Documental: La Obsolescencia programada
La respuesta está detrás de un término: obsolescencia programada
Los focos incandescentes desde los años 20, se fabricaban para tener una duración de sólo 1000 horas.
Regeneración, 1 de abril 2014.-Esto se debe al interés de la industria de hacer que los productos sean desechables. Bernard Johnson acuñó el término en 1932 con su panfleto “Acabar con la Depresión mediante la obsolescencia programada”, pero fue el ingeniero industrial Brooks Stevens el que la definió perfectamente: “Inculcar al consumidor el deseo de poseer algo un poco más nuevo, un poco mejor, un poco antes de lo necesario”.
En la obsolescencia programada, se fabrica el producto programándolo para fallar en un determinado periodo de tiempo. Y esto se consigue con estrategias como las siguientes:
Encarecer exageradamente el precio de los recambios para evitar las reparaciones y forzar a la recompra.
Baterías irreemplazables, que al tener un desgaste natural, hacen totalmente inservible el aparato en cuestión cuando esta pierde su propiedad de almacenamiento de energía.
Sacar nuevas versiones que no permitan el uso de las anteriores (como ocurre muy a menudo en el sector del software de gestión y sistemas operativos)
Cambios de estilo. Solamente cambiando el diseño exterior de un producto se fuerza al consumidor a entender que la moda ha cambiado y que, por tanto, los modelos antiguos ya no son deseables.
Sugerencia de reemplazo de consumibles como tóners, cartuchos de tinta, filtros de agua, etc., que se producen en base a un cálculo aproximado, nunca en base a la realidad.
Todas estas prácticas benefician, sin duda, al productor, al mercado, tal vez incluso a la economía (la famosa aceleración de la economía). Pero no beneficia ni al consumidor -que se ha convertido en una mera marioneta en manos de los departamentos de márqueting- ni al medio ambiente.
Precisamente, el medio ambiente es el gran perjudicado de la obsolescencia programada. Millones (literalmente) de kilos de chatarra electrónica son generados cada año en el primer mundo. ¿A dónde van a parar esos desechos? A los, así llamados, vertederos electrónicos. Los gobiernos de los poderosos países del primer mundo pactan con países pobres, en vías de desarrollo o con una gran dejadez en materia de preservación del medio ambiente para permitirles fletar enormes barcos llenos hasta los topes de chatarra electrónica, que vierten -o, directamente, embarrancan- en lugares concertados de estos países. China es el mayor receptor del mundo de chatarra tecnológica, proveniente, principalmente, de los Estados Unidos, Canadá, Japón y Corea del Sur. Pero también muchas zonas de India y gran cantidad de países de Africa han accedido a ser depositarios de los desechos obsoletos, muchos de ellos tóxicos (tubos de rayos catódicos), todos ellos no biodegradables.
Información: http://www.esencialblog.es/la-bombilla-que-lleva-mas-de-100-anos-encendida/