Autoridades esperan con ansia el momento en que puedan anunciar que ha comenzado la cuenta atrás para declarar que el país está libre de ébola
AP, 19 de agosto del 2015.-Habían pasado cinco meses desde que un caso de ébola se reportara en la aldea de Musa Kamara, Massessehbeh, cuando regresó éste para las festividades del fin del Ramadán. Poco después de su repentina muerte, las autoridades regresaron con un mensaje desalentador: el virus mortal había vuelto.
Funcionarios bloquearon su comunidad de casi 600 habitantes con una cerca naranja de plástico para poner bajo cuarentena al pueblo durante el periodo de incubación del ébola de 21 días.
Pero a finales de la semana pasada, los habitantes que sólo podían hablar con su familia del otro lado de la valla por teléfono, comenzaron a cantar y bailar cuando el presidente Ernest Bai Koroma llegó para quitarla, marcando el final oficial de la última cuarentena de Sierra Leona.
Incluso entre el júbilo, hay motivo de precaución. Las autoridades continúan monitoreando a docenas de personas que estuvieron en contacto con Kamara de 23 años, su madre y tío, que posteriormente se infectaron. La Organización Mundial de la Salud anunció el lunes que 43 personas permanecerán en cuarentena hasta finales de esta semana, mientras que 38 más en la capital, Freetown, en donde vivía Kamara, deben permanecer en cuarentena hasta el 29 de agosto.
La OMS anunció el miércoles que «varios individuos con alto riesgo por contacto no están localizables en la capital de Sierra Leona».
Autoridades esperan con ansia el momento en que puedan anunciar que ha comenzado la cuenta atrás para declarar que el país está libre de ébola, epidemia que ha causado casi 4.000 muertes, de acuerdo con la OMS.
Durante su visita al pueblo, Koroma le recordó a la gente cómo tras 150 días sin un caso «sólo regresaron al punto de partida» cuando la víctima más reciente fue enterrada antes de diagnosticarle ébola.
Cuando Kamara regresó a su aldea natal, la familia no sospechaba del ébola. Más de doce de sus familiares más cercanos se consideraron un alto riesgo, aunque sólo su madre y tío desarrollaron ébola.
Aproximadamente una docena de los familiares de Kamara deben permanecer al interior de sus viviendas otra semana hasta que haya pasado el periodo de incubación.
Su hermana de 21 años, Mamusu Kargbo, se seca las lágrimas mientras observa cómo los vecinos felices golpean tambores que hicieron de jarrones de agua vacíos, cantan y bailan. «¡Ya recuperamos nuestra libertad!».
Su hermano, quien vendía huevos y otros bienes en las calles de Freetown, estuvo en ayuno durante el mes sagrado del Ramadán y no mencionó sentirse mal. Ahora deja a una esposa, un hijo pequeño y otro familiar en su aldea natal que dependían de sus remesas para sobrevivir.