MC: Yo recuerdo mi infancia muy feliz. Realmente que mis padres me dejaban eso de explorar, yo recuerdo que siempre estaba encaramada en un árbol, encaramada en cualquier cosa, subiendo columnas… no había esa limitación de que por ser niña no podía hacer cosas de niño, aunque siempre había alguien que me decía “Oye, bájate de los árboles que eso son cosas de niño”. Pero yo siento que había libertad, que recibían con simpatía cualquier cuestionamiento que hacía, siempre hubo la posibilidad de dialogar, de buscar el espacio familiar del diálogo, incluso del cuestionamiento, de ellos a nosotros y nosotros a ellos, de la misma sociedad, de la historia…
Yo recuerdo cuando empecé en la universidad, que empecé a estudiar Filosofía Marxista, [que] me dio muchas más herramientas para cuestionar la realidad, yo me recuerdo que leía la revista Literatura Soviética que vendían aquí que era muy buena, y hay una que nunca la voy a olvidar, yo creo que la voy a guardar toda mi vida, la voy a conservar por toda mi vida, que era una dedicada a Maiakovski, y me dio mucha idea de lo que fue esa época que vivió Maiakovski, contradictoria entre época de Lenin, desaparición de Lenin, cuando empieza Stalin, cómo cambió la manera de experimentar el socialismo y él [Maiakovski] cómo lo sufrió. Y ahí leí discursos de Lenin donde cuestionaba el “mitinismo” y un grupo de tendencias que él consideraba [que] no ayudaban al proceso de experimentación del socialismo, porque tergiversaban su sentido, y yo recuerdo que eso me iluminó, me dio
pistas para cuestionar la realidad cubana, y después que la estudiaba muy bien se la pasaba a mi papá. Le decía: Mira, papá, esto hay que cambiarlo aquí también, porque a Lenin le pasaba allá, y nos está pasando a nosotros.
Teníamos esa posibilidad de dialogar y de cuestionar la propia realidad cubana. Y cuestionaba el campo socialista también. Y al cabo de los años me doy cuenta de que tuve esa posibilidad, esa libertad, que hablábamos muy abiertamente en casa sobre muchas cosas. Y realmente eso me dio mucha fortaleza y me hizo muy feliz de que pudiéramos tener esa posibilidad.
Raúl Castro quiere tanta libertad como Mariela
ER: Usted anteriormente ha mencionado que sus padres han tratado de protegerla de la política, que indudablemente no es un mundo sencillo. Pero, ¿hasta qué punto esto ha sido posible? ¿No hay de todos modos una responsabilidad que viene con el nombre?
MC: No, no me gusta asumir responsabilidades públicas desde el nombre, sí una responsabilidad mínima como ciudadana y una responsabilidad de afecto familiar, que yo no quiero hacer cosas que lastimen a mis padres, a mi familia, por supuesto, como cualquier otra persona con sentimiento de pertenencia a una familia. Pero no… En algún momento cuando era más jovencita me proponían, mira para que…, me proponían de delegada para un congreso de una organización estudiantil, y entonces yo, [me preguntaba] bueno, ¿y yo por qué? Que al final como que la realidad me fue diciendo que sí, que había que participar y asumir responsabilidades pero no mucho más allá de las que yo asumía en un ámbito más sencillo….
Y cada vez que alguien me proponía un trabajo, mi mamá [Vilma Espín] decía que no, que me dejaran tranquila donde yo estaba. Y mi papá también veo que ha hecho todo lo posible por evitar que cuando alguien me propone para alguna responsabilidad, él pide por favor que me dejen tranquila en mi trabajo y en las cosas que yo hago. Yo lo interpreto como que me protege. Yo soy muy apasionada y ellos, sobre todo mi papá que es muy apasionado, y [viendo] que el mundo político es complejo y contradictorio, tal vez él prefiere que yo no viva esas contradicciones. Los padres tienden siempre a proteger, aunque digan que no, tienden a proteger. Tal vez se lo deba agradecer, porque yo identifico mi participación política desde la participación ciudadana.
Creo que me da más libertad. Incluso una vez me lo dijo; mi papá me dijo que le gustaba mucho mi libertad. Que quería ser tan libre como yo. Y bueno tal vez ese es el mensaje que yo deba captar.
ER: Una vez en una entrevista con Ricardo Alarcón, él nos hablaba de una fuerte campaña de descrédito contra Cuba. Usted siendo parte de la familia Castro se ha sentido alguna vez víctima de esa política?
MC: Sí. Yo creo que todas y todos los cubanos hemos sido víctimas… O sea, todos los cubanos identificados con el proceso revolucionario, hemos sido víctimas de eso. Aunque yo debo agradecer que la gran mayoría de los periodistas con los que he tenido vínculos han sido muy honestos conmigo, aunque, bueno, ya cuando llegan las noticias a las editoriales o medios de prensa las cosas pueden cambiar. Pero sí he percibido, en la gran mayoría de los periodistas con los que he dialogado, honestidad.
Más líder que tío
ER: Las grandes figuras de la historia muchas veces tienen que sacrificar lo familiar por su obligación ante el pueblo, ante su misión. En su caso, ¿hasta qué punto podría decirse que Raúl político no le dejó espacio a Raúl papá?
MC: No, no lo podría decir. Porque tanto mi papá como mi mamá hicieron un gran esfuerzo por dedicar tiempo a la familia. Por encima de todas las posibilidades, a veces mezclaban reuniones de trabajo con la presencia familiar, si tenían que hacer un almuerzo o una cena de trabajo pedían estar con los hijos, es decir, ellos extrañaban mucho y por eso le daban mucha importancia al tiempo que estábamos juntos. Y también por eso lo agradezco. A veces yo reclamaba que quería tener una mamá y un papá común [es] y corriente [s], y quería que estuviesen en la escuela todos los días como otros papás y otras mamás, que nos llevaran… Mi mamá tuvo más tiempo que mi papá para ir a las reuniones de padres, de estar más vinculada a nuestras vidas cotidianas, pero también ella tenía mucho trabajo. Y aún así, buscaban en tiempo.
ER: Cuando hablamos de Fidel Castro, el mundo entero se imagina a ese héroe, a esa figura legendaria que ha osado hacerle frente al imperio norteamericano. Para usted, ¿es más que nada tío Fidel o lo sigue viendo como una figura?
MC: No. Cuando era niña sí era tío Fidel, pero en la medida que ya después de la adolescencia y en la juventud fui dándome cuenta con más claridad de quién era Fidel, en el sentido histórico y para el pueblo de Cuba, ya empecé a verlo como Fidel, igual que todo el mundo.
ER: ¿Y surgió cierta distancia?
MC: Sí, surgió una distancia con respeto y, además, me dignificaba ver a Fidel como el líder y no como el tío. Me sentía que era más digno. Es como crecer y darse cuenta: esa persona no es tu tío, esa persona tiene una responsabilidad social que te pone en una relación diferente ante él.
ER: ¿Qué podría contarnos de él como ser humano, como persona en lo cotidiano?
MC: En lo cotidiano a mí me gustaba mucho desde niña, bueno, la aparición de Fidel en la familia, de repente si decían va a llegar Fidel, ay, llegó Fidel, era siempre un acontecimiento, una gran emoción, y parte era muy placentero. Es decir, se pasaba bien en la compañía de escucharlo. Realmente teníamos deseos siempre de escucharlo, de hacerle muchas preguntas; siempre el que ve a Fidel tiene ganas de preguntarle muchas cosas porque Fidel tiene respuesta para todo, y además respuestas ingeniosas, respuestas inteligentes.
Entonces, desde las preguntas más banales hasta las preguntas más complejas, dan deseos de preguntarle. Y él siempre tiene respuestas para todo tipo de pregunta. Y a mí siempre me dio mucha satisfacción tener la oportunidad de compartir momentos en los que contaba cuestiones de la historia, cosas que habían vivido o análisis de la realidad que se estaba viviendo.
Pero sobre todo, más en privado era muy divertido cuando se reunían él, mi papá, Ramón el hermano mayor, y se ponían a contar cosas de ellos en la infancia, a lo largo de su vida, cuando la guerra de guerrillas, y era simpático escuchar cosas que nunca se habían dicho entre ellos y que en ese momento se decían: “Y en aquel momento tú me llamaste la atención y a mí aquello no me gustó, porque yo no tuve la culpa”. Y eso era muy simpático, se reían mucho haciendo recuentos de cosas, incluso de momentos difíciles también.
Angola, entre susurros y secretos
ER: Y de lo que le contaban, ¿algún recuerdo de la época de la revolución que la haya impresionado particularmente
MC: Muchos. Fueron muchos acontecimientos, porque eran muchas cosas y yo observaba mucho, porque había mucas cosas que las hablaban en susurros y en secreto, y yo siempre tratando de entender qué pasaba por ahí, a veces trataba de preguntar y a veces no, para que no me excluyeran. Quería entender sus puntos de vista sobre las cosas que pasaban en Cuba, en el mundo… Una [cosa] que me impactó mucho fue Angola, la Guerra de Angola, Cuito Cuanavale, que fue un momento fundamental en la Guerra de Angola para llevar a la victoria final.
Fue un acontecimiento militar muy especial en lo que es estudios de tácticas militares (para la gente que se dedica a eso).
Y yo recuerdo ese momento en que estaban los cubanos en el sur de Angola, cercados por las fuerzas surafricanas -y, en medio del cerco, de madrugada, construyeron un aeropuerto para que aterrizaran las tropas que fortalecieron las posiciones angolanas y cubanas en ese enfrentamiento-, yo recuerdo que fue un momento muy tenso, de mucho sufrimiento, de mucho silencio. Y yo era joven y no entendía qué pasaba, y pensaba que había algún problema conmigo. Y yo llegaba y decía: “¿Por qué no hablan? ¿Qué les pasa, maleducados? ¿Qué problema tienen ustedes?” Y me iba, toda ofendida, y no sabía todo lo que estaba pasando hasta que llego un día a la casa y había una fiesta, todo el mundo celebrando, contentos, estaba Fidel, un montón de compañeros del Ejército, y ahí me enteré qué había pasado. Mira tú, me dije, no sabía que la cosa era tan grave, y yo pensaba que había hecho algo malo. Y así muchas cosas pasaban desde todo punto de vista, y entonces no se podía hablar, y ellos se reunían y hablaban en secreto y yo loca por saber lo que estaba pasando… Con el tiempo entendí que era mejor no saber lo que no te correspondía y no preguntar lo que no me correspondía.
ER: Usted que lo vivió desde adentro, en esos momentos duros, ¿se sentía temor, una atmósfera de dudas, de miedo por algún momento?
MC: A ver, sí. Tanto desde que empezó la situación que nos llevó al período especial con la caída del campo socialista, que se vivió con mucho sufrimiento por todos los cubanos, y esa incertidumbre que se estaba ya esperando y que ya cuando nos sorprendió a todos –como Fidel decía, se apagó el sol en un segundo cuando cayó la Unión Soviética.
Eso fue un momento muy duro y todo lo que vino después fue mucho más duro, con el sufrimiento de lo que se iba perdiendo, todos los logros sociales que se iban perdiendo. Eso se vivió con mucho sufrimiento a nivel familiar.
La Guerra de Angola y nuestros muertos en Angola se vivió con mucho sufrimiento también; Elián, cuando secuestraron a Elián González; recuerdo también cuando secuestraban pescadores, que mi papá se veía muy dolido, muy angustiado, cada vez que había un acto terrorista; el crimen de Barbados se sufrió mucho en la [mi] familia y en toda la familia cubana, todavía sufrimos el recuerdo del crimen de Barbados, [sobre el] que no se ha hecho justicia todavía.
Los pocos logros que se iban alcanzando se vivían con mucha felicidad, con mucha historia. Pero sí, me acuerdo de 1994, cuando hubo uno de los tantos intentos de manipular a nivel de política internacional los medios norteamericanos para intervenir en Cuba, cuando aquella crisis de los balseros. Me acuerdo que yo fui a Santiago de Cuba con mi papá, que fue a controlar la situación en la Base Naval de Guantánamo, lo que pudiera pasar, y vi que había real posibilidad de [una] invasión norteamericana. Viví con mucha angustia, [pero] Fidel lo manejó a nivel diplomático de manera genial.
Diría que Fidel siempre como que hacía excelentes jugadas de ajedrez, diría yo –todos estábamos al tanto de la jugada que iba a hacer Fidel-, y al final siempre hacía jugadas espectaculares que salvaban la soberanía del país.
Otro acontecimiento muy triste que se está viviendo con mucho sufrimiento por mi familia, por toda la inmensa mayoría de la familia cubana, es la situación de nuestros cinco héroes, prisioneros ilegalmente, arbitrariamente, en los Estados Unidos por proteger al pueblo cubano de los atentados terroristas que se organizan desde los Estados Unidos con financiamiento el gobierno norteamericano. Esto lo estamos viviendo con mucha impotencia, con mucha rabia, y tengo que decir la palabra rabia porque ante la arbitrariedad, ante la injusticia, el ser humano se siente mal. Se violan sus derechos en todos los sentidos en este proceso y nosotros lo interpretamos –al menos yo lo interpreto- como una vendetta del sistema mafioso de poder norteamericano, como un comodín, como el joker: la jugada que ellos tienen para tratar de manipular las respuestas de Cuba en la política y en la relación con los Estados Unidos.
Pero no han podido hasta ahora doblegarnos, no han podido lograr que violemos nuestros principios más importantes y realmente no sé cuál será su próxima jugada. Porque realmente son tan burdos que ni siquiera quieren cambiar a nuestros prisioneros por el prisionero norteamericano que está aquí [Alan Gross], que ya fue condenado en un
juicio legal y con todos los recursos de respeto a los derechos del prisionero. Entonces, esto lo estamos viviendo con mucha indignación y no vamos a parar de luchar porque se haga justicia.
Me gustaba el Che
ER: Junto con la familia, usted ha tenido la oportunidad de ver a grandes figuras del siglo XX, entre otros el Che Guevara visitaba su casa. ¿Cómo lo veían los ojos de una niña? ¿Qué recuerdos tiene del Che?
MC: A mí me causaban mucha simpatía todos los amigos de mi papá. Todos me parecían preciosos, atractivos, desde muy chiquitica yo era muy comunicativa y quería estar cerca [de ellos] para escucharlos hablar.
Y yo tengo un recuerdo muy clarito del Che. Una vez estaban haciendo un asado y estaban todos reunidos alrededor del asado, conversando, todavía vestidos de verde olivo, y el recuerdo que yo tengo del Che es que me gustaba mucho, y yo quería siempre llegar a él cuidadosamente para que no me regañ ara mi papá por estar molestando mientras ellos estaban allí conversando. Y yo llegaba feliz, iluminada adonde estaba el Che, porque recuerdo que era muy tierno. Un hombre muy tierno que sabía tratar los niños. Y para los niños eso es importante, las personas que te saben tratar. Y tengo así un recuerdo muy especial, fascinada de cómo era él, de quién era él, y todo lo demás se fue alimentando con las imágenes posteriores, por supuesto.
Pero cuando yo le contaba esa escena a mi mamá, ella se sorprendía y me decía, “¿Cómo puedes acordarte, si tu tenías dos años?”. Pero era así mismo, yo le describía toda la situación, que mi papá me regañó, y entonces… “Sí así mismo fue, ¿cómo es que te puedes acordar?”, me decía. Bueno, las cosas especiales no se olvidan. El Che era un ser impactante.
ER: De otros que haya conocido que le han impresionado, ¿a quiénes podría mencionar?
MC: A Giap. El General Giap, vietnamita. Es un hombre inteligentísimo, un ser humano fascinante., y sentía una gran admiración por él. Un general vietnamita que era ministro de Defensa, que ganó la guerra de [contra] Japón, Francia y la derrota de los norteamericanos en Vietnam. Y era de una humildad, que era lo que más me gustaba [de él], la humildad, ese espíritu oriental humilde… Precioso. A ese hombre, a ese señor, yo le tenía mucha admiración, ya murió. Pero muchas más gentes que ahora no recuerdo… Bueno, [Gabriel] García Márquez, un gran amigo de la familia, el escritor García Márquez. Recuerdo a Angela Davis, que yo sentía mucha admiración por ella; mi mamá la atendía por la organización de mujeres; todas esas mujeres vietnamitas… Y Valentina Teleshkova, que me caía muy bien, era muy simpática. Era una amiga de familia, no sólo una figura histórica. Mucha gente muy especiales.
Fidel y Raúl, tiernos y románticos
ER: ¿Y cómo nota con el tiempo, tanto su padre como su tío, han ido cambiando?
MC: Mira, de niña a mayor yo veo un trecho muy grande en cómo era mi papá cuando yo era niña, cómo era Fidel y lo que han ido cambiando –en Fidel me doy cuenta por sus discursos, cómo han ido cambiando en muchos temas, y en mi papá en su actitud personal hacia muchas cosas.
Fueron cambiando incluso en su manera de dirigir, en temáticas, por ejemplo en los temas del machismo cómo fue evolucionando, en la mirada hacia la persona homosexual cómo fue evolucionando, aunque mi mamá influyó mucho en él en los cambios que fue aceptando en su vida. Pero en general sí, por supuesto en mayor madurez y en mayor claridad.
ER: ¿Diría usted que en algún aspecto han perdido ese romanticismo, esa fuerza que tenían, que se han desilusionado?
MC: No. Por supuesto han vivido cosas duras, han vivido muchas desilusiones, pero también han vivido muchas gratificaciones en cuanto a lo que es estar cada vez más convencidos del proyecto social. O sea, aun cuando tienen un sentido práctico de la realidad para buscar soluciones que deben llevar un pensamiento frío, nunca han perdido esa ternura, el romanticismo no se perdió. Y eso me gusta: yo creo que el romanticismo no se puede perder nunca.
ER: Han habido distintos rumores sobre el estado de salud de Fidel. Hace unos meses en nuestro programa estuvo Hugo Chávez, nos contó que [Fidel] se la pasa estudiando y enseñando. ¿Usted qué nos puede decir?
MC: Bueno yo personalmente no lo he visto, porque las visitas que se le hacen son muy reducidas. Pero sé por mi papá y sé por lo que escribe, que leo como todos los cubanos, podemos percibir que Fidel tiene una capacidad de recuperación impresionante. Y todo eso no está en su genética, que se ve tiene una fuerte genética familiar, [sino que] yo creo que todo eso está en su cabeza. Fidel toda la vida ha tenido la capacidad de sorprendernos. Nadie sabe cuál va a ser la respuesta, nadie sabe cuál va a ser su salida, pero una de las cosas que más nos fascina de Fidel es esa capacidad de sorprender que tiene.
ER: ¿Qué conceptos implementados ya en la revolución, usted se plantea como representante de otra generación?
MC: Yo siento que el estudio de la historia de Cuba, el recurso de la filosof’ía marxista, para mi ha sido una herramienta para interpretar la realidad junto con otras herramientas teóricas y metodológicas, de otras ciencias, no solamente filosóficas, que te aportan recursos para interpretar y para ver el camino que debes seguir para seguir transformando la realidad. Y ese espíritu transformador de la realidad que planteaba Marx es una de las cosas que más me gusta en mi vida.
Esa vocación de transformar buscando cada vez más justicia entre los seres humanos me encanta y yo creo que ahí está también marcado el camino de mi vida, personal y profesional, y es lo que estoy tratado de hacer.
Es decir, yo sí creo en las posibilidades del socialismo, creo que el socialismo tuvo inicios fascinantes con la experiencia leninista, después tuvo experiencias que no fueron tan buenas, unas sí, otras no, pero nos dieron enseñanzas. La historia de Cuba siempre nos dio otras pistas y eso fue lo que permitió que el pueblo cubano en su proceso de transformación se esté ahora proponiendo qué socialismo quiere, de qué manera quiere experimentar el socialismo como es escenario de justicia, de solidaridad, de equidad.
Socialismo sin dogmas ni prejuicios
ER: No es que se esté negando lo afirmado en el pasado, sino seguir adelante
MC: No, yo creo que lo que se ha hecho es la revisión crítica y con la experiencia vivida del pasado, y tomar del pasado todo lo valioso que sirva para seguir avanzando. Hay algunos profesores cubanos que plantean que no fueron errores lo que consideramos que debemos desechar. Creo que se dieron experiencias que nos dieron la pista de
lo que funciona y no funciona, y cómo debemos hacer esas mismas cosas.
ER: ¿Hasta qué punto las nuevas generaciones están en condiciones de asumir el legado de una generación tan fuerte como la generación de su padre y de su tío, con ese romanticismo, esa fuerza de espíritu?
MC: Yo creo que sí, en la medida que se sigan facilitando mecanismos de participación popular, donde las nuevas generaciones participen en asumir responsabilidades conscientemente, no formalmente, es decir, que se le cultive a la población con ese conocimiento histórico, con esas experiencias que nos están dando la pista de cómo proyectar el futuro. En la medida que las jóvenes generaciones participen de ese proceso de aprendizaje y cuestionamiento…
ER: ¿Están participando…?
MC: Sí, sí. En la sociedad cubana tú te das cuentas que hay una parte de todas las generaciones que participa y otra parte que no participa; una parte que es más consciente, que tiene más cultura y que por lo tanto tiene más capacidad de participar, y otra parte que es más inconsciente, que es más ignorante. Esa es la debilidad, esa parte ignorante. A veces lo que decimos es: vamos a crear el escenario para que se apropien del conocimiento histórico que les permita decir esto es mío, por qué yo tengo que entrar en este proyecto, por qué yo tengo que tratar de cambiar las cosas, qué cosa es lo que yo quiero cambiar…
Lo importante es que la gente participe de manera consciente, que es la manera de participar libremente, y sin manipulación de ningún tipo, ni de nosotros ni de nuestros enemigos, sino ofreciendo conocimientos e información que les permita sacar conclusiones lógicas de acuerdo a la lógica histórica. Si les facilitamos eso, cada vez será mayor la cantidad de personas que puedan participar y aportar a nuestro futuro.
ER: Digamos que usted ve el futuro con optimismo…
MC: Me encanta lo que me imagino.
ER: ¿Cómo se imagina Cuba?
MC: Un socialismo democrático, dialéctico, participativo, [en el] que predomine el pensamiento dialéctico sin dogmas y sin prejuicios, y eso es lo que te da fortaleza como cultura, como nación; lo que te da fortaleza como nación soberana que está definiendo su propio proyecto.
La unidad de la nación cubana en esa búsqueda creativa de sociedad es lo que me imagino como la sociedad que a mí me gustaría vivir aquí en Cuba.
ER: Muchas gracias por compartir con nosotros estos recuerdos, que son inapreciables.
MC: Muchas gracias.
Transcripción: www.cafefuerte.com