Por: Tania Campos Thomas
México es un país donde el clasismo se sostiene en discursos y acciones cotidianos. No es novedad, pero llama la atención que la discriminación por condición socioeconómica sea cada vez más evidente. Si en otros momentos se guardaban las formas, y los comentarios clasistas tenían lugar con discreción y en petit comité (“en corto”, para quienes no le hacemos al francés), para encontrarse con el deprecio sin disimulo, ahora basta un paseo rápido por las redes sociales virtuales.
No es difícil encontrarse con la violencia clasista, sobre todo a cuenta de fobias políticas de los internautas y al calce de cualquier noticia que tenga que ver con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. El “mesías tropical” (Krauze dixit] y sus votantes, los “chairos”, “nacos”, “pejegatos”, “con primaria trunca”, hemos sido los favoritos para recibir adjetivos del tipo. En tiempos de la última campaña presidencial recolecté más de 100 insultos clasistas contra quienes manifestábamos la intención de votar por “El Peje”.
No faltará quien responda a lo que digo “argumentando” que el presidente es el “clasista”, pues “discrimina” a los ricos cuando les dice “fifís”. El problema es que, igual que no existe el “racismo invertido”, tampoco existe el clasismo contra quienes ocupan los niveles superiores en la escala socioeconómica; si no sabe por qué, le toca investigarlo por su cuenta (nos hará bien a todos que se mantenga ocupado en eso y no exhibiendo su desconocimiento al respecto en Internet).
Pero más grave es que la campaña de desinformación que se monta desde la derecha apuesta (promueve y alimenta) al clasismo imperante en la sociedad mexicana. No sólo se miente con descaro y se tergiversan las noticias, sino que se discrimina al Presidente —así como a los simpatizantes y defensores del proyecto de la Cuarta Transformación—, es la búsqueda por generar una percepción negativa que se nutre de prejuicios clasistas. Con el pretexto de opinar, se discrimina con base en una valoración de clase; “ahora dígalo sin discriminar”, suelo responder a esos comentarios.
Es así que pesa más el supuesto uso de unos zapatos sucios y desgastados, que la presencia del presidente en el municipio más pobre del país. No sólo es falsa la fotografía a la que aludo y que se ha mostrado en diversos momentos del sexenio, sino que incluso si fuera real lo que debería incomodarnos es que haya lugares en México donde la pobreza es tal que ni a zapatos se llega… ¡y que nos parezca muy bien que a esos sitios acudan (si alguna vez lo hicieran) los servidores públicos vistiendo camisas que cuestan lo mismo que la comida de todo un mes de alguna de aquellas familias!
En días recientes el presidente anunció que, mediante el programa “Tianguis del Bienestar”, se haría la entrega de mercancía confiscada en aduanas, sobre todo ropa, calzado, enseres domésticos y juguetes, a habitantes de 70 municipios en condiciones de extrema pobreza de Oaxaca, Guerrero, Chiapas y Veracruz. No se hicieron esperar los comentarios clasistas, llenos de prejuicios y desprecio por quienes poquísimo tienen: “vamos a ver gente pobre usando bolsas de lujo”, “no va a faltar el abusado que lo revenda”.
Como si fuera mejor que esas cosas estén inservibles en bodegas (almacenamiento que, por cierto, nos cuesta cada año mil 147 millones de pesos) mientras a tanta gente hacen falta, Pedro Ferriz de Con lamentó que haya “beneficiados de los frutos de la delincuencia”, y en la página de Facebook de Joaquín López Dóriga se comenta que “así se acostumbra a la gente a estirar la mano”. Porque, claro, la gente pobre lo es porque no se esfuerza y porque no tiene moral, aseguran estos personajes desde sus privilegios.
Ha sido tal el enojo que provoca la repartición de mercancía decomisada entre personas que la necesitan, que los medios de difamación de siempre (pasquines inmundos) hasta a “especialistas en propiedad industrial” han puesto a hacer declaraciones ridículas: “esos productos no sabemos de qué están hechos, si cumplieron con las normas de calidad”, “el consumidor no tendrá a quién acudir si resulta afectado por el producto”. Así el PAN (el PRI, el PRD, Chumel, Ciro, Loret, Reforma, El Universal, el Heraldo y demás calumnistas) de cada día.