereales y soja y, en la campaña 2013/14, prácticamente el 100% de la superficie de soja y algodón fue sembrada con variedades genéticamente modificadas (GM), mientras que el maíz transgénico representó el 95% del total de ese cultivo.
El motor del ingreso de divisas de la tercera economía de América Latina son las exportaciones agrícolas, que en 2012 superaron los 29.000 millones de dólares, según cifras oficiales.
Este caudal de ingresos, fundamental en la frágil economía argentina, hace que el lobby agrícola no permita que las preocupaciones de los ambientalistas terminen ganando peso.
Monsanto está presente desde hace más de 50 años en Argentina, donde el uso de semillas de soja transgénica comenzó en 1996. Desde entonces ha crecido en forma sostenida y ha transformando al país en el tercer productor mundial después de Estados Unidos y Brasil.
En 2050, «9.000 millones de personas necesitarán alimentación, combustible y ropa. ¿Cómo lo conseguiremos?», cuestiona la multinacional de la agroquímica en el sitio de internet de su filial argentina.
Por su parte, ArgenBio, una organización que defiende el uso de la biotecnología, promueve el uso de transgénicos y asegura que no hay prueba de que los agrotóxicos puedan afectar la salud si se utilizan correctamente.
«Necesitamos una agricultura mucho más rendidora y productiva si tenemos en cuenta qué producción necesitamos para darle de comer a los argentinos y para exportar. Argentina vive de las exportaciones agrícolas», dijo a la AFP la biotecnóloga Gabriela Levitus.
Pero la duda pende especialmente sobre el uso del glifosato, que en Argentina se utiliza para fumigar muy cerca de las zonas urbanas.
Un reciente informe de la Universidad de Río Cuarto en Córdoba, que llevó ocho años de investigaciones, concluye que hay una «clara vinculación» del glifosato con mutaciones genéticas que pueden derivar en cáncer, generar abortos espontáneos y nacimientos con malformaciones.
«Los agroquímicos y el daño que provocan está absolutamente vinculado al modelo agropecuario vigente», sostuvo el biólogo de la UNRC Fernando Mañas, quien también denuncian que empresas, productores y funcionarios del gobierno «suelen ignorar o descalificar investigaciones cuyos resultados les resultan inconvenientes».