Tras vivir esclavizada a una tintorería de la Ciudad de México donde sufrió violencia y padeció hambre, Zunduri ha emprendido un camino en el activismo contra la Trata de personas.
Regeneración, 22 de abril 2016.- El 22 de abril del año pasado, se conoció la historia de Zunduri una joven de 22 años, que vivió dos años esclavizada en una tintorería de la Ciudad de México donde la familia Hernández Molina no sólo la enclaustró, sino también la violentó física y psicológicamente.
El daño ocasionado por el maltrato hizo que pese a que físicamente luce más chica de lo que realmente es, sus órganos se encontraran tan desgastados que eran equiparables a los de una persona de 81 años, con más de 600 cicatrices.
Escapó un día que Leticia (a quien en un principio la Zunduri llegó a considerar su mamá) puso mal el candado que la encadenaba a una varilla que sólo le permitía moverse de la cama a la tabla de planchar. Tomó 100 pesos que encontró en la camisa de un cliente, saltó desde el baño y huyó.
Interpuso una denuncia que terminó en la detención de Leticia y otros cinco miembros de la familia que, con su silencio, se volvieron cómplices del crimen.
Ahora, que Zunduri dejó atrás el cautiverio, la necesidad de alimentarse plástico, los golpes y la falta de agua, la mujer de casi 24 años de edad, ha comenzado un camino en el activismo contra la trata de personas.
Actualmente, participa en conferencias, da pláticas y cuenta su historia a quien quiera escucharla:
“De alguna forma me ayuda como terapia, a contar una y otra vez mi historia, sí es feo, porque es feo revivir todo el trauma, todo el mal, todo lo mal que te hicieron esas personas, pero te ayuda psicológicamente a desahogarte”, dijo la joven en entrevista para BBC Mundo.
El año pasado, en el marco del Día Mundial contra la Trata de Personas, conoció al Papa Francisco, quien la felicitó y en palabras de la joven: “me dijo que le daba mucho gusto que estuviera luchando contra la trata de personas”.
Sin embargo, aún existe miedo de que Leticia, su hermana, dos hijas y pareja salgan de la cárcel y quieran cobrar venganza.
“Me gustaría tener protección, confío en la justicia, confío en la ley. Me gustaría que paguen lo que hicieron con la cárcel” expone.
Vive en un departamento en el Estado de México que le fue obsequiado por la entidad. Trabaja en el puesto callejero de su madre, en el cual, vende cremas, champús y desodorantes.
Quiere estudiar repostería y tener una niña a la cual llamará Zunduri que significa “niña hermosa”.
“Siento que he avanzado mucho en este año, pero tengo que hacer más, no sólo por mí y por los demás, por el futuro de México, por el futuro de las niñas, de los niños, de las mamás” finaliza.
Con información del País y BBC Mundo.