Sociedad en camino. Estado en deterioro

Víctor M. Quintana S.

La resistencia ciudadana avanza en varios frentes. Ahora el país no va de la periferia al centro, sino al contrario: del centro donde está el poder a la periferia donde está el dolor. La Caravana del Consuelo por la Paz con Justicia y Dignidad, encabezada por víctimas, va recogiendo víctimas en sus lágrimas, en la narrativa de los muertos, en las verdades tanto tiempo ocultadas. Tres mil kilómetros de éxodo desde la muerte para empezar a recrear la vida.

El caminar de tantos pies por la geografía de las violencias va levantando, no el polvo de los senderos, sino el miedo de los espíritus, el silencio de los atemorizados, la denuncia de los amenazados. Ha sido una caravana que hace germinar el valor.

También es una caravana que va practicando nuevos, o tal vez muy viejos y olvidados valores. El encuentro fraternal, sororal, también, con las y los diferentes. La no violencia como actitud cultivada desde muy adentro, hecha efectiva no sólo en no levantar el brazo contra alguien, sino en la palabra que se emite. La crítica basada en la razón, lejana de la facilidad del adjetivo. La escucha paciente al agravio, al dolor del otro. La atención cuidadosa por lo local, por lo que en cada sitio se valora como importante. La ética pública como base de un nuevo proceder nacional.

De aquí va surgiendo un nuevo lenguaje, verbal y no verbal, muy alejado del engolamiento oral y la arrogancia gestual de los profesionales de la política. El discurso de la sencillez, del sentimiento auténtico; de la figura poética, desterrada de las peroratas centradas en el poder.

Parte de este proceso fue también el acto Un Minuto por No Más Sangre: cinco docenas de voces que vienen desde la pantalla, desde la academia, desde la lucha social, desde el proscenio, desde la música, desde la caricatura, desde la redacción; voces jóvenes, voces maduras, voces cascadas, silencios. Todas ellas se conjugaron en una formidable polifonía de denuncias personales y hartazgos colectivos para demandar el cese de la masacre, la vuelta del Ejército a los cuarteles, la construcción, ya, de una paz con dignidad.

Con esto, la caravana y la campaña No Más Sangre ya le aportaron mucho a este país. Ya están transformando las formas de participar en lo público, ya están comenzando un proceso de sanación del alma nacional, tan buscada, tan ponderada por Alfonso Reyes.

En contraste, el deterioro de Estado. Entre más se visibilizan, se nombran, se rebelan las víctimas, más se deterioran, se deslegitiman, las instituciones. Uno y otro procesos se están acelerando. Volviendo a citar a Wieworka: Entre menos los poderes públicos se muestran capaces de aportar un tratamiento político, policial y jurídico a la violencia, más se manifiestan las víctimas. Entre más se manifiestan éstas, menos capaz aparece el Estado de asegurar sus funciones de garante del orden y del vínculo social.

Deterioro estatal que está detrás del artero allanamiento del Centro de Derechos Humanos Paso del Norte (CDHPN), en Ciudad Juárez, por parte de la Policía Federal, el domingo pasado. El pedestre ataque no se explica más que por la desesperación del gobierno, no tanto por el protagonismo de este centro en la articulación y recepción de la caravana, sino ante la actuación del CDHPN y otros organismos derechohumanistas en el caso de los Alvarado, dos muchachas y un muchacho, víctimas de desaparición forzada por parte del Ejército el 28 de diciembre. El expediente ya se llevó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, quien lo ha turnado a la Corte Interamericana. La primera audiencia será el 26 de junio. Se trata del primer caso presentado hasta ahora contra el Ejército en el contexto de losoperativos conjuntos contra el crimen. De ahí la desesperación gubernamental-militar que desoye a la inteligencia.

Precisamente por este proceso de deterioro del Estado y de sus instituciones es que el movimiento ciudadano por la paz, en sus diversas expresiones, no puede ser ingenuo. Se ha avanzado, es indudable, pero el proceso de construcción del Pacto Ciudadano de Juárez es vital. Debe contemplarse un sólido plan de acción que abarque la atención a casos emblemáticos y el emplazamiento al gobierno a corto plazo, pero que se anticipe a las reacciones desesperadas y eventualmente represivas de un Estado en descomposición. Por esto debe conjugar su creciente autoridad moral, con una amplia convocatoria y capacidad efectiva de inclusión de otras fuerzas, y vigilancia sobre las exclusiones, voluntarias o involuntarias; de ahí la importancia de afinar las formas de organización, de participación y de representación. Debe pensar también en el mediano plazo: cómo va a navegar en las aguas que se tornan más procelosas entre más se acerca el 2012. No basta con hacer un llamado ético a refundar las instituciones, es necesario pensar cómo se va a operar dicha refundación con la participación diversa de la ciudadanía, cómo se va a complementar la crítica del poder con la edificación de contrapoderes.

El Pacto de Juárez debe ser mucho más que un símbolo, que una energía de arranque: debe marcar el derrotero, las acciones y las formas de darle fortaleza y contundencia al movimiento. Ese es el tamaño del reto.

Bienvenida a Chihuahua, caravana del consuelo, del valor, de la esperanza

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