Relegan a indígenas durante la visita del Papa en Chiapas

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Luego de horas de espera, miles de indígenas quedaron fuera aunque tenían boletos para entrar, contó Areli Nava, lectora de REGENERACIÓN.

Regeneración 17 de febrero del 2016.-

Comitán de Domínguez, Chiapas.   16 de Febrero de 2016

 

Por Areli Nava Martín del Campo

Quisiera dar una reseña de lo que me tocó vivir el día de ayer en San Cristóbal de las Casas, Chiapas acerca de la visita del Papa Francisco.

Miles y miles de personas fueron llegando el día de ayer al centro deportivo CEDEM esperanzados de ver al Pontífice en una Misa que pretendía llegar a los últimos, los descartados.

Llegamos, mis compañeros y yo aproximadamente a las 6:00 horas a una fila que nos entretuvo aproximadamente 45 minutos para encontrar su final. A los pocos minutos esta fila ya había crecido cinco cuadras más. Mientras esperábamos, apoyamos un poco al tránsito pues llevábamos un megáfono; también estuvimos repartiendo boletos que teníamos a quienes les hacían falta.

La gente, indignada y enojada, comenzó a reclamarnos por la organización siendo que nosotros solo estábamos repartiendo los boletos, además de que no había ningún organizador o dirigente presente que nos supiera dar información.

Luego de tres horas de estar parados sin avanzar, me dispuse a ir hasta la entrada del lugar para regresar con noticias, lo que me llevó una hora caminando y me percaté de que nuestra puerta asignada no estaba teniendo acceso al centro deportivo. Otro compañero y yo, empezamos a animar a la gente que muy enojada nos reclamaba y solo se quejaba aunque repito, yo no organizaba. Después de la espera y de que ya las otras 3 filas habían entrado, comenzaron a dejar pasar al acceso 3.

Mucha gente en su desesperación se metía a la fila, empujaba y no respetaba los espacios.

Me consta que a muchas personas bien vestidas las dejaban entrar por la sección «A» sin entregar boleto y por supuesto sin hacer fila.

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Ya a las 10:30 am y viendo que el Papa ya había comenzado la Misa, la gente se empezó a desesperar aún más. Cuando llegamos a la entrada nos cerraron los canceles en la cara con el pretexto de que el lugar estaba lleno (lo cual no era cierto según compañeros que posteriormente me comentaron si había espacio). La gente nos pedía, no sé ni por qué, que abogáramos por ellos, así ellos no tendrían que salirse de su fila. Intentando dialogar con los policías lo cual fue inútil, más tarde llegó protección civil y un montón de policías del municipio también llegaron repartiéndose por el lugar para «controlar» a la multitud.

Millares de personas nos quedamos fuera, venían de diferentes partes del país desde Oaxaca, Guerrero, Veracruz, hasta de Baja California y Nuevo León, incluso muchos nos visitaban de diferentes partes del mundo, entre ellos de Guatemala, Estados Unidos, Argentina y unas personas Japonesas a quienes les regalamos boletos y cruzamos palabra. Muchos de ellos según nos comentan llevaban aproximadamente desde las 2:00 horas haciendo fila y lo peor es que en su mayoría eran indígenas, cuando se había dicho que la Misa era para y por ellos.

Más que la desilusión de no ver al Papa me causaba indignación la tristeza de la gente, ver sus caras, su semblante gritando desesperación y anhelando haber entrado, ya que ellos fueron los honestos, los que no se metieron.

No sé ni cuántos eran exactamente ni sus razones de estar ahí, pero en ese momento se nos trató de manera contraria a nuestra dignidad como seres humanos. Nos causa una indignación enorme.

Soy una joven de 19 años originaria de Guadalajara, Jalisco voluntaria por un año de servicio posterior a mi preparatoria, decidí entregarme un año a Chiapas por su historia, su cultura, su diversidad pero sobre todo porque se caracteriza por ser un estado en donde el pueblo lucha día a día por lo que se va a llevar a la boca, pero siempre en comunidad. Me lleno de impotencia al vivir situaciones como estas. Dentro de mis tareas está el acompañamiento pastoral a hermanos y hermanas indígenas y estoy colaborando en un proyecto de alfabetización a mujeres indígenas también.

Se organizaron muchas cosas para hacer posible ese viaje, abuelos, abuelas, jóvenes y hermanos de diferentes zonas de la montaña, (Zona Guerrero, Rio Blanco, Alta, Juárez, Pinada, Nueva Esperanza, Sector Rio Azul) venían desde lejos algunos con un sacrificio inimaginable tanto físico como económico, hay hermanos a los que su misma comunidad se organiza para pagar el pasaje de una sola persona, un pasaje que no pasa de los $80 pero que para ellos es un fuerte gasto económico.

El Papa Francisco insistió con oficiar esa Misa por ellos. Ahora me pongo a pensar ¿Realmente todo lo que vemos en los medios de comunicación es así de espectacular y romántico como nos lo hacen ver? ¿Por qué seguimos y muchas veces hasta practicamos esta llamada “cultura del descarte”? Lo único que sé es que ese día hubo una pésima organización del gobierno, de nuestros funcionarios públicos y en los medios de comunicación, por supuesto, no se vio nada de lo que vivimos por fuera del lugar del evento.

Después de todo, pude ver al papa Francisco muy de cerca en la valla, eso sí, como a 30 kilómetros por hora, supongo, puesto que pasó muy rápido pero fue diferente a lo que muchos de los que estaban ahí anhelaban vivir.

Nuestros compañeros se habían organizado para gritar y recordar a los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, denunciando y mostrando nuestra indignación como jóvenes pero sobre todo haciendo “lío” como nos pide el Papa Francisco, en sus repetidas intervenciones con los jóvenes, nos pintamos la cara con el numero 43 como un gesto simbólico aún con el miedo de que fuera a haber represión porque había miembros del ejército a cada 10 metros.

No es posible que se nos trate así, como delincuentes y lo más importante, jugando con algo tan inherente al ser humano como lo es la Fe de todos y todas aquellas personas que lo único que queríamos ese día era sentir su presencia y escuchar alguna palabra de aliento.

Como siempre, ese día, en aquel acontecimiento ganó el tráfico de influencias, la discriminación y en mayor parte la opresión, como siempre los que pagan las consecuencias son las llamadas “periferias”, “a las que nadie voltea a ver”.