Con un rechazo a las actividades de empresarios que sólo piensan en lucrar y acumular dinero sin importar los daños que puedan causar a los demás, se inició la intervención de Dewey Hoffman, un joven perteneciente a la comunidad de Atnabaskan de Alaska, en su visita a las tres piscinas que están en el Pozo Aguarico 4, ubicadas en el nororiente del Ecuador.
“Cuando yo tenía 4 años había el desastre de Exxon Valdez en mi país. Aunque no era consciente en ese tiempo de lo que significaba, siempre he tenido la impresión de que somos parte de la naturaleza”, afirmó Hoffman , y agregó que su viaje a la Amazonía ha reforzado este valor para rechazar las afectaciones cometidas por la petrolera Chevron en la Amazonía ecuatoriana.
“Hay que juntarnos para prevenir políticamente estos desastres” , dijo el joven descendiente de los Atnabaskan luego de comprobar la irresponsabilidad que durante 26 años de operaciones, en las provincias de Sucumbíos y Orellana, la compañía estadounidense Chevron-Texaco causó con la perforación de 342 pozos, 549 piscinas y 9 derrames de crudo. Del total de piscinas, debía proceder a la remediación ambiental de 225, pero solo lo hizo en 158.
Una representante de la tribu Waccamaw Souan de Carolina del Norte, en EE. UU., también llegó al Aguarico. Ella es Britany Simons, quien dijo que los 4 valores (relaciones, responsabilidad, reciprocidad y retribución) que defienden sus compañeros fueron violados por Chevron en la Amazonía ecuatoriana, después de advertir la afectación al ecosistema y la salud humana.
Las víctimas de la irresponsabilidad de Texaco habían entablado la respectiva acción legal contra la petrolera, que había ocupado 5 millones de hectáreas del nororiente amazónico, en donde se derramaron 16,8 millones de galones de petróleo, 18,5 mil millones de galones de aguas tóxicas que fueron arrojados a los suelos y ríos y 235 mil millones de pies cúbicos de gas fueron quemados al aire, convirtiéndose en el daño ambiental más grande del planeta.