Represión

«La tragedia nacional que hoy tiene como epicentro la comunidad de Ayotzinapa ha sido tejida a mano»

Por Juan Carlos Loera De La Rosa

pri-vueltoEn los métodos político – policíacos en la investigación de magnicidios, la teoría favorita ha sido siempre la del “asesino solitario” con lo cual logran o pretenden acallar los reclamos de justicia, apostando a quela memoria colectiva se diluya en el tiempo. Por ejemplo, los asesinatos de Abraham Lincoln, Álvaro Obregón, John F. Kennedy y Luis Donaldo Colosio fueron “resueltos” bajo esa tesis.

El sufrimiento y dolor que embarga a nuestro país por el asesinato de seis civiles en Iguala y la desaparición forzada de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa Guerrero, de ninguna manera pueden ser reducidos al ámbito del crimen organizado y mucho menos centrar la responsabilidad en una pareja de caciques malandrines (los Abarca) que fueron fortalecidos y tolerados por el putrefacto sistema político económico mexicano que en reiteradas ocasiones y en diversas regiones no sólo ha sido subvencionado por el poder del narco, peor aún; ha sido el tácito organizador del crimen sustentándolo en dos grandes columnas: la corrupción y la impunidad.

La tragedia nacional que hoy tiene como epicentro la comunidad de Ayotzinapa ha sido tejida a mano por los creadores de un sistema económico errático que ha ocasionado desplazamientos humanos; y conducido al hambre, pobreza extrema y violencia, a nuestra gente más vulnerable y necesitada de recursos y oportunidades para poder romper con la cadena generacional de la pobreza. El «museo nacional del crimen y el horror», ya ha tenido una cantidad excesiva de escenarios, la matanza de 72 migrantes en Tamaulipas, la masacre de 17 jovencitos en Villas de Salvárcar en Ciudad Juárez, los crímenes de Tlatlaya y muchos más. El caso de los estudiantes de la Escuela Normal Raúl Isidro Burgos viene a provocar el estallido de una olla de vapor en la cual se ha depositado la impotencia e indignación de la sociedad mexicana.

La consternación y el coraje se acrecientan cada vez más porque detrás de este crimen de lesa humanidad en el que están involucradas autoridades de los tres niveles de gobierno y el Ejército, está la nefasta represión de la protesta y de la justa rebeldía social en las que muchas veces han ido a la vanguardia los maestros y estudiantes de las escuelas normales rurales, escuelas en las que se educan los jóvenes más pobres del país y que han sido el blanco predilecto de los neoliberales detractores –Federación, Gobernadores y SNTE- de la Educación Pública gratuita, laica, democrática y popular, y que se ha traducido en el cierre de varias de dichas normales, además de que con la reforma educativa se canceló el derecho al empleo que tenían los maestros egresados de estas escuelas.

Los normalistas de Ayotzinapa se han opuesto de manera férrea a dicha reforma, que en realidad es una revancha del Estado contra aquellas voces críticas que han sido una «piedra en el zapato» para quienes han impuesto este modelo económico dictatorial y que está entregando a pedazos nuestra nación ya que ni siquiera otorga el derecho al Pueblo a ser consultado. No por nada, con anterioridad a los eventos de Iguala, las movilizaciones de los normalistas y la CNTE habían sido constantemente criminalizadas y denostadas por los medios masivos de comunicación que actúan como la vocería oficial de la Federación. No olvidemos la muerte de dos muchachos de la misma escuela perpetrados por los cuerpos de seguridad estatales en Chilpancingo en 2011 durante una protesta y que quedaron impunes bajo pretexto de que las víctimas eran unos vándalos, versión fuertemente expandida por la televisión y que incluso ha permeado hacia algunos sectores de la sociedad que sienten (o sentían) animadversión hacia las protestas de los maestros; hoy con el caso Ayotzinapa, lastimosamente la verdad se desnuda y cae por su propio peso. Los muchachos tenían razón para manifestarse.

Razón compartida por otros protagonistas sociales que han sido reprimidos y encarcelados como el Doctor Mireles y Nestora Salgado dirigente de las autodefensas; a defensores del agua en Quintana Roo y Chiapas; activistas en Puebla,  en Sinaloa al líder Yaqui Mario Luna.

Peor aún, algunos han pagado su rebeldía con la vida como Ismael y Manuelita Solís, aquí en Chihuahua, por defender del despojo a su comunidad; en Sinaloa, Atilano Román, dirigente de los desplazados; en Guerrero, Rocío Mesino, lider campesina; en Tamaulipas, Rosario Fuentes, activista.

La detención de la “pareja solitaria” en una vecindad y en la cual paradójicamente estaban vestidos casi formalmente, despierta la suspicacia de que pudiese tratarse de un montaje televisivo, lo que si bien le da un respiro a los encargados de esclarecer los hechos, nos da cuenta de que por lo pronto distraer la atención es un elemento de disuasión de la inconformidad usado por el Gobierno Federal; craso error, ya que lo que los mexicanos queremos y exigimos  es que aparezcan con vida los 43 estudiantes y que además sean identificados los cuerpos de las 38 personas que hasta hoy han sido encontradas en las fosas clandestinas del Estado de Guerrero y de las que poco se ha informado. ¿Cómo explicar la contrastante efectividad del gobierno en localizar a una pareja y no poder encontrar a 43 seres humanos?

El Pacto por la Seguridad al que está invocando el Ejecutivo estará destinado al fracaso si los pactistas son los mismos del “Pacto contra México” que socavaron la Soberanía Nacional y atentaron contra los derechos de los trabajadores, de los maestros y del Pueblo en general.