Aunque la mayoría de priistas ponen cara de luchar por ganar la silla presidencial, grupos más realistas están preocupados por la supervivencia.
Regeneración, 08 de mayo de 2018.- Más que competir por la Presidencia de la República de la mano de José Antonio Meade, priistas al interior del Revolucionario Institucional empiezan a preocuparse por la permanencia del partido.
En la columna política de Reforma, Templo Mayor, se dice que luego del relanzamiento de la campaña de Meade, unos 40 líderes del partido se quedaron a comer y aunque varios estaban optimistas al principio, después la charla se cambió.
“Emilio Gamboa dominó el inicio de la plática y se mostró optimista porque volvieran a uniformarse de rojo y que, ahora sí, su candidato despegaría”, dice la columna.
“Sin embargo, conforme avanzaron los platillos, otras voces más realistas se impusieron en la conversación. Y al final llegaron a la conclusión de que debían de tratar de salvar lo que se pudiera”.
Y es que si bien el partido está en crisis por la mala fama que tienen, hay una parte de la militancia fiel que dejaron de apoyar a Meade por su estrategia de deslindarse del PRI en medida del lo posible, según señala Pablo Hiriart en su columna Relanzamiento de la Campaña de Meade.
“La estrategia de construir una candidatura distante del PRI, que esconda al PRI, para atraer al voto de un PAN dividido y conservar el del simpatizante ‘duro’ de ese partido, no funcionó”, escribió.
“Mal que bien el PRI tiene un voto duro arriba del 20 por ciento de la población”.
Y es a ello a lo que apuntan los “realistas” del partido, apostar a que en las urnas, por lo menos se refleje el peso electoral que se supone tiene.
«Por eso fue importante que Meade acudiera a la sede del partido que lo postuló, se enfundara en la chamarra roja y se cobijara con cuadros representativos del tricolor y con las bases que llevaron matracas y papel picado», dice Hiriart.
«El voto duro del priismo no basta para ganar las elecciones, y es absolutamente cierto.
«Pero le da un piso decoroso, conserva su identidad y evita la muerte anunciada».
Vía Reforma y El Financiero.