A la Tierra le dio comezón nuestros martillos. Nuestros brazos levantan en vilo nuestras casas. Apenas un golpe de piedra y este hoyo envenenado nos revolvió toda la vida, se tragó nuestras sonrisas, nuestros murmullos, el aliento, la paciencia, nuestros días. Aquí el diablo se disfrazó de una gas para asustarnos, para apretarnos el cuello lentamente, yo pude escabullirme porque soy creyente, por eso recé, recé mucho, recé de abajo hacia arriba hasta que se me curtió el alma, pero el Padre Nuestro no estuvo en los cielos ni bajó para ayudarnos. Seguí rezando con los brazos, con las manos, luego sólo con los dedos. No me despedí de mis hijos.
Quiero al menos escuchar sus pasos cuando se acerquen a esta mina.
Foto «Reflejo de altar» por @abrazodeagua
Columna Lenguaje, género y especie
Por Gerardo Ortega (@yadivia), poeta regiomontano, nacido en 1972. Becario del Centro de Escritores de Nuevo León 1996-1997, sus poemas han aparecido en La Jornada, El Financiero, El Norte; textos suyos han sido incluidos en antologías como Región Sin Donde (Punta Umbría, España); en Y después del Eclipse (Universidad Regiomontana), entre otras. Su libro más reciente es Por qué no vuelves y me dejas en paz (Ed. Urbanario, 2014).